9 de septiembre de 2023
¡Paren al mundo que me quiero bajar! Ya mismo. Si alguien sabe quién maneja esto que le diga que frene, que nos deje salir. Pero nadie lo conoce, nadie sabe quién conduce, quién maneja. Pero no solo el mundo se va a estrellar contra algo sólido, líquido o gaseoso, sino que, además, estoy rodeado de locos. Locos que me quieren volver loco a mí también. Y lo están logrando.
Les cuento que yo quisiera quedarme en casa, porque cuando desenchufo el televisor y apago el celular logro generar un clima medianamente estable en medio de la inestabilidad inestable que lo invade todo.
Pero, lamentablemente, no consigo quedarme en casa y ser feliz, tengo que comer. Es una vieja costumbre que no puedo abandonar y que genera adicción. Eso significa que tengo que dejar la burbuja y salir a la calle, lo cual me raya totalmente. Esto es así porque en la calle se juntan todos los locos de la ciudad, del país y del mundo. Los que hacen guerras, los que calientan el globo, los que te mienten tanto que ya nadie cree en las verdades, los que adoran el becerro de oro (que ahora lo hacen de plástico), los que se rapiñan todo, los pocos que se aprovechan de los muchos, los que eligen entre varios verdugos para quedarse con el que les va a cortar la cabeza, los que piensan que un buen slogan vale más que cien palabras, cien folios, cien libros gordos, cien bibliotecas enteras, los que prefieren el odio para realizarse en la vida.
Y yo en medio de todos esos, al lado de una multitud de otros como yo que tratan, todos juntos, de salvarse solos porque alguien les metió en la cabeza que el buey solo bien se lame. Esta es la famosa batalla cultural donde, sin darnos cuenta, de un patadón nos bajaron del escenario y ahora estamos en el foso de la orquesta transformado en trinchera para aguantar mientras las balas nos silban con ritmo de rap.
Podrán pensar que desvarío, pero solo trato de comprender lo que todos tratan de explicarme de manera tal que me sea imposible de entender. A esto se suma una influencer que intenta convencerme de que las cosas han cambiado, que lo eterno se murió, que lo inmutable mutó, que en la bolsa el otro está bajando su cotización y que en el próximo verano vivir sin pileta será un despropósito propio de perdedores. Y además, locos.
Pero como esto es una columna de humor les dejo un chiste.
En el consultorio psiquiátrico:
Paciente: Le voy a contar un secreto, doctor: yo soy un gallo.
El psiquiatra resuelve profundizar la anamnesis:
¿Y desde cuándo es que cree que es un gallo?
Paciente: Ah, desde que era un pollito.
Chau.