12 de junio de 2019
(Pablo Blasberg)
El problema fundamental del voto universal y obligatorio es que así puede votar cualquiera y cualquiera puede votar cualquier cosa. O cualquier coso. Como esto es arriesgado, el oficialismo ha planificado algunas alternativas para espantar al fantasma de la derrota.
a) Llevar las urnas lejos. Ninguna ley obliga a que se vote en el barrio. Se hace por comodidad pero no por deber. O sea que si usted vive en Villa Crespo no sería ilegal que tuviera que votar en Cañuelas u Olavarría en la mesa asignada a Villa Crespo. A los que sabemos que votarán a quien corresponde, se los trasladaría en bondi, gratuito y con servicio de catering incluido (no choripán)
b) Al estilo de los años 30. Durante la década infame los conservadores de aquellos años –muchos ascendientes de los actuales– inventaron lo que se dio en llamar el Fraude Patriótico. Era patriótico porque ellos se creían los dueños de la patria y si no hacían algún fraude corrían el riesgo de que la patria quedara en manos de otros, por el simple hecho de ser mayoría. El método consistía en que cuando el ciudadano llegaba al comicio y entregaba la Libreta de enrolamiento, el presidente de mesa le informaba que él ya había votado. Cuándo y para quién, no se lo informaban porque ni falta hacía. El tipo recibía su documento, daba media vuelta y se iba a su casa puteando bajito.
c) Toqueteando los padrones. Es evidente y por todos comprobable que en los padrones hay mucha gente. Demasiada. Con toda la información que hoy se tiene por las cosas que se suben a la redes informáticas no es muy complicado saber lo que piensan los usuarios, que son casi todos. De acuerdo con esta información se borran los que seguramente van a votar en contra y se deja un padrón más finito, manuable y ajustado a las necesidades de nuestra sociedad.
d) Método Mago Fu Manchú. Al abrir la urna el presidente, con una varita, dice «¡Hop!» y, adentro de la urna, por arte de magia, los votos que aparecen son todos para quien los merece porque es el que paga todos los gastos. No descubrimos el truco porque eso, en magia, está muy mal visto.
e) Método informático. Esto coincide más con la modernidad y consiste en que haya algún momento o paso de la votación en que aparezca una computadora. La computadora necesita un software y este, naturalmente, lo pone el oficialismo que es el responsable. Ya con el software en sus manos, si quiere puede hacer que gane la fórmula Chamizo-Ondars o Labruna-Loustau u Ortega-Gasset. La contra va a chillar y a decir que hubo fraude, pero eso lleva tiempo y el presidente se anuncia esa noche por TV… y después andá a cantarle a Gardel.