Opinión

Ezequiel Fernández Moores

Periodista

Guardiola, un gran líder en crisis

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En problemas. Rostro de preocupación de Pep en el derby ante Manchester United, el pasado 4 de enero.

Foto: Getty Images

El partido del sábado próximo por la FA Cup contra Leyton (que marcha sexto en la segunda de Inglaterra) acaso ayude a superar la goleada 5-1 propinada por Arsenal el último domingo. Pero ya al martes siguiente (11 de febrero) el duelo será en casa y contra un Real Madrid que, seguramente, apostará a contragolpear con la dupla Vinicius-Kylian Mbappé. Será por la ida de dieciseisavos de final de la Champions. Duelo anticipado e inesperado. Consecuencia de la primera fase discreta que jugaron ambos; pero Real Madrid ya avisó varias veces que, especialmente en Champions, suele ir de menos a más. En cambio, el Manchester City de Pep Guardiola, de eso se trata este artículo, está sufriendo. Nunca en la historia moderna del fútbol un equipo rey experimentó una caída tan vertical.

Si Guardiola dijo alguna vez que su equipo ideal sería con once centrocampistas (incluidos un arquero de buen pie y un falso nueve) no debe ser casual entonces que la caída haya comenzado desde que sufrió una grave lesión su centrocampista número uno, el Balón de Oro Rodri, sobre quien giraba todo el equipo, mucho más que el gigante noruego Erling Haaland, el otro nombre propio que acaso ayude a entender la debacle. El Guardiola del falso nueve (Leo Messi fue su primer símbolo) buscó reinventarse hace dos temporadas fichando al rey de los nueve clásicos (Haaland), un cambio que dio resultado en la primera temporada (cinco títulos), pese a que las estadísticas ya avisaban que el City, paradójicamente,  hacía más goles cuando no tenía al noruego, que es una bestia del arco, pero también es un atacante contranatura para el estilo de Pep. Antes hacían goles todos. Haaland pasó a dominar una tercera parte de los nuevos goles. La obra colectiva pasó a ser una obra al servicio de Haaland. «Las fortalezas –escribió días atrás el especialista Jonathan Wilson– pueden convertirse fácilmente en debilidades». Y eso es parte de la fascinación del fútbol.

Más paradójico es que, en plena crisis actual, Guardiola, que asumió su cargo en 2016, renovó contrato por dos temporadas más, hasta 2027, mientras que Haaland firmó por otras diez temporadas, hasta 2034. Guardiola, eso sí, siempre admitió que el dinero ayudó a construir su notable racha de 39 títulos en sus 16 años de carrera como DT (14 con Barcelona, 7 con Bayern Munich y 18 con el City). Fue lo que hizo ahora. El City acaba de gastar 178 millones de libras esterlinas (222 millones de dólares) para fichar al atacante egipcio Omar Marmoush (59 millones de libras), a los zagueros juveniles Vitor Reis de Brasil (29,5 millones), Abdukodir Khusanov de Uzbekistán (33,5 millones) y Juma Bah, de Sierra Leona (4,75 millones, cedido al Lens). Curioso que el quinto y último fichaje haya sido el que más precisaba el City: el español Nico González (49,9 millones) para cubrir la baja del lesionado Rodri. 


Un plan desgastado
Para sus críticos, Guardiola compara cifras y demuestra que otros clubes han gastado más dinero que el City, es decir, que su colección de títulos, además de chequera, se debe también a un plan de juego triunfador. Pero es un plan hoy en crisis, desgastado, y no solo por la lesión de Rodri, sino también porque Pep no renovó a un mediocampo que se tornó viejo, lento y predecible. Es un mediocampo que, además, se «malcrió» jugando y que ahora, sin juego fluido, carece de herramientas para pelear los partidos, como le sucedió el domingo pasado. Sin experiencia en la gestión de derrotas, el City de Guardiola terminó cayendo 5-1 contra el Arsenal de Mikel Arteta, el discípulo humillando a su maestro.  Fue el último domingo, en el arranque de febrero.

Además de Arteta y de él mismo, hay otros tres entrenadores españoles en la meca de la Premier League (Unai Emery en Aston Villa, Andoni Iraola en el sorprendente Bournemouth y Julen Lopetegui en West Ham). Guardiola tiene solo 54 años, pero su herencia y su influencia en la historia del fútbol se refleja en más compatriotas exitosos (Xabi Alonso campeón en Alemania y Luis Enrique en Francia). Pep ya se había coronado en España y en Alemania, pero muchos críticos aseguraban que su juego de toque y posesión sería imposible en el fútbol físico y vertiginoso de Inglaterra, «en una noche de martes helado en Stoke», como ironizó algún especialista. En la Premier fue más rey que en ningún otro lado, rompió un record tras otro, de triunfos, puntos y títulos, y fue siempre fiel a su estilo. Sucedió que se produjo luego una nueva eliminación en Champions. La firme sensación de que a tanto dominio y posesión le estaba faltando más gol. Así fue que se decidió fichar a Haaland. Hubo éxitos inmediatos y elogios inevitables por la reinvención, pero sin analizar si se trataba de un pacto con el diablo, porque todos los registros posHaaland avisaban que, más allá de los triunfos, el volumen de juego comenzaba a caer.

Puro gol. El noruego Halland, el rompe-redes que fue clave en el equipo.

Foto: Getty Images

Al estilo en crisis (y a las lesiones continuas), se sumó el juicio de la Premier League. El City acusado de más de 100 violaciones a las normas de fair play financiero, de maquillar balances y de no brindar información fiel a los investigadores. El club propiedad de Abu Dabi conocerá el veredicto acaso en junio próximo. Podría sufrir simple multa o quita de títulos y hasta pérdida de categoría. A partir de los rumores que vaticinan un duro castigo, el City pareció comenzar a jugar como sabiendo la inutilidad de luchar por un nuevo título del que podrá ser despojado. Peor aún, hubo partidos últimos en los que pareció un equipo como resignado ya no solo a una derrota eventual, sino al infierno del descenso, no de categoría (imposible por la calidad de su plantel), pero sí porque parece jugar a la ruleta rusa, a una caída cuyo final todavía no ha llegado. En la derrota de Champions 4-2 contra PSG (un partido que inició ganando 2-0), el francés parecía el equipo de Pep, no el inglés. Más difícil fue el domingo último contra Arsenal: al minuto 23 segundos de iniciado el juego, el City sufrió una pérdida tonta al salir jugando desde el fondo y Arsenal se puso 1-0. Y a los 85’, ya con Arsenal goleando 4-1, los defensores del City parecían rústicos futbolistas de ascenso, rodeados por rivales y sin saber cómo sacar siquiera la pelota de su área. Impropio para equipos de Guardiola; pero postales claras de la debacle.

Contra PSG, la cadena francesa Canal Plus publicitó el partido utilizando una de esas máquinas de signos vitales de los hospitales, referencia a que ambos equipos precisaban la victoria para evitar riesgos de eliminación de la Champions. El City no abandonó todavía la sala de terapia intensiva. Otrora fortín, el mediocampo se convirtió en el punto más vulnerable, con Kevin de Bruyne desgastado a sus 33 años, Bernardo Silva sobrecargado, Ilkay Gundogan lejos de sus mejores años y Mateo Kovacic (30 años) imposibilitado de imitar a Rodri, más Phil Foden y Jack Grealish, irregulares por lesiones y también prematuramente «quemados», como agotados por el juego de presión y movilidad permanente que impone Guardiola, un líder también en crisis, con episodios de autolesión que llegaron a alarmar a su entorno. El propio Guardiola afirmó alguna vez que, aun si dirigiera al más modesto de los equipos, su objetivo sería siempre adueñarse de la pelota. No lo puede hacer hoy con el City. Y, peor aún, si lo hace, parece en realidad un truco del rival, que le cede la pelota sabiendo que ya no es la máquina de antes, que se la quitará apenas presione y que lo dejará desnudo a la primera de cambio.        

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