29 de enero de 2022
Tarde de enero. Barcito. Rebequita y Tobías ¿disfrutando? de una merienda ¿relajada?
–Ay, Tobías de mis retruécanos enmohecidos, me carcome una duda cruel.
–Pero Rebequita de mi alma en pena, ¿qué es lo que te mal acoge? ¿Sientes una duda existencial, esencial, vital, emocional, corporal, espiritual? ¿Cuál, cuál?
–Ay, Tobías, no categorices mis dudas, que ya bastante lío tengo yo con mis propias estanterías como para tener que agobiarme con las tuyas.
–Quería ser simplemente útil y contenedor, Rebequita, pero si no te apetece.
–¡Es que me apetece, Tobías, me apetece, te digo más, me apetece demasiado! ¡Me apetece un café con leche con seis medialunas de grasa porcina, tostadas con manteca y dulce, una porción de torta, jugo exprimido de arándanos recién cultivados endulzado con azúcar de abeja, huevos revueltos y un sánguche de brioche aromatizado con sésamo brutamente cargado de mayonesa, jamón serrano y queso brie.
–¡Qué capacidad para las apetencias, queridísima Rebequita!
–¿Ves cómo sos? ¿Ves cómo sos? Me preguntás por el deseo ¡y después te burlás! ¿De verdad creés que toda esa apetencia se debe a mi deseo polimórfico, a mi lujuria gastronómica, a mi concupiscencia gastrointestinal y no a un sistema de fortalecimiento de mis defensas frente a la noxa que nos está invadiendo desde hace un par de años? ¿De verdad creés que lo hago de puro políglota, poliglotona, y no para que mis anticuerpos estén fuertes, fornidos, indestructibles ante el eventual contagio viral?
–Rebequita, Rebequita ¿de dónde sacaste semejante fake info?
–Ah, ¿encima creés que me dejo llevar por rumores, por falsas ínfulas grecorromanas, por información de alto contenido fake? ¡No, Tobías, lo leí en el menú de este mismo bar! Estaban todas y cada una de las cosas que te mencioné propuestas como un momento grato, ya que no graso, y de expansión anímica. ¡Y todo el mundo sabe que si uno está de buen humor, tus anticuerpos también lo están, y los virus no te atacan!
–Pero si deglutís todo eso es posible que tus anticuerpos estén demasiado ocupados en digerir esa enorme información gustativa que les arrojás exabruptamente y se vayan a dormir la siesta dejándote librada a las arremetidas del virus.
–Justamente, Tobías, esa es la duda que me come y me carcome, pero con tu última respuesta me has resuelto el intríngulis. ¡Ya sé cómo satisfacer mis apetencias de una manera que no transforme a mi intestino en un estrecho contacto y a la vez, que mis anticuerpos sean sanos y felices y estén dispuestos, cual caballeros medievales, a dar su vida por mi salud!
–¿Qué vas a hacer?
–Voy a pedir todo, pero el jugo, ¡que sea con edulcorante!