28 de junio de 2018
Tarde agradable en el otoño-invierno porteño. En Vladivostok tal vez esté nevando. Pero en el bar, Rebequita y Tobías comparten la merienda y la polémica, más allá de los tiempos y las circunstancias.
–Tobías de mis Lebacs sobrestimadas, te pido, por lo que más quieras, por tus acciones en bonos indonesios, por tus posiciones en lentejas danesas, por el amor que te profesa tu hámster, que si un día no querés invertir más en mí… ¡No me devalúes!
–Pero Rebequita de mi corazón verde, amor de mis pasiones políticamente correctas, sujeto, ya que no objeto, de mis fantasías más elucubradas, ¿cómo se te ocurre que yo, que te he seguido fielmente desde que ni siquiera cotizabas, que te he acariciado con la mano invisible del mercado, y con la mano que quieren hacer invisible del Estado, cómo se te ocurre que voy a ser capaz de semejante distrato o distract?
–Ay, Tobías de mis pañuelitos de dulce de leche, ¡no sé, no sé! Me siento incierta y encima tenemos un senador que cuando era ministro decía que teníamos que disfrutar la incertidumbre y a la vez nos descomía siempre. Y después les hizo poemas a los embriones que quizás nunca nacieran. Otro que se disfrazó de árbol y nadie notó la diferencia, y después fue a un incendio a dar aliento. Otro que es capaz de confundir un baldío con una mansión a nivel fiscal. Otros que dicen que cuando más plata debemos, mejor estamos. Tenemos un mandatario que se dice feminista y a la vez opina que a todas las mujeres nos encantan las agresiones a nivel grosería. Si ellos, que son los «modelos» a seguir en la meritocracia, hacen todo eso, ¿por qué no voy a pensar que vos, un simple ser humano de cromosomas XY, podés caer en la devaluación femenina, y descotizarme, sentirme una tenencia más, una «posición», «una descomida»?
–Rebequita de mis entrañas con salsa criolla, numen de mis más polémicas posturas políticas y sexuales, vanagloria de mis sueños, ¡no invoques una grieta cromosómica donde podría haber fusión! Yo no soy como ellos, yo no digo que nadie va a perder sus derechos y después lo único que no pierden son sus derechas. ¡Nunca te devaluaré, amor mío! Y menos ahora, que estoy muy muy ocupado mirando el partido Arabia-Uruguay y no tengo tiempo para esas menudencias ridículas que se te ocurren.
–¿Menudencias? ¿Sabés lo que sos vos, Tobías de mis mollejas al estragón? ¡Igual que todos los XY, sos un mundiarulo!
¿Fin o comienzo?