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Brasil y una agenda de equilibrios

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Néstor Restivo

El país liderará el bloque en 2025, anunció el ingreso de Indonesia y apuesta a ser un contrapeso entre las potencias. Avanzar como opción de poder a Occidente, el gran interrogante.

Protagonista. Discurso de Lula en la reunión del grupo en Johannesburgo, Sudáfrica.

Foto: Ricardo Stuckert/PR

Tras la última cumbre de los BRICS en Kazán, Brasil asumió la presidencia del bloque en enero 2025, ahora ampliado de 5 a 11 países más otros en proceso de adhesión y que forman, de conjunto, un más que poderoso espacio planetario, en términos económicos, de recursos estratégicos y demográficos.

En la agenda que diseñó el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva para este año relucen varios ítems: desde el abordaje de una gobernanza global inclusiva al uso responsable de la inteligencia artificial y el financiamiento para combatir el cambio climático, entre otros.

Como se sabe, BRICS es Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, socios fundadores. Y se sumaron Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán el año pasado. También se sabe que Argentina era parte de esa ampliación hasta el portazo del presidente Milei en su primera y contundente acción diplomática, apenas asumido en diciembre de 2023.

El año es auspicioso para los BRICS, la organización más representativa del Sur global: Brasil acaba de anunciar como una de sus primeras novedades de su ciclo presidencial que nada menos que Indonesia (primera economía de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático –ASEAN– y cuarto país más poblado luego de India, China y EE.UU.) se suma como socio pleno, el número 11. Y Sudáfrica decidió, en el final de 2024, exenciones impositivas para que fabricantes de China de autos eléctricos, sector que lidera el gigante asiático, se instalen en su territorio, que es el mayor productor mundial de manganeso, extractor de níquel y poseedor de tierras raras, componentes esenciales de esos autos.

Otros socios en proceso de adhesión son Cuba y Bolivia por América Latina y otros de Asia y África, de gran talla e importancia como, por ejemplo, Turquía o Nigeria, respectivamente.

Plan de mandato
Bajo el lema «Fortaleciendo la Cooperación en el Sur Global para una Gobernanza más Inclusiva y Sostenible», la presidencia brasileña pro tempore del bloque trabajará en dos ejes principales, según informó: la cooperación en el Sur Global y la reforma de la gobernanza global. Y fijó cinco prioridades:

1) Facilitar el comercio y la inversión entre los socios mediante el desarrollo de medios de pago, 2) promover una gobernanza inclusiva y responsable de la inteligencia artificial para el desarrollo, 3) mejorar las estructuras de financiamiento para hacer frente al cambio climático, en diálogo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025 (COP30), 4) fomentar proyectos de cooperación en el Sur Global, con énfasis en salud pública, y 5) fortalecer la institucionalidad del BRICS.

La primera semana del año, el sherpa brasileño en los BRICS, Eduardo Saboia, dijo que «si se quiere construir un mundo mejor, un mundo sostenible, los BRICS tienen que formar parte de esa construcción. Y es importante que estos países se entiendan entre sí, porque eso ayuda a un entendimiento más amplio (con otros países)». Para Agencia Brasil, agregó: «Tenemos estos países que son muy diferentes y tienen sistemas políticos distintos, y cada uno con sus propios desafíos, que se entienden y se reúnen cada año. Eso es bueno para todo el mundo, a partir de ahí se encuentran soluciones para la población».

La actividad será intensa. Habrá cien reuniones en Brasil de aquí a julio, cuando los líderes se junten en Río de Janeiro. Brasil terminará este mandato anual en enero de 2026.

Nuevo miembro. Lula junto a Prabowo Subianto, presidente de Indonesia, en Río de Janeiro, en la cumbre del G20.

Foto: Ricardo Stuckert/PR

Piezas de un rompecabezas
Lula deberá hacer gala de sus capacidades de equilibrista. Economía mayor de Latinoamérica, región a la que siempre quiere liderar y –se le critica– hasta hegemonizar (ahora con el lastre de la Argentina de Milei, que ya no empuja ni acompaña desde el Mercosur), y en lo interno con un Gobierno de coalición nacido sobre todo para evitar la reelección de la ultraderecha y del imprevisible bolsonarismo, el presidente brasileño es un negociador nato desde que conducía al sindicalismo obrero y de izquierda contra la dictadura militar en los años 70 y 80 del siglo XX en las plantas metalúrgicas de San Pablo. 

Ahora también deberá mediar, dialogar, dar y recibir, y ser una pieza clave de los BRICS, donde no hay posturas unívocas. Rusia, Irán, incluso China –a su pesar tal vez– confrontan más con Occidente, en tanto en países como India (histórico aliado de Rusia, pero rival de China) o Sudáfrica hay más vocación de acuerdos con EE.UU. o Europa. Los reinos árabes y petroleros que se sumaron ahora han sido tradicionales aliados de EE.UU., pero hoy tienen clientes fuertes en Oriente y hasta comercian con China en yuanes, no en dólares. Turquía, aun cuando es solo un aspirante, integra la OTAN, lo que la convierte (entre otros factores) en un país especial. Y en la propia Latinoamérica hay fisuras: Brasil vetó que Venezuela adhiriera a los BRICS, argumentando irregularidades en las últimas elecciones. Y se recuerda que hasta la creación de los BRICS, la política externa brasileña, manejada con firmeza por una línea profesional de su Cancillería, ejercía un atlantismo casi exclusivo, con gran peso en los lazos con Washington y con la pretensión de tener juego global, para lo cual es recurrente su reclamo de tener una silla permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Es decir, la agenda con la que Brasil quiere dejar su impronta al BRICS versión 2025 deberá atender varias piezas del rompecabezas. En lo global, el primer año del nuevo Gobierno Trump en EE.UU., adversario de los BRICS, a los que amenazó con subir aranceles si buscan competir con el dólar, será uno de los desafíos para la presidencia brasileña del bloque. Hasta ahora, los BRICS dieron muestras de paciencia, armado lento pero firme y sin estridencias, con China como una suerte de cuidadoso y respetuoso primus inter pares. Habrá que ver si, este año, logra avanzar en dos cuestiones clave para ser una opción de poder frente al Occidente o Norte Global en declive: un nuevo sistema de pagos e información bancaria (de cuyo núcleo, el SWIFT, se excluyó a Rusia por la guerra en Ucrania) y una moneda común para comerciar entre socios, diferente al dólar, lo cual heriría a la economía y a la hegemonía estadounidenses. ¿Lula e Itamaraty, no siempre sintónicos, se jugarán a fondo impulsando ambas herramientas? ¿Serán voz de la insubordinación o de la convergencia?

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