Camino al 27 de octubre. Una elección que define el futuro de la Argentina, en medio de una campaña que derrocha manipulación mediática, retacea el debate sobre el modelo de país y soslaya la crítica situación social y económica.
7 de agosto de 2019
Frente a frente. Mientras Fernández logró abrir el debate sobre la economía, Macri prefiere hablar de seguridad, corrupción y obra pública. (Télam)
La campaña electoral para las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) reiteró gran parte de los comportamientos políticos de las que la antecedieron, pero aportó también elementos novedosos que permiten prever las características fundamentales de la etapa que culminará con las elecciones nacionales del 27 de octubre.
Como era de esperar, se sucedieron las descalificaciones personales, las ahora llamadas «fake news», un eufemismo periodístico importado que se utiliza para evitar la palabra mentira, y el uso y abuso de controvertidas causas judiciales que fueron fogoneadas por los tanques mediáticos.
Asimismo, el oficialismo exhibió un poderío económico notable, expresado en una abrumadora cartelería y en la omnipresencia de sus consignas en las redes sociales, para lo cual se sirvió del uso ilegal de las bases de datos y hasta del espionaje. Otro instrumento propagandístico, las inauguraciones de obras a menudo insignificantes, condujo al desconocimiento de la veda electoral, maniobra que motivó una advertencia por parte del fiscal Jorge Di Lello, que se ocupa de la cuestión. Anteriormente la Cámara Nacional Electoral había objetado los cambios que se intentaron con respecto a a la votación de los presos y las fuerzas de seguridad, lo que obligó al Gobierno a decretar que se aplicarán recién en las siguientes elecciones legislativas, y posteriormente el mismo organismo emitió una acordada en la que recogió los reclamos de la oposición y exhortó al Poder Ejecutivo a garantizar que todos los partidos puedan fiscalizar la transmisión electrónica de los telegramas.
En cambio, la alianza gobernante se privó esta vez de recurrir al habitual arsenal de promesas, habida cuenta de que su credibilidad ha quedado seriamente dañada –incluso entre sus propios votantes– tras el incumplimiento total de las que había formulado en las presidenciales de 2015. Por otra parte, fue evidente la determinación de no aludir en ningún momento a la catastrófica situación económica y enarbolar como ejes excluyentes tópicos como la seguridad, la corrupción y la obra pública. Pero tampoco en esos temas sus argumentos fueron convincentes.
Por ejemplo, el presidente Mauricio Macri protagonizó un spot en el que aseguraba «esto no es sarasa, no es relato» mientras golpeaba el cemento, durante la inauguración de una obra de ocho kilómetros en la ruta 7, y añadió: «Ya terminamos 7.600 kilómetros entre rutas y autopistas y tenemos 13.480 más en construcción». Sin embargo, a Chequeado.com, un sitio al que nadie se atrevería a catalogar de kirchnerista, los números no le coinciden en absoluto. Según su análisis, se terminaron 440 kilómetros de autopistas y 21 de rutas y hay otros 905 en ejecución. Apenas 17 veces menos. Tampoco el titular del Consejo Federal de Vialidad (CFV), Hugo Naranjo, acuerda con las estimaciones presidenciales. Al cerrar el encuentro nacional de las agencias de vialidad de toda la provincia, según informó el matutino Página/12, el funcionario alertó: «Se están deteriorando todas las rutas nacionales y, por supuesto, el transporte, al hacerse imposible, incrementa el de las rutas provinciales, destruyéndolas».
Los profesionales que firmaron el documento del CFV advirtieron que no pueden hacerse responsables de la situación actual y de las posibles consecuencias, tomando en cuenta que el presupuesto aprobado cubre apenas un tercio del mantenimiento más elemental: «Como servidores públicos de la planta permanente de la Dirección Nacional de Vialidad –con más de 20 años de carrera en la repartición– y sabiendo que tendremos que responder a los tres poderes del Estado, sin dejar de comprometernos con el usuario, queremos expresar los límites de nuestra responsabilidad ante el desfinanciamiento antes citado», puntualizan en el texto. Los materiales difundidos por el Sindicato de Trabajadores de Vialidad van en el mismo sentido. «Durante el gobierno kirchnerista se licitaron 168 obras en carreteras por año. Durante el gobierno de Mauricio Macri, las obras licitadas en el promedio de los tres primeros años fueron apenas 31 por año. Menos de la quinta parte», se enfatiza en uno de los párrafos.
La terca realidad
Algo similar sucede con los caballitos de batalla de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. Mientras la mandataria sostiene que se ha avanzado como nunca en lo que hace a seguridad, combate del narcotráfico y acceso al sistema cloacal, la terca realidad se encarga de desmentirla. Un informe del Departamento de Estadísticas de la mismísima Procuración General bonaerense precisa que, por ejemplo, los homicidios en ocasión de robo crecieron un 25%, los abusos sexuales con acceso carnal aumentaron de 1.336 a 1.545, los delitos contra la propiedad con uso de arma –mayoritariamente cuchillos y navajas– se incrementaron un 64%, los hurtos simples, un 29,6% y las infracciones a la ley de estupefacientes experimentaron un alza del 33%. Cabe señalar que en estos dos últimos casos, según los expertos, tiene una fuerte incidencia la falta de recursos de los sectores marginalizados por las políticas económicas en curso, ya que se trata generalmente de delitos menores como narcomenudeo, arrebatos, etcétera.
En lo que atañe específicamente a las cloacas y el agua corriente, ningún relevamiento ha logrado verificar la existencia de 700.000 flamantes usuarios del servicio de cloacas o del millón de recientes conexiones al agua corriente que menciona la propaganda oficial. Según quienes conocen exhaustivamente el Conurbano, si bien hay dos obras iniciadas, en ningún distrito se observa incremento alguno.
Se comprende entonces que Cambiemos haya omitido recurrir a un procedimiento publicitario que otrora le diera buenos resultados: el timbreo. Después de algunas experiencias traumáticas, en las que sus propagandistas fueron hostigados por las víctimas de la situación social, los diseñadores de la campaña optaron por apelar a herramientas menos riesgosas y restringir al máximo las actividades en espacios públicos.
En este contexto, lo nuevo fue que el oficialismo no consiguió imponer su restringida agenda y se vio en aprietos cuando el candidato presidencial del Frente de Todos, Todas y Todes (FT), Alberto Fernández, resolvió apartarse de generalidades tales como «ponerle plata en el bolsillo a la gente» para precisar que una de sus primeras medidas de gobierno iba a ser elevar en un 20% las jubilaciones y pensiones y aumentar el salario mínimo, con recursos provenientes de la baja de las tasas de las Lelics. El debate, entonces, rumbeó por el lado menos conveniente para los intereses del macrismo, que intentó desacreditar la propuesta por «irresponsable» sin arriesgarse a dar demasiadas explicaciones. Hubo, también, una innovación en lo que concierne a las relaciones entre el FT y los medios hegemónicos. Convocado por los conductores de los principales programas, Fernández resistió airosamente las embestidas en sus repetidas presentaciones y, en algunos casos, dejó mal parados a encumbrados entrevistadores.
Otras novedades fueron el periplo de Cristina Fernández de Kirchner con la excusa de presentar su libro, y la gira del postulante a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, a bordo de un trajinado vehículo.
De aquí en más, cabe esperar que se generen debates, hasta ahora ausentes, sobre salud, educación, vivienda, alimentación sustentable y protección del medio ambiente; pero todo indica que el oficialismo rehuirá enfrentarlos y procurará embarrar la cancha con la ilusión de ganar el partido. Como diría un futbolero, las PASO fueron un entrenamiento complicado, con muchos roces, pero la final será a todo o nada.