25 de septiembre de 2014
La Presidenta recibió el respaldo del Papa y expresó en la ONU la necesidad de un nuevo marco legal para evitar el accionar de los fondos buitre a los que acusó de ejercer terrorismo económico.
La gira de Cristina Fernández por Roma y Nueva York se inscribió en la continuidad de la construcción de una trama de relaciones internacionales que sustenten la batalla política que el país afronta contra los fondos especulativos. Después de la aprobación en el pleno de la ONU de una resolución que dispone el estudio de un nuevo marco jurídico internacional para los procesos de reestructuración de deuda soberana, la Presidenta buscó fortalecer lo logrado hasta ahora con nuevas acciones políticas.
La iniciativa de formular un modelo de controles al proceso de tratamiento de deudas, impulsada por el grupo de los 77 + China, que en realidad agrupa a 133 países, recibió 124 votos a favor, 11 en contra y 41 abstenciones. Los países más desarrollados, con Estados Unidos a la cabeza, seguido por Australia, Canadá, Alemania, Hungría, República Checa, Finlandia, Japón, Irlanda, Israel y Gran Bretaña, estuvieron entre los que rechazaron la propuesta. Quienes eligieron abstenerse fueron mayormente las naciones del sur europeo que más sufren por la crisis económica desatada en 2008, como España, Italia, Portugal y Grecia, acompañados entre otros por Francia, Austria, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Noruega, Suecia, Ucrania y México. En general se trata de naciones que no se pueden dar el lujo de apoyar fervientemente a la Argentina por sus propios compromisos en la Unión Europea o, como en el caso mexicano, por su acuerdo NAFTA con EE.UU. y Canadá. Pero saben que la mejor noticia sería que la posición argentina salga airosa.
Lo cierto es que Cristina Fernández expresó ante la 69ª Asamblea General de la ONU su postura de que Argentina padece un embate de fondos especulativos que intentan torcer el rumbo de la restauración encarada por la gestión de Néstor Kirchner desde 2003 y continuada por su gobierno a partir de 2007. La mandataria recordó que la deuda argentina, que se disparó durante la dictadura militar y se acrecentó en el período del neoliberalismo, no había sido contraída por esta administración, la que sin embargo se hizo cargo de proponer una forma de resolución que implicó quitas pero también previsibilidad en los pagos a los bonistas que aceptaron canjes en 2005 y 2010.
«Sin embargo, hay un grupo del 1% de los acreedores que compraron bonos defaulteados en 2008, que ahora pretenden cobrar un 1608% de ganancia en cinco años amparados en un juzgado de acá, de Nueva York, que apoyó ese reclamo», señaló Cristina en un ambiente que venía de escuchar discursos enfocados a poner énfasis en la lucha contra los grupos yihaidistas en Siria. La Presidenta inscribió la ofensiva de los fondos buitre a todo nivel en el contexto de «un triple leading case contra el país en materia de crisis económica-financiera, terrorismo y seguridad y fuerza e integración territorial».
Una de esas patas es precisamente el intento de boicot al arreglo de la deuda soberana. En tal sentido recordó que «cuando se llega a un 161% de deuda sobre el PBI, la culpa no es sólo de los deudores». Esto es, Argentina asume la cuota de responsabilidad que le cupo a gobiernos que contrajeron los préstamos, pero pide que «el Fondo Monetario Internacional y los acreedores que prestaron a tasas usureras también asuman parte de la responsabilidad de ese endeudamiento», insistió. Cristina Fernández dijo entonces que los fondos buitre «amenazan y hostigan con acciones sobre la economía de nuestro país provocando rumores, infamias y calumnias desde lo personal hasta lo económico-financiero para desestabilizar» en lo que no dudó en calificar como «una suerte de terrorismo económico-financiero» de consecuencias dramáticas en el momento actual. «No sólo son terroristas los que ponen bombas, sino también los que desestabilizan la economía de los países y provocan hambre, miseria y pobreza», abundó.
Fernández agregó luego algo que en escenarios locales repitió varias veces, pero que en el foro internacional más importante del mundo tiene el tono de una declaración formal de voluntad política: «Argentina tiene capacidad y voluntad de pago y va a pagar su deuda pese al acoso de los fondos buitre», y destacó que el problema es con el 1% que no aceptó las condiciones acordadas oportunamente por el 92,4% de los acreedores.
Que la Presidenta iba a tratar como tema central de su exposición el conflicto con los buitres era previsible. La guerra contra los fondos especulativos está omnipresente desde hace meses en los medios de comunicación. Así fue como en las últimas semanas se venían fogoneando señales contradictorias desde algunas de las usinas informativas afines a los bonistas amparados por el fallo del juez Thomas Griesa. Por caso, para el diario La Nación, en la reunión de presidentes del grupo G20 que se desarrollará en Australia en noviembre no se permitirá hablar del problema desatado por el magistrado neoyorquino. «No será un portazo», aclaraba el informe, pero señalaba que en la preparatoria del encuentro de los 8 países desarrollados y los 11 emergentes no hubo acuerdo para el «tratamiento sobre tablas» de la situación argentina, que se derivaría a los oficios del FMI.
No llores por mí
La propia Presidenta se encargaría a través de su cuenta de Twitter de destacar que el G20 sí tratará la cuestión de las deudas soberanas luego del «extraordinario apoyo que tuvo la resolución de la Asamblea de la ONU para establecer un marco regulatorio internacional». En la red social ironizó sobre un tema que mantiene al mundo financiero en debate por las consecuencias para futuros arreglos de deuda. «Esta vez no es “No llores por mí Argentina”. Es “No llores por mí, the world”», dijo Cristina Fernández.
La mandataria resaltó en la sede de Naciones Unidas el respaldo de los 124 países al reclamo nacional. Pero ya venía haciendo lo propio acerca de los múltiples apoyos en todos los foros internacionales por el controvertido fallo. Fue así que ni bien llegada a Nueva York mantuvo reuniones con representantes gremiales de todo el planeta. Entre ellos había miembros de la Confederación Sindical Internacional (CSI), que nuclea a unos 180 millones de trabajadores, de la Confederación Sindical de Trabajadores de las Américas (CSA), que suma otros 50 millones, y de la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL-CIO), que tiene más de 12 millones de afiliados. Un nada despreciable caudal total de 242 millones de trabajadores en las principales naciones del globo. Ellos, según interpretó Cristina, se saben las primeras víctimas de la especulación desenfrenada, como les viene ocurriendo en naciones donde la desocupación es un flagelo creciente. «Agradezco la solidaridad de los trabajadores –añadió–, que creo que también es en defensa propia».
De un modo quizás inesperado, la Presidenta también recibió al financista húngaro estadounidense George Soros, un gesto trascendente de un hombre que sabe de especulaciones y que viene dando muestras de que es dable hacer negocios en Argentina, al punto que se convirtió en el cuarto mayor tenenedor de acciones de YPF al comprar el 3,5% del paquete accionario en 450 millones de dólares de la petrolera de bandera.
La mandataria tuvo, por otro lado, un significativo encuentro con Luis Alberto Moreno, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, hoy por hoy uno de los pocos organismos de crédito internacional en condiciones de prestarle dinero a la Argentina. Un día antes, se había encontrado con el Papa (ver aparte) en una entrevista que va en la misma dirección de apoyo a una posición que está siendo mirada en el mundo con grandes expectativas por los sectores más afectados por la especulación o por los ideológicamente contrarios al sistema financiero global. Y que los medios ningunearon hablando más de los regalos que le llevó que de la implicancia política que tuvo un encuentro semejante en estas circunstancias.
Los fondos buitre, mientras tanto, no se mantuvieron quietos, a la espera de que finalmente el juez Thomas Griesa consiga que cobren de algún modo el dinero que esperan sacarle al país. Es así que pagaron, a través de la American Task Force Argentina (AFTA), una solicitada en los diarios nacionales más cercanos a sus intereses donde bajo el título Un ejemplo de falta de solidez, dicen que «la Argentina ha vivido durante décadas por encima de sus posibilidades, no paga sus deudas y está por eso casi aislada del tráfico internacional de pagos». La AFTA (un anagrama de corte militar que podría traducirse sin forzar el idioma de Shakespeare como Fuerza de Tareas contra la Argentina) agrega que «el desprecio de la presidenta Cristina Kirchner por los tribunales estadounidenses, y la negativa de la Argentina a pagar sus deudas o negociar con los acreedores, ha provocado críticas internacionales».
La solicitada incluye una frase del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, luego respondida desde Buenos Aires por el jefe de Gabinete y en Nueva York por Fernández de Kirchner. «En la Argentina insultan a los fondos y los llaman “buitres”, pero la causa del problema es la propia Argentina», publica AFTA en el texto pago. «Alemania siempre ha tenido una actitud hostil», interpretó Jorge Capitanich. En tanto, ante los representantes de los 193 países que integran la ONU, la mandataria recordó por su parte, que el término fondo buitre no fue acuñado por presidentes populistas latinoamericanos sino por el entonces primer ministro británico, Gordon Brown, en 2002. Y que los catalogó de inmorales.
—Alberto López Girondo