26 de octubre de 2017
La sobresaliente actuación de Lionel Messi en la última jornada de las eliminatorias sudamericanas provocó desahogo y algunas muestras de euforia en el público argentino. No era para menos. Con sus goles en la altura de Quito, ante Ecuador, el astro del Barcelona logró desactivar lo que hubiese significado un rotundo fracaso del seleccionado de fútbol: no asistir a una copa del mundo tras once participaciones consecutivas.
Sin embargo, la clasificación para el próximo mundial de Rusia con Messi en su mejor versión no oculta los continuos desmanejos dirigenciales que exigen un profundo replanteo en la estructura del seleccionado. Especialmente porque la desorganización institucional, agravada en el último año y medio, afectó al equipo nacional. No debe soslayarse, en ese plano, que Argentina tuvo en las eliminatorias a tres entrenadores (Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli), disputó sus encuentros de local en cinco estadios distintos –ya sea por necesidad de resultados favorables o por intereses económicos– y utilizó en una competencia de apenas 18 fechas un total de 60 futbolistas. Esta situación se vincula directamente con decisiones que trascienden al juego. Los técnicos citados coincidieron con un tiempo en el que la AFA tuvo tres conducciones distintas: primero la presidió Luis Segura; luego Armando Pérez, designado por la Comisión Normalizadora que intervino la AFA por presiones del gobierno nacional; y finalmente, Claudio Tapia, actual titular, quien asumió tras un sinfín de pujas políticas.
La llegada de Tapia al poder, apoyada por el presidente de Boca, Daniel Angelici, impuso cambios como la reprivatización de las transmisiones televisivas del torneo local, la creación de una liga que refuerza el dominio de los clubes grandes y el nombramiento de Sampaoli al frente del seleccionado. El arribo de un nuevo técnico no se tradujo en un golpe de efecto positivo inmediato. Por el contrario, los cambios compulsivos de entrenadores se inscriben en una crisis que viene de lejos. En los últimos 13 años, de hecho, el equipo nacional tuvo ocho técnicos, cada uno con un libreto diferente, en la mayoría de los casos sin tiempo suficiente para definir un estilo de juego como ocurre con otras potencias (Alemania y España, por citar los más emblemáticos).
En ese lapso, además, incidió la decisión de desarmar la estructura de juveniles diseñada por José Pekerman y Hugo Tocalli. Un ciclo pródigo no solo por los logros sino también por forjar una identidad de juego y nutrir a los mayores. Otro factor que explica los persistentes problemas del seleccionado se liga con el exitismo que rodea al fútbol argentino, fogoneado por determinados medios y periodistas que priorizan el show y las insidias en detrimento del análisis. Así, desde distintos sectores se condenó con dureza a un grupo de futbolistas por perder tres finales consecutivas
Con el Mundial de Rusia en el horizonte, el seleccionado enfrentará desafíos que exigen tomar otro rumbo. Entre los más importantes, los dirigentes deben asumir el compromiso de defender un proyecto, sin dejarse llevar por injerencias externas o cambiando de plan a mitad de camino. Todo en el marco de una reestructuración integral que no sea dinamitada por el negocio. También sobre el técnico Sampaoli recaen arduas tareas. Lograr armar un equipo que sepa rodear a Messi apostando a un lento pero progresivo recambio que ayude a superar el golpe de las tres finales perdidas es, acaso, la más importante. Por último, y en lo que respecta a los futbolistas, se torna necesario dar señales de fortaleza en momentos adversos y contagiar al público, algo que ocurrió pocas veces en el último ciclo.
Decisiones que, en principio, persiguen un objetivo inmediato: levantar la tercera Copa del Mundo después de 32 años. Aunque para llegar a la gran cita, el 15 de julio en el Estadio Olímpico de Moscú, el fútbol argentino debería revisar lo ocurrido para que no sea Messi, una vez más, el que desactive los problemas. Se trata de reencontrar una identidad de juego extraviada, sustentándola en un plan a largo plazo con cimientos firmes.
Quito. Con sus goles, Messi consiguió el pasaje para el Mundial en el cierre de las eliminatorias. (Buendia/AFP/Dachary)