6 de agosto de 2014
Saben los jóvenes que pueden asociarse a una cooperativa u organizarse para formarla? ¿Conocen los beneficios que esto implica y las diferencias con otro tipo de empresas? No tenemos una respuesta exacta, pero en una sociedad global que muestra continuamente un modelo de éxito individual y a la juventud como «el estado ideal de la vida», predomina la idea de que las opciónes son esperar una oportunidad «salvadora» o emprender una búsqueda laboral y aceptar lo que se encuentre. En este mismo contexto hay que tener en cuenta que el impacto de la crisis mundial en el empleo de la juventud es muy fuerte –aunque en América Latina las políticas distributivas impulsadas por algunos países de la región aminoran este efecto– y a ello se suma la creciente informalidad que dificulta el acceso a un trabajo digno. En ese plano, advertimos un problema más: el desencuentro entre los deseos, las aspiraciones, la formación (que es cada vez más accesible y calificada) y la proyección laboral. Frente a estas circunstancias, donde se ve vulnerado el derecho al acceso al empleo, ¿cómo se recupera y afianza el estímulo por el estudio y por el trabajo, el cuidado por lo que es de todos y la confianza en la democracia?
En un sentido, podemos asumir que esta circunstancia está vinculada a la cantidad y calidad de oportunidades con las que podemos encontrarnos a lo largo de nuestro paso por las instituciones educativas y en nuestro medio cercano para, entre otras cosas, reflexionar sobre la organización del trabajo y aprender sobre los distintos modelos. Conocer el cooperativismo y qué representa en términos de un instrumento que colabora con la transformación de la organización social y económica predominante, requiere estudiarlo y ponerlo en práctica.
No son problemas que se puedan resolver únicamente desde el movimiento cooperativo, pero sí podemos plantearlos, proponer y ensayar respuestas. Las organizaciones de la economía social y solidaria, además de ser fundamentales para el desarrollo local y sostenible, ayudan a pensar qué oportunidades pueden brindarles a los jóvenes y, fundamentalmente, son una herramienta para construir junto a ellos, para reflexionar sobre nuestras prácticas, para pensar en qué mundo vivimos y cómo llegar al mundo en el que queremos vivir.
Al respecto, en la última reunión de consejo de la Alianza Cooperativa Internacional, realizada en Bruselas, se aprobó un documento que brinda un marco para conformar una Red de Juventud global. No es la solución a los problemas enumerados anteriormente, pero es un primer paso para reunir y poner en contacto a jóvenes de distintos países vinculados al movimiento cooperativo. La propuesta es que la Red de Juventud de la Alianza sea un órgano de consulta, asistencia y representación del movimiento juvenil ante la asamblea general de la Alianza. Entre los objetivos de esta Red se encuentran los siguientes: promover la educación y la investigación; difundir los valores y principios cooperativos; fortalecer la comunicación desde y hacia las juventud; incentivar la participación y el desarrollo de los jóvenes de todas las nacionalidades dentro del movimiento cooperativo; y emprender acciones necesarias conducidas por la juventud para la construcción de sociedades más justas e igualitarias. Organizar este espacio de manera colaborativa, de modo tal que permita reunir y articular a la juventud cooperativa del mundo, es una tarea impostergable. No hay duda de que los aportes, miradas y preocupaciones de la juventud son de gran valor. Esta Red puede fortalecer al movimiento y ser una herramienta que ayude a que sean cada vez más los que se involucren y puedan tener la posibilidad de elegir.