8 de marzo de 2022
Un nuevo 8 M, Día internacional de las Mujeres Trabajadoras y Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, No binaries, Intersex y Bisexuales, tiene lugar en nuestro país y en todo el mundo. Los motivos de conmemoración ya son conocidos y nuestras luchas han costado, a lo largo de la historia, no pocas vidas. Por ellas, por los femicidios y travesticidios –se comete uno cada 27 horas en nuestro país–, volvemos masivamente a las calles, esas que no dejamos nunca.
Atravesamos el período más crítico de la pandemia en unidad. Mientras se agravaba la situación de vulnerabilidad de gran parte de la población, aumentaron los casos de violencia dentro y fuera de los hogares. El Estado debió atender la crisis sanitaria y, al mismo tiempo, implementar medidas de emergencia, como la lucha nacional contra las violencias.
La pandemia nos exigió nuevos cuidados y formas de encontrarnos y la crisis sanitaria desnudó lo que venimos denunciando desde siempre, en lo social y en lo económico. En ese sentido, la consigna «la deuda es con nosotras» es una metáfora que expresa desacuerdos con los ajustes sugeridos por el FMI y la deuda social interna y externa que heredamos de los gestores del último Gobierno neoliberal.
Una prueba de la potencia de nuestras luchas es, sin duda, la legalización del aborto. La Interrupción Legal del Embarazo tiene ya un año y el valor de este logro se mide, sobre todo, en las vidas que se han salvado. Que el derecho a informarse y decidir sobre sus propios cuerpos esté al alcance de todas, el desafío actual. Del mismo modo, dado que la Educación Sexual Integral y el acceso a los métodos anticonceptivos siguen siendo de escaso cumplimiento en algunos territorios, es necesario ser garantes de esos derechos como colectivo.
Sabemos que a luchar nos enseñaron las queridas Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo. Emociona sentirlas allí presentes con las nuevas generaciones. Con ellas, con las más jóvenes y con las pioneras, las conquistas toman impulso y van por más: por la equidad en los espacios para desarrollarnos y producir igualdad de oportunidades y condiciones. Hitos históricos y referencialidades nos inspiran. Demostramos cada año que la organización es vital para ampliar nuestros derechos y la agenda de reivindicaciones no se detiene. Aun así, las acechanzas y las contraofensivas a esta cuarta ola feminista son muchas.
A lo largo y a lo ancho de nuestros territorios, las cooperativistas sabemos que de manera dialéctica nuestras acciones se prolongan y proyectan en alianzas conjuntas con la sociedad civil, junto a los ecofeminismos, los feminismos populares, afrodescendientes y originarios, los derechos humanos por la paz mundial, por el trabajo y la producción en equidad.
Nos legitimamos en diálogos constantes con la economía social y solidaria sabiendo que la misma será inclusiva, participativa y feminista o no será. Aunque muchas y muchos no se definen feministas, diariamente aportan resistencia y trabajo a las luchas por el bien común y la justicia social. Entonces, hay miles de feminismos. Sin etiquetas podemos decir que somos mayoría quienes padecemos los embates y consecuencias de las inequidades de un mercado globalizado que concentra riquezas, no redistribuye y además es profundamente injusto y expulsivo.
La agenda futura nos prepara fortalecer nuevas empresas, militar una Justicia antipatriarcal y enfrentar los debates que nos debemos para protagonizar las transformaciones: es ahora, es cultural y son nuestras batallas para reactivar y restaurar los tejidos sociales dañados, siempre mejor juntas, juntos y juntes.
Este 8M muchas serán las demandas y las formas de adherir al paro internacional de mujeres. Lo que sabemos es que nosotras movemos el mundo y no hay desarrollo ni producción sin equidad. Y, como dice la página del Comité Regional para las Américas de la Alianza Cooperativa Internacional, se puede vivir en equidad de género. No solo se puede: se debe, y hacia ese horizonte nos encaminamos.