23 de mayo de 2018
En febrero de 1980 la comunidad laosiana llegó a la capital misionera escapando de la guerra y la hambruna tras la promesa de paz, trabajo y prosperidad. Sin embargo, a los pocos meses de pisar tierra colorada el gobierno dictatorial de entonces dejó de asistir a los recién llegados, y la comunidad debió trasladarse a unos 20 kilómetros de Posadas, donde, en silencio pero afanosamente, se abrieron camino poco a poco. 35 años después, en el llamado «barrio laosiano» –en cuya entrada se erige una estatua de 8 metros del «Buda delgado»–, dos monjes budistas, uno laosiano y otro tailandés, llegados hace meses, comparten la vida comunitaria y tienen como misión afianzar las costumbres culturales olvidadas por los migrantes. Una de ellas es la recorrida matutina
en la que bendicen las casas y alimentos del barrio.