Humor

La explicación

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(Pablo Blasberg)

–La cosa es sencilla –me dijo el boga José Exhorto mientras calculaba lo que me cobraría por la consulta–.Los jueces tienen jubilaciones que rondan los 300.000 mangos…
–¿Anuales? –pregunté inocente.
–No, no, todos los meses, igual que todos los jubilados. En eso son iguales que cualquiera.
–Iguales, claro. O sea que todos los meses embolsan 300.000 pesos, así, de una.
–Parece mucho pero si lo pensás un poco, no es tanto.
–Claro –dije contemporizador–, lo pienso y me doy cuenta que no es tanto. Aunque parece bastante más que las 16 lucas que cobra la gran mayoría.
–Esas son minucias –desestimó Exhorto en tanto le pasaba alcohol en gel al portafolios–. Lo realmente importante es que los jueces, con buen criterio, no quieren que les toquen sus ingresos para preservar así su independencia en el ejercicio de su función.
–O sea que si le sacás un billete dejan de ser independientes, probos y honestos, como se ve que lo son, especialmente los de Comodoro Py, y se transforman en corruptos, deshonestos y coimeros.
–Exacto –se iluminó al decirlo el boga–. Les tocás un mango y… ¡zacafráscate! se transforman como Dr. Jekyll y no sabés las cosas que son capaces de hacer.
–Sí, me imagino las cosas que son capaces de hacer.
–Por eso, para que los jueces puedan fallar a derecho, sin tener que pensar si les alcanza la guita para cambiar la 4×4, lo mejor es no tocarles ni la toga ni los emolumentos, que son mucho más importantes que la toga.
–De acuerdo –acordé–, pero hay una cosa que no entiendo. Aquí estamos hablando de jubilaciones, y si el juez está jubilado ya no maneja expedientes sino el changuito para ir con la patrona al súper. ¿También necesitan preservar su independencia para elegir si llevan lechuga capuchina o criolla?   
–¡Un juez de la nación nunca se retira! –bramó Exhorto–. Podrá estar jubilado, pero su mente sigue puesta en el estrado y en la Constitución Nacional que, como la vieja, es sacrosanta.
–Totalmente sacrosanta –asentí.
–Además, si le tocan el bolsillo a Usía, corremos el riesgo de que renuncie para salvaguardar su honor.
–Su honor y sus billetitos.
–Pero lo importante es su honor –santificó–. Y si renuncian todos corremos el riesgo de que el populismo apátrida nombre jueces afines a sus ideas populistas y apátridas.
–¡Vade retro! Pero si no renuncian no podrían hacer eso –razoné.
–Pero perderían su jubilación de privilegio y si hay algo que aquí no se tocan son los privilegios –concluyó el Dr. Exhorto y se las tomó a presentar un habeas corpus para un honorario no cobrado.
Yo, a mi vez, me fui pensando en un amigo mío
que afirmaba: «No hay que tenerles miedo a las leyes,
sí a los jueces».  

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