5 de mayo de 2023
El Napoli en Italia, como la selección en Qatar, festeja su campeonato con el Diez como líder celestial. De los 80 a hoy, el recorrido de una historia de amor.
Emblema. Bandera con la imagen de Maradona en el gigantesco festejo del club del sur italiano tras la conquista del tercer scudetto.
Foto: NA
Ahora que tanto se habla de Fito Páez y de los años 80, hablemos también de los 80 pero con Diego Maradona como eje. Porque aquella fue la década del apogeo maradoniano. O la del despegue hasta llegar a lo más alto de su carrera, que incluyó ganar el mundial con la selección nacional en México 86 y obtener los campeonatos en las temporadas 1986-87 y 1989-90 por primera vez en la historia del Napoli, equipo del sur, pobre, denostado por la Italia pudiente. Que además fue dos veces subcampeón (87-88 y 88-89) y ganó la UEFA en 1988-89. Lo que siguió de Diego fue caída y resurrección, caída y resurrección, y así. Igual que con la selección argentina y con el Napoli.
Sabemos que hay recuerdos que no vamos a olvidar.
Cómo no hablar del Diego y de los 80 si en los últimos cinco meses su legado tuvo, por fin, herencia. En diciembre, la selección volvió a ganar un Mundial y quebró una racha de 36 años con Messi abanderando el equipo. En Italia, con el Napoli pasó lo mismo: el 4 de mayo volvió a ser campeón tras 33 años que incluyeron el descenso de categoría y la quiebra económica. Su referencia en la cancha es Khvicha Kvaratskhelia (12 goles, 10 asistencias), un georgiano de 22 años que no es Maradona ni Messi pero que también hace cosas imposibles. Basta ver algunos de sus goles que incluyen amagues, tacos y gambetas increíbles. El sólo hecho de que esté en la cancha justifica seguir al Napoli. Los hinchas del club del sur de Italia lo aman y hasta le dicen «Kvaradona». Maradona siempre está.
Dirigido por el exfutbolista Luciano Spalletti, Napoli hizo una campaña histórica. 26 triunfos, cuatro empates y tres derrotas. El nigeriano Victor Osimhen, de 24 años, es el goleador: 22 en el torneo. Campeón a cinco fechas del cierre, pudo consagrarse antes. Pero un bajón en el rendimiento postergó el festejo que se esperaba el fin de semana pasado. Este jueves le alcanzó con un 1 a 1 ante Udinese.
Equipo multicultural, en el plantel hay además de italianos jugadores de Polonia, Brasil, Kosovo, Uruguay, Corea del Sur, Eslovaquia y más. Y, claro, un argentino: Giovanni Simeone. Esta temporada, Napoli tenía nafta hasta para la Champions, pero quedó eliminado por el Milan en cuartos de final. Apenas por un gol. Así, revivieron –otra casualidad– un clásico de los 80: el Napoli de Diego contra el poderoso Milan de los holandeses Gullit, Van Basten y Rijkaard. Lo dirigía Arrigo Sachi, lo presidía el multimillonario Silvio Berlusconi. Tiempos de Canal 9 con transmisión en directo cada domingo a la mañana. Qué maradoniano no se levantaba entonces para ver los partidos de Diego. Hubiese sido increíble que Napoli lograse la Champions este año.
Caída y vuelta en loop
Llegados los 90 vino la debacle de Diego y a la vez de la selección y del Napoli. La camorra italiana, las drogas y la salida por la puerta de atrás de un Diego endiosado aun más que el santo patrono San Genaro (San Jenaro), que derramaba lágrimas de sangre. La triste final del Mundial de Italia en pleno invierno de Buenos Aires es quizás la última imagen del Maradona guerrero y crack a la vez. En su llanto y en sus insultos se mezclaban Argentina, Italia, el Napoli, el odio de los italianos que no concebían que un equipo chico fuera grande. En Argentina se iniciaba el menemismo tras la caída de la esperanza democrática de Alfonsín. El dolor de ya no ser.
Desde entonces la selección argentina quedaría a medio camino en cada Mundial. Que Orteguita, que Riquelme, que Pekerman, que de nuevo Maradona como técnico. Pero nada. Ni siquiera con Messi. Dos finales de Copa América perdidas y, antes, la del Mundial de 2014 en Brasil sepultaban esperanzas. Ya no habría otro como Diego ni tiempos gloriosos como los 80.
Al Napoli no le fue mejor. En la temporada 98-99 descendió de categoría, ascendió y volvió a descender. Incluso casi se va a la C. Quebrado, lo salvó el cineasta Aurelio De Laurentiis, sobrino de Dino De Laurentiis: puso 40 millones de euros y nombre nuevo: Napoli Soccer. Arrancó desde la C y recién en 2006 volvió a ser Società Sportiva Calcio Napoli; o Napoli. Otra vez: no habría otro como Diego ni tiempos gloriosos como los 80.
Cuando Diego murió, los maradonianos sintieron que quedaban solos entre los demás. Lo lloró el país, encerrados casi todos por la pandemia; algunos coparon las calles a pesar del covid. En Nápoles hubo luto. Al San Paolo lo renombraron Estadio Diego Armando Maradona. Los altares ratificaron que Diego es más santo que Genaro. Suponemos que se habrán sentido aun más solos que los argentinos, que al menos tenemos a Messi para ilusionarnos. Porque los napolitanos de raza, los de abajo, no tienen algo parecido. Dicen, incluso, que a Diego lo quieren más que los propios argentinos, si es que es posible medir sentimientos. El periodista argentino Lucas Sepiurka muestra ese sentir a través de su documental «El capitán de Nápoles», realizado con un teléfono celular que se llevó desde Barcelona, donde vive, para caminar las calles de esa ciudad italiana y hablar con su gente. Está en la web.
Los maradonianos son un poco napolitanos: la alegría de unos es la alegría de otros. Porque ahí, en el campeonato conseguido por el Napoli, hay algo de ambos: nada menos que la sombra de Maradona, que vuelve siempre como en un loop. Para quienes tienen más de cuarenta, cincuenta, es un regreso a los años felices, a la infancia o la adolescencia, cuando se es eterno y todo está por hacerse. Messi vendría a ser el que demuestra que nada terminó. Que siempre se puede escribir una nueva historia, tal vez mejor que la anterior.
Enhorabuena por la selección, por Napoli, por Messi. Y por Maradona.