Opinión | A fondo

Democracia y economía solidaria

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Las empresas cooperativas argentinas ayudan a construir un país mejor». Bajo ese lema, el Congreso Argentino de las Cooperativas realizado en 2012 permitió actualizar el mapa de la economía solidaria en todo el territorio nacional. En nuestro país las cooperativas comenzaron a formarse por la impronta de las corrientes migratorias, cuya experiencia en los respectivos países de origen incluía el bagaje cultural del cooperativismo y el mutualismo. Así, florecieron infinidad de experiencias destinadas a resolver innumerables necesidades, a la par de garantizar la defensa de los intereses populares frente a los grupos económicos concentrados y sus prácticas monopólicas.
A lo largo de más de un siglo, tomando como punto de partida la fundación de El Progreso Agrícola de Pigüé, en 1898, el cooperativismo ha jugado un papel clave en el mejoramiento de la calidad de vida de millones de compatriotas y, simultáneamente, ha sido un refugio democrático luego de los reiterados golpes de Estado. Por estos días estamos celebrando como un hecho inédito de nuestra historia patria los primeros 30 años consecutivos de vida democrática. El desafío hacia adelante es democratizar la economía, la cultura y el poder. Esto es, garantizar la justicia social para todos los habitantes, de modo que cada uno, desde su nacimiento hasta la vejez, goce de todos los derechos consagrados en la Carta Magna y las leyes que reglamentan su ejercicio.
En este punto, ponemos especial énfasis en el aporte que el cooperativismo, como una expresión concreta de la economía solidaria, puede hacer en función de consolidar la democracia, profundizarla y avanzar hacia nuevos logros para el buen vivir de nuestro pueblo. Cabe destacar el reconocimiento expresado por el papa Francisco al rol de las empresas cooperativas, subrayando que «tienen un largo futuro bregando por colocar en el centro de la escena al hombre y a la mujer y no al dinero», a la vez que criticó al modelo neoliberal salvaje por ser «expulsivo de la juventud y la ancianidad». Al respecto, la Alianza Cooperativa Internacional ha proclamado un Plan de Acción para la Década Cooperativa. Sin perjuicio de las diferentes miradas que conviven en ese organismo, debemos hacernos cargo de los objetivos estratégicos trazados y resignificarlos en función de la realidad latinoamericana; especialmente, en el caso de nuestro país, para incorporarlos a la construcción de una Argentina con más democracia y equidad distributiva.
Este gigantesco y a la vez impostergable desafío implica, según nuestro enfoque, la multiplicación de los esfuerzos para generar empleo decente, articular las acciones institucionales y empresariales de todas las ramas del movimiento y contribuir a la formación de nuevas generaciones de dirigentes cooperativistas imbuidos de los principios y valores de la cooperación y fuertemente comprometidos con un proyecto de país para todos. En este sentido, resulta de vital importancia la participación de los cooperadores que ocupan cargos directivos en las instituciones republicanas, contribuyendo a enriquecer la política con la visión y la experiencia acumulada por el ideario y la práctica de la cooperación. Y en esa dirección, nos enorgullece el ingreso de Ariel Guarco y Gabriela Buffa al Consejo de Administración de la ACI Mundial para representar al cooperativismo argentino.
Los cooperadores debemos intensificar la batalla cultural para instalar en la conciencia de las mayorías populares la convicción de que hay otra forma de organizar la producción de bienes y servicios, cuya esencia es la solidaridad, la convivencia fraternal y la creación de riqueza para el bien común. Y esto, que es urgente en todo el mundo, también es válido e imperativo en nuestro país, donde al cabo de 200 años de existencia aún está pendiente construir esa nueva y gloriosa nación soñada por los próceres y por quienes hemos asumido ese objetivo como la razón de nuestra existencia en nuestra doble condición de ciudadanos y cooperativistas.

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