19 de marzo de 2023
Tarde febreril, aunque sin fiebre, Tobías y Rebequita gozaban, por así decirlo, de un momento de intimidad pública sentados a la mesa de un café.
–Rebequita de mis sabañones, te ves preciosa –se apresuró a comentar Tobías, antes de que ella lo interpelara, cuestionara, demandara o algún otro sinónimo de «preguntar» cargado de significación simbólica diversa.
–¿Qué me querés decir con eso, Tobías de mis perspectivas diversas aunque frecuentemente estereotipadas normativamente?
–Pues lo que te dije, Rebequita de mis pasiones ansiolíticas. Te ves preciosa.
–No me engañes, Tobías con piel de cordero. No te hagas el inclusivo progresista mientras mantenés en alto tus valores machidecimonónicos. ¡Vos no podes decirme como «me veo», porque eso solamente yo puedo saberlo! A lo sumo me podrás decir cómo me ves vos, y eso también puede equivaler a una galantería no consensuada.
–¡Perdón, perdón y quinientos billones de veces perdón, Rebequita! Me atreví a proferir una especie de opinión luego de que te pasaste largos meses preguntando cómo te veía.
–Sí, y vos me decías que me veías igual, pero en realidad me ves… ¡más gorda! ¡Sos un condescendiente sin causa!
–¿De dónde sacaste semejante causalidad?
–De tus palabras energúmenas recubiertas de almíbar hipócrita.
–No entiendo a qué obedece semejante deducción plurisemántica.
–Ahora te hacés el «Yenesepá», el «Io non so nulla», el inocente hasta que la ley demuestre lo contrario, ¿pero acaso no acabás de decir que me ves «preciosa»?
–Sí, creo haber dicho semejante grupo de palabras, en ese orden.
–O sea que reconocés tu vulgaridad sin para qué.
–No entiendo.
–No insultes mi inteligencia, «hombre necio que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión, de lo mismo que culpáis».
–Sor Juana Inés.
–¡Ni siquiera me reconocés! ¡Qué Juana Inés ni Juana Inés, soy Rebequita!
–Ya lo sé, pero los versos son de Sor Juana Inés de la Cruz.
–Bueno, son de ella y me los prestó. ¿Y qué? Decís que es «Sor» y te molesta la «sororidad» entre nosotras.
–No entiendo nada.
–Entendés pero lo disimulás muy bien. Te traiciona el inconsciente, y me decís que estoy gorda.
–Jamás dije eso, que además ni me importa, yo te quiero igual, peses lo que peses y pese a quien le pese.
–¿Y entonces por qué me decís esas cosas?
–¿Qué cosas?
–«Preciosa»… Preciosa quiere decir «de gran precio». Y si tengo un gran precio, es porque… ¡aumenteeeé!
Tobías no sabía dónde meterse. Ni cuándo. Ni cómo. Ni por qué.
Mutis por el foro.