Pese a las lesiones sufridas en 2016, el suizo se mantiene vigente a los 34 años y consiguió un nuevo récord al convertirse en el jugador de mayor edad en alcanzar el segundo lugar del ranking mundial. Secretos y perspectivas de una trayectoria ejemplar.
27 de mayo de 2016
En juego. Federer, en un torneo reciente disputado en Roma. En agosto buscará ganar su primera medalla olímpica como singlista. (Fabi/AFP/Dachary)
Casi todo aquel que ama el tenis y sigue el torneo masculino por televisión ha experimentado, durante los últimos años, lo que podría ser definido como momentos Federer», abre el artículo titulado «Federer como experiencia religiosa» el escritor estadounidense David Foster Wallace en 2006, en las páginas deportivas del diario New York Times. «Hay veces, mientras observas jugar al joven suizo, que tu mandíbula cae y los ojos sobresalen y se hacen sonidos que obligan a los cónyugues a venir a ver si estás bien». Diez años más tarde, Roger Federer sigue dejando desorbitados y boquiabiertos a los amantes del tenis y no tanto. Este año, a pesar de la artroscopia del menisco de la rodilla derecha y los dolores de espalda, Federer se convirtió, a los 34 años y nueve meses, en el tenista de mayor edad en alcanzar el segundo lugar del ranking mundial de la atp. Más allá de que no pudo sostenerse en el puesto (cayó al tercer lugar del ranking), se trató de un hecho trascendente para su carrera. Uno más, porque Federer, como destacó entonces Foster Wallace, «es capaz de ver, o crear, espacios o ángulos ganadores que nadie puede predecir».
Máximo ganador de torneos de Grand Slam en la historia con 17, Federer celebró a principios de año en el Abierto de Australia la victoria número 300 en partidos de esta competencia. Para poner en contexto: el estadounidense Jimmy Connors, retirado en 1996, recién lo sigue con 233. Aunque el año pasado llegó a las finales de Wimbledon, el us Open y el Masters de Londres y las perdió ante el serbio Novak Djokovic, número uno en la actualidad, su vigencia lo ha enfocado en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, que comienzan el 6 de agosto, dos días antes de que el suizo cumpla 35 años. Si bien ganó el oro en dobles junto a Stanislas Wawrinka en Beijing 2008, la medalla en singles es la gran asignatura pendiente, ya que en 2014 ganó la primera Copa Davis en la historia para Suiza. En esa oportunidad, Federer le dio el punto decisivo a su selección tras vencer en tres sets al francés Richard Gasquet. «Quería esto muchísimo, con muchas ganas. Es un día maravilloso para el deporte en nuestro país. Somos un país pequeño, no ganamos grandes títulos cada dos días. Espero que inspire a una generación y a invertir en el deporte», sostuvo tras su triunfo. Cuando vuelva al circuito, además, estará a un triunfo de igualar a Ivan Lendl (1.071 victorias) en el segundo puesto de la tabla de mayor cantidad de partidos ganados en la era abierta del tenis, es decir, desde 1968, cuando se profesionalizó –y popularizó– este deporte en todo el mundo.
Claves
«Federer es el más grande de toda la historia, por más que algún día lo pase Djokovic en torneos. Sobre todo, por el estilo de juego. Nunca vi a nadie jugar así. Es espectacular, y siempre fue diferente enfrentarlo. Me di cuenta a quién le gané con el tiempo, no en el momento, porque ahí no era número uno. Es el jugador más completo tenísticamente y mentalmente que conocí», dice Mariano Zabaleta, uno de los siete argentinos que vencieron a Federer. Fue 6-4 y 7-6 (7) en el Masters Series de Miami en 2000, y el suizo, con 19 años, ocupaba el número 53 del ranking. «Es impresionante verlo en la cancha, como a Messi –remarca Zabaleta–; es uno de mis ídolos».
Otro factor clave para comprender el presente de Federer es el aumento de la edad media entre los jugadores que ocupan el Top 10 a partir de las mejoras en las técnicas de recuperación y la prevención de lesiones. Según un estudio de la Universidad Camilo José Cela de Madrid, publicado en la revista científica International Journal of Performance and Analysis in Sport, hace diez años la edad media de los integrantes del Top 10 era de 23,5, y ahora es de 29,7. Entre los primeros cinco figuran Djokovic (29), Andy Murray (29), Federer (34), Wawrinka (31) y Rafael Nadal (29). Muchos entrenadores también deslizan que los cambios en la rutina social de la nueva camada les dificultan la concentración y modifican la cultura del esfuerzo, más allá de la tendencia en el juego a acortar los puntos.
Máxima presencia
«En el caso de Federer, encima, ha tenido muy pocas lesiones en su carrera –explica Marcos Zugasti, periodista del sitio Fue Buena–; uno de los récords más importantes que tiene es que no falta a un torneo de Grand Slam desde Australia 2003 y que es el que más torneos de Grand Slam consecutivos ha jugado, más allá de que casi siempre llega a las finales. Si lo ves en vivo, parece que está sentado jugando a la Play y no a un deporte profesional. Tiene una fluidez en los movimientos que parece más un bailarín del Bolshói que un tenista. Quizás eso hace que no se perjudique tanto físicamente. Nadal, por ejemplo, basa su juego en un sobreesfuerzo físico que Federer no tuvo en muchos años de su carrera». Federer atraviesa los últimos años de tenis con una infraestructura acorde al que muchos consideran el jugador más grande de todos los tiempos. Es selectivo a la hora de elegir los torneos, viaja en avión privado con sus padres y su esposa, la extenista Mirka Vavrinec, y hasta tres niñeras cuidan de su par de mellizos: Myla y Charlene, de 6 años, y Leo y Lenny, de 2. El secreto, sin embargo, es común a la humanidad. En una entrevista reciente con el diario Il Corriere della Sera, Federer dijo: «Aunque sea difícil creerlo, siento que aún me quedan retos por alcanzar. Amo salir a la cancha, viajar con la familia, hacer una vida de trotamundos, inscribirme en los torneos. Esta es mi decimoctava temporada como profesional. Me puedo permitir jugar menos pero hacerlo mejor. París, Wimbledon, los Juegos Olímpicos… Es un año intenso y quiero disfrutarlo. Mi historia de amor con el tenis no ha terminado. Ser Federer sigue siendo mi trabajo. Nadie nos puede decir cuándo parar. Es una decisión íntima y personal». El secreto, claro, es el amor.