23 de septiembre de 2015
Apoco menos de un año de los Juegos Olímpicos, a celebrarse en Río de Janeiro en 2016, el deporte nacional exhibe señales positivas en su preparación frente al exigente desafío de progresar en el más alto nivel. Más allá de la disparidad de los resultados, se advierte en nuestro deporte un lento pero sostenido crecimiento en varias disciplinas, junto con mejoras en infraestructura y organización, estas últimas de especial importancia para competir en torneos que convocan a los mejores atletas del planeta.
De cara a Río de Janeiro 2016, varios atletas y equipos nacionales vienen cumpliendo buenos desempeños en competencias de relieve –los Juegos Panamericanos de Toronto y mundiales en 2015–, que abren expectativas a corto y largo plazo. Dos ejemplos lo constituyen el atletismo y la natación, deportes tradicionales de la competencia olímpica. En ellos, los jóvenes nadadores santafesinos Federico Grabich y Santiago Grassi se destacaron en Toronto al conseguir tres medallas luego de 12 años sin éxitos para el país en el certamen regional, un hecho que marca el resurgimiento de una disciplina que se había quedado sin referentes durante la última década. Por su parte, en el Mundial de Atletismo disputado en Beijing, tres argentinos arribaron a la final de su especialidad: Braian Toledo en lanzamiento de jabalina, Germán Chiaraviglio en salto con garrocha y Germán Lauro en lanzamiento de bala. A estas dos disciplinas se suma el judo con su principal exponente, Paula Pareto, flamante campeona del mundo al consagrarse en la categoría de hasta 48 kilos en el torneo de Kazajistán. También la dupla de beach vóley conformada por Ana Gallay y Georgina Klug, el handball femenino, el hóckey masculino y femenino, los equipos de tiro, vela y equitación –por citar algunos de los deportes con menor difusión y sin el poder económico de otras actividades– consiguieron logros relevantes en 2015.
En este panorama, cobran notoriedad determinadas políticas impulsadas desde el Estado en los últimos años. Una de ellas, acaso la más importante, fue la creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento (Enard), mediante una ley aprobada por el Congreso de la Nación en 2009. El Enard, organismo de conducción alternada entre la Secretaría de Deportes del Ministerio de Desarrollo Social y el Comité Olímpico Argentino (COA) que se financia a través del 1% del impuesto a la telefonía celular, cumple actualmente un papel clave al sostener económicamente a sus atletas para que incrementen sus rendimientos deportivos. Entre sus acciones inciden el otorgamiento de becas y subsidios, acompañados de otros recursos como asistencia médica, contratación de entrenadores y equipamiento técnicos, con el fin de que los deportistas completen su preparación y participen en los más importantes torneos olímpicos.
Existen, de todos modos, asignaturas pendientes y cuestiones a considerar en lo que concierne al rendimiento colectivo y la proyección a futuro. Pese al continuo apoyo del Enard –destinó 352 millones de pesos para la preparación de los atletas con miras a los Juegos Panamericanos–, la Argentina aún no logra situarse en el lote de países que se erigen como las grandes potencias de la región. En Toronto, la delegación albiceleste no consiguió aumentar su caudal de medallas y estuvo muy lejos de desplazar a Colombia del sexto lugar de la clasificación general, uno de los principales objetivos que se propuso el Enard en la competencia. Incluso obtuvo menos oros que en Guadalajara 2011, aunque más deportes llegaron a las instancias decisivas.
Al margen de la cantidad de trofeos acumulados y de la ubicación en el medallero, que no reflejan el desarrollo deportivo de un país, se vislumbra un reto más trascendente: fortalecer y afirmar políticas de Estado con el objetivo de ampliar la base de atletas de alto rendimiento. Más allá de los cambios de gobierno, lo fundamental es continuar y perfeccionar un impulso a la práctica deportiva en todos sus niveles sociales, que prosiga en el tiempo, como sucede con otros países que se destacan debido a su organización planificada y consecuente de muchos años.