13 de noviembre de 2019
En el barrio porteño de Flores, a un lado y otro de la avenida Carabobo, desde Eva Perón hasta Castañares, se extiende el Baek-ku o barrio coreano. Caminar por sus calles, donde resalta la cartelería de los negocios en alfabeto hangul, conlleva dejarse cautivar por los olores de la comida tradicional, ya que los restaurantes son el principal rubro que prospera en la zona. Con presencia en el país desde hace medio siglo, en la actualidad los descendientes de surcoreanos llegan a 30.000 personas.
La comunidad es muy religiosa, la mayoría son evangélicos, aunque también hay templos budistas que conviven con locales en los que se baila K Pop o pop coreano, colmados de hijos de la llamada «Generación 1.5», niños coreanos que se escolarizaron en el país. Sin embargo, el barrio está cambiando. En los últimos años, integrantes de la comunidad, dedicados al rubro textil, mudaron sus locales de indumentaria y hogares a la avenida Avellaneda, también en Flores.