20 de mayo de 2021
Cuando debatimos integralmente la cultura y el arte también estamos pensando el país que queremos. Pensar en la totalidad implica también pensar en las partes que integran el todo y lo que representa cada una de esas partes.
En una de las últimas reuniones del Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas considerábamos que a la actividad artística y cultural argentina hay que volverla a diseñar desde una nueva cartografía que permita reconstituir nuevamente el estado general del núcleo social de la cultura. No podemos seguir pensando de manera tradicional la cuestión artística-literaria o las bellas artes. La política-cultural y la política-política deberían reconocer que los márgenes del debate cultural se han ampliado radicalmente.
Hoy debemos discutir los nuevos contratos con la naturaleza, la tenencia de la tierra, la defensa de la ecología. Y a su vez tener en cuenta la gran transferencia de la riqueza simbólica, metafórica, que se ha trasladado de los circuitos tradicionales a las plataformas digitales. Estamos viviendo una extraordinaria reapropiación acelerada de los capitales artísticos que salen del estado presencial y se radican en las redes virtuales.
Los márgenes del conflicto se han ampliado y van de lo territorial a lo tecnológico y viceversa. Desde una mirada estrictamente económica, la cultura aporta al Producto Interno Bruto cifras muy significativas que surgen de la suma de la comercialización de bienes. Hoy podríamos decir que los valores de uso y los valores de cambio de los bienes culturales tangibles e intangibles se relacionan y potencian como nunca, las palabras y las imágenes se venden en las redes. Existe una nueva mercancía experiencial y un nuevo tráfico de la mercancía que circula virtualmente por las redes.
Vivimos en sociedades vigiladas, donde las políticas requieren de nuevas miradas para reconsiderar las soberanías nacionales de manera integral. La propia pandemia es el resultado directo de una profunda alteración ecológica y maltrato de la naturaleza. Estas nuevas condiciones culturales no aparecen con claridad en la agenda política de todos los días. No estamos considerando a la cultura en sus verdaderas dimensiones. Todo se mercantiliza, los sentimientos, los afectos, las ideas, todo se puede vender o traficar. Se va naturalizando esta nueva lógica cultural donde todo está integrado al mercado o es negociable o puede entrar en estados de transacciones infinitas.
El Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas ante esta emergencia se ha propuesto pensar en un proyecto cultural integral para la pospandemia. Para ello impulsa la necesidad de una nueva cartografía nacional y federal de la cultura. Estudiar la vida institucional de cada disciplina artística y cultural. Considerar la propia legislación cultural: hace falta definir una Ley Nacional del Libro, una Ley Nacional de Danza, una Ley Nacional de las Artes Visuales. Hay que reconstituir las promociones culturales en cada provincia, en cada región, en cada municipio, en cada comuna. Hay que generar premios, planes de lectura, salones para las artes plásticas. El Teatro Nacional Cervantes y la Biblioteca Nacional deberían tener representaciones en cada provincia. El Ministerio de Cultura está realizando un gran trabajo en todas estas líneas estratégicas y también manejando la propia emergencia cultural en la coyuntura. Pero entre todos debemos repensar un nuevo modelo cultural considerando el país que queremos, con participación democrática en cada provincia y que nos permita salir de las formas unitarias y súper centralizadas de la vida cultural e institucional. Asimismo, es necesario un Congreso Nacional de Cultura que pueda –justamente– debatir el país que queremos, como el gran hecho cultural por excelencia.
Futuro. Artistas y trabajadores impulsan un proyecto integral para la pospandemia. (Télam)