17 de January de 2025
La decadencia del país se expresa en la inestabilidad política y económica, y en la rebelión de algunas de sus excolonias en África. Pese a eso, el presidente Macron busca retener el poder a como dé lugar.
En problemas. Rostro de preocupación del presidente en una conferencia de prensa de fines de 2024.
Foto: Getty Images
El tembladeral político es elocuente: en apenas un año (2024), el Gobierno francés designó cuatro primeros ministros. Elisabeth Borne, Gabriel Attal, Michel Barnier y Francois Bayrou (el actual) conforman la lista. Es que el presidente Emmanuel Macron, más allá de lo que le dicen las urnas, busca mantenerse en el poder a como dé lugar.
Esta inconsistencia política agrava la situación económica. Según la Deutsche Welle –que cita a varias consultoras privadas francesas–, en 2024 han quebrado más de 66.000 empresas, 20% más que en 2023, y una cifra superior a la registrada durante la crisis de las hipotecas de alto riesgo en 2008. Son pymes, comercios minoristas y empresas muy pequeñas sobre todo en el área de la construcción.
A esto se suma un hecho histórico que, tal vez, sea la señal más clara de la decadencia francesa y de la reconfiguración del poder en África Occidental. Se trata de la «rebelión» de varias de sus excolonias. Niger, Mali y Burkina Faso –la Alianza de Estados del Sahel–, por ejemplo, concretaron el retiro de las tropas francesas de sus territorios, algo que, sin dudas, marca el fin de una era.
Costa de Marfil es otro de los países que ha dado un paso importante con el objetivo de expulsar al ejército francés de su territorio. En su discurso de fin de año, el presidente marfileño, Alassane Outtara, anunció que desde enero 2025 y en «forma concertada», Costa de Marfil recuperará la soberanía de la base militar de Port-Bouët, hasta ahora centro logístico de las operaciones armadas francesas en la región.
Tanto la expulsión de las bases militares en África como el replanteo de varios países en relación con los acuerdos de defensa preexistentes y a la cooperación militar reflejan, sin dudas, la pérdida de influencia de Francia en ese continente. Yibuti, en el estratégico paso de comercio internacional entre el Mar Rojo y el Golfo de Adén, continúa siendo el centro del sistema militar francés en África, al igual que Gabón, que siguen albergando fuerzas militares francesas.
En cambio, Senegal y Chad, dos puntos estratégicos para Francia, han dado un fuerte giro soberanista. En diciembre de 2024, el presidente senegalés, Bassirou Diomaye Faye, anunció el cierre de las bases francesas, y subrayó el rumbo ideológico de su país con dos preguntas: «¿Por qué debería haber soldados franceses en Senegal? ¿Qué país puede reivindicar su independencia si tiene soldados extranjeros en su suelo?». Faye, quien tiene excelentes relaciones con el presidente ruso Vladimir Putin, ha explicitado su interés en abrirse a nuevos socios como China y Rusia.
Chad, por su parte, había acordado con Francia el retiro gradual de las tropas estacionadas en la base militar de Yamena, pero el viernes 27 de diciembre sorprendió al Gobierno de Emmanuel Macron con el anuncio de que rescindía el acuerdo de cooperación en seguridad y defensa que data de 2019 y que las fuerzas francesas debían abandonar el país antes del 31 de diciembre.
«Esta decisión, tomada tras un profundo análisis, marca un punto de inflexión histórico. En efecto, tras 66 años desde la proclamación de la República del Chad, es hora de que el Chad afirme su plena soberanía y redefina sus asociaciones estratégicas en función de las prioridades nacionales», reza el comunicado de Cancillería.
Por la soberanía. Alassane Outtara, presidente de Costa de Marfil, anunció el retiro de tropas francesas en Port-Bouët.
Foto: Captura de pantalla
En picada
Las elecciones legislativas en Europa de junio de 2024 dejaron un mensaje inconfundible: un tercio del electorado francés votó al partido ultraderechista Reagrupación Nacional, liderado por Marine Le Pen y apenas el 15% al oficialismo. La impopularidad del presidente Macron se hizo tan ostensible que el mandatario se vio obligado a tomar medidas internas y decidió disolver la Asamblea Nacional y llamar a elecciones adelantadas.
El resultado no fue mejor. Francia, según refleja la actual Asamblea Nacional, está dividida en tres tercios. El primero, nuevamente, fue la extrema derecha de Reagrupación Nacional (33%). El segundo más votado (28%) fue una coalición integrada por cuatro partidos de izquierda armada, entre gallos y medianoche, para esas elecciones. En tercer lugar quedó el oficialismo con el 20%.
Desde ese momento, la inestabilidad política de Francia empezó a crecer en forma proporcional a los esfuerzos de Macron por mantenerse en el poder. Lejos de lo que indicaron las urnas, el presidente nombró como primer ministro al conservador Michel Barnier, exnegociador europeo del Brexit, votado apenas por el 6% de los franceses.
Barnier fue el premier que menos duró en ese cargo desde que existe la V República y el segundo expulsado por una moción de censura desde que, en 1962, el gaullista Georges Pompidou fuera impugnado por la oposición comunista y socialista de aquel momento. La moción de censura contra Barnier fue presentada por la izquierda del Nuevo Frente Popular y aprobada en diciembre pasado por la mayoría absoluta de los legisladores, incluyendo los de la externa derecha.
En el caso de 1962, con Pompidou, el entonces presidente Charles de Gaulle llamó a elecciones adelantadas y obtuvo una victoria contundente. Macron no puede hacerlo dado que, según la Constitución francesa, se puede disolver la Asamblea Nacional y anticipar los comicios solo una vez al año y ya los hizo en junio pasado.
Continuismo
Las maniobras de Macron para reemplazar a Barnier no fueron menos patéticas. El líder del partido centrista «Movimiento Democrático» (MoDem) y exalcalde de Pou, François Bayrou, logró imponerse como premier contra el deseo político del presidente. La debilidad de Macron ha llegado a extremos graves para la V República. Según el diario francés Le Monde, el presidente nombró primer ministro al líder de MoDem bajo amenaza. «Es así de simple: si usted no me nombra primer ministro voy a retirar a mis hombres de la coalición», le dijo Bayrou a Macron.
«Soy consciente del Himalaya que tenemos ante nosotros», dijo el flamante premier días después, al asumir en Matignon, tras aludir a la compleja situación financiera de Francia, que cerrará este año con un déficit público de más del 6%.
Bayrou logró formar gabinete antes de Navidad, como se había propuesto. Sin embargo, la parálisis política y las tensiones internas no se esfumaron. Según refleja la prensa, las expectativas de un Gobierno largo y estable son inexistentes.
«El equipo de Bayrou tiene un perímetro idéntico al formado por su predecesor, Michel Barnier. No ha conseguido cambiar las líneas de la división política resultante de las elecciones legislativas de junio/julio y se encuentra en una situación tan incómoda como la de su predecesor. Como las mismas causas pueden producir los mismos efectos, el nuevo primer ministro no es inmune a una moción de censura», sentencia el editorial de Le Monde del pasado 25 de diciembre.
Francia Insumisa, el partido de Jean-Luc Melenchon que representa el partido del Nuevo Frente Popular por su mayor número de diputados, anunció que va a presentar también una moción de censura contra Bayrou. No se sabe si, como sucedió con Barnier, lo acompañará el Partido Socialista, pero la ultraderecha ya hizo saber su disconformidad con el nuevo gabinete.
Jordan Bardella, el joven delfín de Marine Le Pen, atacó en su cuenta X: «François Bayrou ha montado una coalición del fracaso. En 2025, más que nunca, Reagrupación Nacional estará para defender y proteger a nuestros compatriotas, mientras esperamos el relevo».
El 14 de enero, Bayrou dará a conocer los lineamientos de su política y ahí se sabrá con qué apoyo cuenta. No obstante, esto parece ser apenas una circunstancia más en el marco de un modelo que agoniza. La estabilidad de Francia y la figura presidencial penden de un hilo.