28 de diciembre de 2016
Trabajadores. Seguirán pagando un impuesto cuyo fin se anunció en la campaña. (gentileza Cubiertos París)
La discusión de los distintos proyectos parlamentarios en pugna registrada en los medios se centró solo en el Impuesto a las Ganancias, cuando en verdad la cuestión era la cuarta categoría, o sea la que afectaba a las rentas del trabajo. El gobierno nacional aludió a las urgencias fiscales para tratar de extender el impuesto a mayor cantidad de trabajadores, pero no hubo un solo párrafo o comentario verbal referido al Impuesto a las Ganancias que pagan las empresas, una categoría que aporta significativamente a la recaudación total de Ganancias. Mucho menos apareció en la discusión la reciente eliminación del impuesto a los dividendos distribuidos por las empresas. ¿No pensaron en el desfinanciamento del fisco que significaba esta medida? Y está claro que tampoco pensaron en los menores ingresos provenientes de la aguda reducción de la alícuota de uno de los impuestos más progresivos del sistema como es el de Bienes Personales.
Más aún, ¿cómo se puede culpar del supuesto desfinanciamiento al impuesto a las rentas del trabajo cuando este mismo gobierno ha eliminado las retenciones a los productos agrícolas y a la minería y ha reducido las aplicadas a la soja? ¿O cuando se decide un amplio perdón fiscal que alcanza a las grandes corporaciones?
La cuestión de fondo que surca esta discusión es la decisión gubernamental de producir una fuerte transferencia de ingresos hacia los grupos económicos concentrados, a costa de los trabajadores, de los sectores de menores ingresos y de las pequeñas y medianas empresas.
Desde la óptica macrista es una cuestión de concepto. A pesar de las promesas de campaña, ellos creen que el trabajo debe tributar ganancias e intentan igualarlo con las rentas de la propiedad y las ganancias empresariales. Pero la idea de fondo, expresada en diversas alocuciones del presidente Mauricio Macri y varios de sus ministros, es la necesidad de producir cambios en la legislación laboral para ir hacia una flexibilización del trabajo que los argentinos ya padecimos.
La postura del oficialismo sobre el Impuesto a las Ganancias dejó en claro la intención de querer afianzar la pérdida del 10% en promedio que tuvo el salario real de los trabajadores registrados en 2016, y desde allí en más negociar las paritarias en función de la inflación proyectada por el Banco Central, o sea del 17% para todo 2017.
No es casual que las medidas para generar ingresos fiscales, propuestas por los diputados en el proyecto que obtuvo media sanción en primer término, que más han irritado al gobierno macrista, hayan sido la reinstalación de las retenciones a la minería y el nuevo impuesto a los inmuebles improductivos. Esto ocurrió porque van en la dirección contraria a la distribución del ingreso que anhela el Ejecutivo.
Para nosotros lo esencial es impulsar una profunda reforma tributaria, con participación popular, que tenga como objetivo diseñar un sistema impositivo más equitativo y más progresivo, gravando los dividendos, la renta financiera especulativa y otras fuentes de ingresos, así como los bienes personales, con especial énfasis en los activos productivos no utilizados. Adicionalmente, se deben reducir al máximo los inequitativos impuestos que recaen sobre el consumo como el IVA y otros.
Resulta difícil entender la discusión sobre el Impuesto a las Ganancias de la cuarta categoría, si no se la ve como parte de una avanzada más del gobierno nacional para profundizar la regresiva transferencia de ingresos que desean instalar en la economía, en beneficio de los grandes grupos económicos concentrados, que han cedido sus CEO para ocupar los puestos más relevantes del gobierno. Queda claro que la afirmación sellada en un spot preelectoral, aquello de «en mi gobierno los trabajadores no pagarán ganancias», no era más que una promesa electoral de un presidente que evidencia no tener interés alguno en cumplirla.