31 de julio de 2021
Por Alfredo T. García. En muchas ocasiones la historia ayuda a comprender los sucesos actuales. A mediados de 1979, el entonces ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, elaboró un índice de precios eliminando el rubro carnes rojas y sus derivados, debido al fuerte aumento que evidenciaba. El «índice descarnado» (así se lo llamó) intentaba dar una medición más baja de la inflación. En la actualidad, no solo las carnes rojas empujan la inflación, sino todo un conjunto de alimentos, ramo que viene creciendo más que el índice general. Un rubro que impacta fuertemente en la alimentación y en las condiciones de vida de la población, pero también es el que más peso tiene en el índice de precios, pues explica un cuarto de la inflación total.
La pandemia exacerbó las inequidades sociales ya existentes, incluso en los países más desarrollados. En este entorno, si bien en forma aún tímida, están cambiando algunos enfoques económicos. Un ejemplo de ello es el reconocimiento, por parte del FMI, de que en Argentina la inflación es multicausal. No obstante, muchos analistas vernáculos siguen insistiendo con que la inflación deriva del déficit fiscal y la emisión monetaria. Y aunque en la actual coyuntura nacional los equilibrios macroeconómicos están conservados, siguen insistiendo en que la inflación la causa el Estado. Pero el verdadero problema es más complejo. Centrémonos en dos aspectos importantes: los aumentos de precios internacionales de las materias primas, y los comportamientos de las grandes empresas formadoras de precios.
Desde el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos siempre se sostuvo la necesidad de desvincular los precios externos de nuestras exportaciones de granos y carnes, de los que pagan los consumidores argentinos. El presidente Alberto Fernández lo expresó claramente: «Yo celebro que Argentina exporte carne, pero no que les hagan pagar los precios que les hacen pagar a los argentinos».
Las grandes empresas suelen abusar de su dominio de mercado para elevar los precios de sus productos y así maximizar sus ganancias. Una actitud que se encuentra en todo el proceso productivo, lo cual perjudica al productor y al consumidor. De allí que es esencial, además de seguir manteniendo los equilibrios económicos, el estudio de las cadenas de producción para analizar dónde se encuentran los abusos de márgenes y poder actuar en consecuencia.