12 de agosto de 2015
El resultado de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) celebradas el domingo 9 de agosto admite como siempre en estos casos múltiples lecturas e interpretaciones.
La primera, aunque reiterada por la mayoría de los candidatos y analistas, es valorar la participación democrática de la ciudadanía en elecciones transparentes, más allá de la lentitud del escrutinio.
Este no es un dato menor, habida cuenta de que tras 200 años de historia, recién estamos computando 32 de vigencia constitucional ininterrumpida. O sea que la democracia constituye un valor compartido por la mayoría del pueblo argentino y los procesos electorales permiten dirimir las diferencias y tensiones entre las distintas corrientes políticas, sin poner en peligro el funcionamiento de las instituciones republicanas.
Eso sí, pareciera indispensable modificar el uso tradicional de las boletas de papel para cada una de las fórmulas, ya que su recuento se torna sumamente complejo, especialmente cuando hay una sumatoria de candidaturas para cubrir diversos cargos electivos, como ha ocurrido en la provincia de Buenos Aires.
Pero lo más importante de la contienda fueron los resultados y las perspectivas que se abren con vistas a las presidenciales convocadas para el domingo 25 de octubre de este año. Al momento de redactar esta nota, con el 97,8% de las mesas escrutadas, el veredicto de las urnas indica que el 38,4% de la ciudadanía votó por la fórmula del Frente para la Victoria, integrada por Daniel Scioli y Carlos Zannini, para presidente y vice, respectivamente. El segundo puesto lo ocupó la alianza Cambiemos, con un total del 30,07% y con un claro liderazgo del actual jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el ingeniero Mauricio Macri.
Dentro de esta coalición, claramente opositora al kichnerismo, también compitieron el referente de la Unión Cívica Radical Ernesto Sanz y la diputada Elisa Carrió, por la Coalición Cívica, con un escaso porcentaje de preferencias que orilló el 6% entre los dos. O sea que quedaron muy lejos del 25% de Macri. Esta brecha hace pensar que el PRO ejercerá la hegemonía del espacio, con la consiguiente disminución relativa de los otros dos componentes al momento de repartir cargos. Es de hacer notar que el pobre desempeño de la doctora Carrió a la hora de medir su popularidad electoral contrasta con la trascendencia que tienen sus espectaculares denuncias y su presencia mediática.
Otro dato cuantitativo fueron los votos obtenidos por Sergio Massa y José de la Sota, integrados en la alianza UNA, cuya sumatoria totalizó el 20,6% de los sufragios en beneficio del primero de ellos.
Muy lejos quedaron Nicolás del Caño, representante de la izquierda trotskista, quien aventajó al principal mentor de este espacio, Jorge Altamira; como así también Margarita Stolbizer, con la agrupación Progresistas, y Adolfo Rodríguez Saá, de Compromiso Federal.
No obstante, estas últimas 3 agrupaciones superaron el piso del 1,5% e intentarán mejorar su desempeño en octubre.
Indudablemente, el mejor posicionado es el Frente para la Victoria, muy cercano al 40%, pero todavía con una distancia menor al 10% que lo ubicaría como ganador en primera vuelta. Esto implica que deberá negociar con otras expresiones contenedoras de ciudadanos enrolados en la tradición peronista, o bien hacer acuerdos con sectores que podrían tener afinidad con el kirchnerismo pero con determinadas condiciones.
Por su parte, Macri y Massa procurarán acercar posiciones con vistas a conformar alguna forma de coalición, no tanto porque los une el amor, sino el espanto a la continuidad del Proyecto Nacional y Popular encarnado en las figuras de Scioli y Zannini.
Más allá de estas especulaciones, corresponde destacar el excelente desempeño de estos últimos, al cabo de 12 años de gobierno del signo que ambos representan. Y en este sentido, cabe afirmar que la mayoría de los votos obtenidos pertenecen a la figura emblemática de este proceso político: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.