11 de diciembre de 2022
–Mirá, Mariana. Quiero que seas mi contadora. Sos joven, tenés ganas. Quiero que me acompañes en este camino nuevo que emprendo. Es un camino que yo empiezo pensando en John Lennon. Sabés quién es Lennon.
–El de los Beatles, obvio.
–Bien. Resulta que estaba casado con Yoko Ono. Y eran muy pegados. Y un día, mientras estaban grabando el último disco, Abbey Road, apenas arrancaron en julio del 69, Lennon le instaló una cama a Yoko en el estudio.
–¿En el de grabación?
–Sí. Se habían pegado un pequeño palo con el auto, y ella estaba con un esguince en el pie. Y Lennon no la quería dejar sola en casa. Entonces armó una cama matrimonial en el estudio. Para que ella estuviera ahí mientras grababan y él la pudiera cuidar.
–¿Y los otros qué dijeron? Digo, McCartney, Harrison, Ringo.
–Se la bancaron. ¡Era Lennon! Nadie del estudio de grabación, ni de EMI, ni de los que laburaban pudo decir nada. Realmente fue muy inspirador para mí.
–¿Por?
–Hace tres años, yo era gerente de la sucursal de un banco. No te voy a decir cuál. Y un día Gladys estaba con una contractura. Y le instalé una cama detrás de las ventanillas. Era el único lugar donde entraba.
–¿Y tus compañeros? ¿Y los clientes?
–Mis compañeros se la bancaron porque yo era el gerente. Y los clientes tenían todo tipo de actitudes: se divertían, se indignaban. De todo. Yo aclaraba que era una contractura. Que no contagiaba. Y que estaba ahí, mientras pagaban monotributos y renovaban plazos fijos, porque yo quería estar cerca de ella. Quería seguir con mis responsabilidades en el banco y mis responsabilidades afectivas. Y que me había inspirado en John Lennon.
–Hermosa experiencia.
–Me echaron del banco. Lo intenté hacer nuevamente cuando era encargado de una heladería Grido. Ahí se quejó un cliente mientras paladeaba su sambayón. ¿Cómo puede uno quejarse mientras disfruta un helado? Renuncié yo para no traerle problemas a la empresa. Lo mismo cuando manejé el interno 39 de la línea 427 en Lanús. Todo bien hasta que Gladys estuvo con migrañas.
–Le pusiste una cama en el colectivo…
–Sí. Y me rajaron. Es lógico. Por eso ahora quiero ser Elon Musk. Ayer compré 100 dólares. Y me convertí en el 0,00000001% de Elon Musk.
–No entiendo.
–Tengo 2.470 dólares. Me faltan 246.999.997.530 dólares para empatarlo en su fortuna. Aunque dicen que no tiene 247.000 millones. Unos afirman que tiene 270.000 millones de dólares. Y otros 191.000 millones. Pero bueno. Yo me puse como meta 247.000 millones de dólares.
–Bien. Ya sos el 0,00000001% de Elon Musk. Es un paso.
–Así es. Cuento con el 0,00000001% de su poder. De su impunidad. Si lo querés ver en un tono más idealista o romántico: tengo el 0,00000001% de su libertad. Porque de Elon, lo que me gusta, como de Lennon, es su libertad.
–Y para ejercer tu libertad, necesitás poder.
–Así es. La libertad la tenés cuando estás solo, absolutamente solo. Y lo más inmóvil posible. En cuanto te ponés a moverte, o aparecen otros, se empieza a diluir tu libertad. Pero si tenés poder, los otros obedecen, no cuestionan, permiten. Y empezás a pensar pelotudeces y te siguen. Yo ya tengo «ideas Elon Musk».
–Naves al espacio.
–No. De Gerli a Remedios de Escalada. Voy a cubrir el cosmos que le corresponde a Lanús. Por ahí me amplío un poco a Banfield. Pienso también en aparatos inteligentes, como un turboventilador Liliana que le hable al que lo usa: «Guarda que te vas a enfriar los pies», «Aflojale un poco que después te resfriás», «Abrí la heladera y poneme adelante así tiro aire frío que hay 37 grados de térmica. Un rato nada más». Quiero meterme en el tema de neurotécnica, para transmitir neurológicamente chistes de Jorge Corona. Es decir, se cuentan los chistes en tu cerebro. También estoy pensando el «autochorizo» o chorizos que se cocinan a sí mismos a partir de una reacción química. Y después insertar chips en palomas y canarios, para manejarlos a control remoto. Serían como «drones orgánicos». Podés hacer llevar una pizza con cuatro canarios. Por ahora son ideas.
–Sí. Son ideas muy Elon Musk.
–Son ideas innovadoras. Llenas de libertad. Como las que puede tener un nene o una nena. Eso es lo que quiero. Ir a mi oficina y ponerle una cama a Gladys porque está con un calambre. Poder estar cerca de ella y cuidar y atender mi trabajo al mismo tiempo. Para eso necesito libertad e impunidad.
–¿Tenés una idea de la libertad que te corresponde proporcionalmente a Elon Musk?
–Si la libertad es sobre una cantidad de tiempo, sería en esta proporción: por cada diez años de Elon Musk haciendo lo que quiere, me corresponderían tres segundos. Diez años para él. Tres segundos para mí.
–¡Tres segundos de absoluta libertad! Hay que aprovecharlos.
–Y sí. Es lo que me toca por ahora siendo el 0,00000001% de Elon Musk.