El contundente resultado de las primarias transformó el clima político de cara a las generales de octubre. En medio de una crisis interna, con pases de factura cruzados, el macrismo explora estrategias entre la transición y el intento de recuperar terreno.
22 de agosto de 2019
Sorpresa. Si bien casi todos auguraban un triunfo del Frente de Todos, nadie aventuró que la diferencia sería tan abultada. Ni los ganadores. (Lucas Buchberger)Mucho se dijo sobre el escaso aporte que las PASO hacen en el sistema político cuando, como esta vez, las precandidaturas de cada espacio estaban definidas de antemano. «No van a definir nada», repetían voceros del Gobierno. Aun así, se lanzaron a una campaña a todo o nada con el convencimiento de que un resultado ajustado, como prometían las encuestas, auguraba un calco de 2015: un triunfo en balotaje juntando detrás de Mauricio Macri a todo el arco antikirchnerista. Sin embargo, los 15 puntos de diferencia entre Alberto Fernández y Macri y los 18 de Axel Kicillof sobre María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires dejaron un nuevo escenario. Más allá de lo que ocurra el 27 de octubre, es otro el país que enfrenta este período electoral.
Si bien la distancia que tomó el Frente de Todos –que conviene decir, siguiendo al candidato a presidente,«es mucho más que kirchnerismo», ya que suma a buena parte del progresismo con el peronismo institucional y el massismo– parece irremontable, Argentina puede dar cuenta de muchas sorpresas en su historial. Detrás de esta expectativa Macri y el núcleo duro de Juntos por el Cambio aspiran a revertir una presumible derrota limando apoyos a la fórmula Fernández-Fernández y buscando convencer a votantes de Roberto Lavagna, Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert de que el único voto útil es el que fuerce un balotaje. Y apostar que quienes no votaron esta vez lo hagan por Juntos por el Cambio.
La matemática acompaña a esta iniciativa, los que no dan muestras de querer acompañar son otros actores necesarios para dar un batacazo. Entre las propias filas de lo que fue Cambiemos, muchos están escapando al compromiso. Es el caso de gobernadores que tuvieron la prudencia de adelantar elecciones, como el jujeño Gerardo Morales o el mendocino Alfredo Cornejo, titular de la UCR. Morales pudo ser reelecto, pero al radicalismo mendocino se le puede complicar porque en esa provincia se elige gobernador el 29 de septiembre y ahora el clima parece adverso para el partido de gobierno. De allí que Cornejo fue de los primeros en despegarse de la contundente derrota y el primero en reconocer el triunfo del Frente de Todos en su provincia.
Si bien en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta obtuvo una gran diferencia sobre Matías Lammens, el temor a un efecto arrastre elevó la tensión y el alcalde porteño extrema precauciones para evitar una inesperada segunda vuelta.
En la provincia, a su vez, la gobernadora Vidal trata de defender un espacio que podría crecer hacia el futuro y acordó que los intendentes de su coleto vayan con boleta corta para resguardar los 64 municipios propios. Vidal y Rodríguez Larreta habían pedido adelantar elecciones, sin éxito.
Saltar el charco
En los medios (ver Hacerse cargo) también fue evidente el intento por despegarse de la cobertura que la prensa hegemónica le brindó a Macri desde mucho antes de que ganara la presidencia. Incluso alguno de los intelectuales que habían firmado una solicitada reclamando por el voto a Macri se apresuraron a saltar el charco, como el escritor Federico Andahazi. Tanto él como los periodistas que repentinamente critican las políticas macristas padecieron en carne propia el rigor de fanáticos y trolls que atronan las redes con mensajes violentos. Sufrieron este acoso Jorge Lanata, Luis Majul y Marcelo Longobardi.
Este último entrevistó a Alberto Fernández y recibió una andanada de acusaciones en las redes sociales porque no habría sido suficientemente agresivo contra el candidato opositor. «No voy a cambiar el formato del programa por cuatro forajidos garpados», se enojó el conductor de Cada mañana.
Andahazi, en tanto, tildó de «fascistas, intolerantes y retrógrados» a los que llamó «trolls M», por el ejército de jóvenes contratados para atacar en las redes todo rasgo de oposición al Gobierno. Según señaló la diputada Graciela Camaño ante Marcos Peña en octubre de 2018 en el Congreso, el presupuesto de este «troll center» era de 200 millones de pesos al año. «Esto existe, esto es. Esto también es realidad, son las armas sucias de la política las que deberíamos comprometernos a no usar», le espetó Camaño, hoy candidata a diputada por Alternativa Federal, el frente de Lavagna y Juan Manuel Urtubey.
De allí que la crítica más feroz del autor de El anatomista haya sido contra el jefe de Gabinete y el asesor Jaime Durán Barba. «Tiene dos nombres esta derrota: Durán Barba, que fue el cerebro, y Marcos Peña, que fue el corazón». ¿Cuál sería la equivocación? El propio Andahazi lo aclaró en una entrevista televisiva: «Le venía diciendo (al consultor ecuatoriano) que era suicida lo que estaba haciendo de confrontar con el kirchnerismo».
Es cierto que la confrontación, que tanto resultado había dado en 2015 y 2017, no fue exitosa. Pero también impidió ver lo que estaba ocurriendo en la sociedad y terminó siendo un engaño hasta para los encuestadores, que no fueron capaces de ver que el humor de los votantes era otro y que los ajustes permanentes ya no eran tolerados por gran parte de la ciudadanía.
El CEO del Grupo Insud, Hugo Sigman, analizó para La Nación por qué muchos encuestados no revelaron sus preferencias cuando eran consultados. «Podemos vernos tentados a ocultar nuestras costumbres, hábitos y opiniones, por temor a un rechazo o sanción moral de los que nos rodean, ante el riesgo de ser excluidos socialmente o poner en juego relaciones que pueden afectar nuestros afectos o intereses económicos».
Es que con el diario del lunes 12 de agosto, no solo periodistas o intelectuales descubrieron que había otro escenario. El fundador de Mercado Libre, Marcos Galperín, o Gustavo Grobocopatel, dos de los más dinámicos miembros del establishment vernáculo con proyección internacional, vieron pronto este cambio de aires. Galperín fue a visitar a Fernández en su oficina de la calle México a poco de la elección. El titular del grupo Los Grobo dijo que «Alberto Fernández tuvo una actitud prudente y constructiva», y aclaró: «Yo no tengo el temor de que un gobierno que no sea Cambiemos nos lleve al caos, a una situación como la de Venezuela». Echó así por tierra con el discurso de la grieta instalado desde las usinas del macrismo.
Si hay ahora una grieta es dentro de Cambiemos, entre quienes descuentan estar en una transición y quienes quieren seguir la pelea y morir con las botas puestas, como propone la diputada Elisa Carrió, convertida en jefa de campaña del macrismo y que ahora descarga el dedo acusador contra los que considera traidores dentro de la alianza gobernante.