27 de septiembre de 2017
Riesgo. En Salta, tras las PASO, hackearon el código fuente de las máquinas electorales. (Télam)Con escaso sentido de la oportunidad, en medio de los cuestionamientos que recibió el gobierno nacional por lo ocurrido con el escrutinio provisorio de las primarias bonaerenses, funcionarios nacionales y provinciales reinstalaron un debate que parecía superado luego del fracaso de la reforma electoral que el oficialismo intentó imponer en el Congreso Nacional el año pasado: el voto electrónico. La gobernadora María Eugenia Vidal, protagonista de los efusivos festejos del 13 de agosto cuando se daba por ganadora a la fórmula encabezada por el exministro de Educación, Esteban Bullrich, salió al cruce de los dirigentes de Unidad Ciudadana que denunciaban manipulación del conteo de votos: «Le deben una explicación a la sociedad sobre por qué no apoyaron el voto electrónico». Lo propio hizo el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta: «Esto sucede porque no se votó en el Congreso el voto electrónico». Hasta aquí, chicanas poselectorales. Pero avanzando en la argumentación aparecieron los signos de aquello que ahora se denomina posverdad y que no es más que una nueva forma de llamar a la mentira. «Escuché a referentes y no sé si incluso a la propia expresidenta (Cristina Fernández de Kirchner), pronunciarse en contra del voto electrónico, que se usa en todas partes del mundo», expresó la mandataria bonaerense. En ese marco, además de preguntarse qué podría haber ocurrido si el conteo de votos de las PASO quedaba en manos de las computadoras de una empresa contratada por el Gobierno, sin registro en papel, vale la pena analizar si este sistema está vigente en todo el mundo, como sostienen en Cambiemos y amplifican los medios afines. Y, por supuesto, no es así. Solo 7 países usan esta modalidad. De ellos, 3 (Brasil, India y Venezuela) lo aplican en todo su territorio. Los otros casos, entre ellos Estados Unidos, aplican esta modalidad en estados, regiones o provincias, pero no a nivel nacional. Pero lo más interesante es que países como Alemania, Australia, Finlandia, Holanda, Irlanda y Polonia, luego de experimentar la modalidad de sufragio mediado por computadoras, desistieron y lo prohibieron. El caso más renombrado es el de Alemania, donde el Tribunal Constitucional hizo lugar a una demanda que apuntaba, entre otras cosas, a la falta de confiabilidad del software utilizado.
Los riesgos experimentados en esos países, y que motivaron el retorno al voto con boletas de papel, apuntaban al carácter secreto del voto, que es garantía de la autonomía del sufragio, y a la opacidad en el conteo, que quedaba en manos de expertos y de la empresa interviniente, sin participación de la ciudadanía. Cuestiones que fueron advertidas en nuestro país por numerosos especialistas convocados al debate en el Congreso de la reforma electoral que el macrismo intentó aprobar en 2016. Una voz reconocida en materia de seguridad informática, el creador de Wikileaks, Julián Assange –asilado en la embajada de Ecuador en Londres desde 2012–, participó de una videoconferencia en Buenos Aires. Allí, consultado acerca del sistema de voto electrónico, respondió: «Muchos sostienen que la votación electrónica puede hacerse con seguridad. Pero, desafortunadamente, por ahora no hay ejemplos consistentes que demuestren que es así».
En definitiva, si bien se pueden estudiar formas de mejorar el sistema electoral, por caso, la boleta única en papel, queda claro que el voto electrónico conlleva más riesgos que seguridades y, al mismo tiempo, la boleta en papel permite un control efectivo, tal como se demostró en cada elección reñida que se registró en los últimos años en la Argentina. Si se busca más transparencia, lo mejor es comenzar por evitar la manipulación del conteo, tal como ocurrió en agosto, y luego debatir en forma abierta y participativa cuál es el mejor sistema para nuestro país. El voto electrónico, tal como muestra la experiencia internacional y al contrario de lo que sostienen los dirigentes oficialistas, no parece el más adecuado.