12 de febrero de 2016
Con solo dos campeones mundiales, la actividad atraviesa un período de declive, mientras jóvenes púgiles emigran al exterior para competir en mejores condiciones. Claves y proyecciones de la crisis.
Cinco días antes de la Nochebuena de 2015, Brian Castaño derrotó por puntos en decisión unánime en la categoría mediano al estadounidense Aaron García, en Las Vegas, Estados Unidos. La tercera pelea consecutiva en el país más poderoso de la industria del boxeo le sirvió para engrosar el invicto a 11 combates y, en gran parte, para acercarse en 2016 a disputar una pelea por un título oficial. «Si hay, tiene que ser en superwélter. Tengo que bajar un par de kilos todavía. En mediano son muy grandotes, y yo soy cortito como patada de chancho», dijo Castaño, y sonrió. Algunos, en Isidro Casanova, su patria chica, lo llaman El Boxi. Otros, le dicen Sugar Ray, en alusión al estilo de ataque creativo del histórico campeón mundial Sugar Ray Leonard. Castaño aparece en el horizonte del pugilismo argentino. Tiene 26 años y el año pasado se incorporó al equipo de trabajo de Marcos El Chino Maidana, una figura que amaga con realizar el anuncio oficial de su retiro. Porque el boxeo nacional, además de perder campeones del mundo, atraviesa una crisis estructural.
En el recuento aparecen hoy solo dos campeones masculinos: Jesús Cuellar –pluma de la Asociación Mundial, 29 años– y Víctor Ramírez –crucero de la Federación Internacional, 31 años–. No más. El año pasado perdieron sus títulos Juan Carlos Reveco y César Cuenca, en tanto Lucas Matthysse dejó pasar su oportunidad y Omar Narváez combatió sin título en juego. A ellos se les debe sumar el retiro de Sergio Maravilla Martínez y la inactividad de Maidana en 2015. «Cuellar y Ramírez, junto con Sebastián Heiland, César Barrionuevo y quizá Matías Rueda, más alguna aparición, tratarán de sostener en alto este año la bandera del boxeo nacional», apuesta Daniel Guiñazú, periodista en el diario Página/12 y la TV Pública. El problema, como muchas veces, empieza por casa.
Puños obreros
«El boxeo argentino atraviesa una de las peores crisis de su historia –afirma Walter Vargas, periodista en Olé y ESPN–: en organización, boxeo amateur, profesional, cantidad y calidad de figuras, de maestros. En el amateurismo, enmadejado en la telaraña de la Serie Mundial de Boxeo, una liga en la que los boxeadores son aficionados y profesionales a la vez, sin ser plenamente de ninguno de los dos ámbitos y lejos de las medallas olímpicas. En el profesionalismo, por la Federación Argentina de Box, que convive con un organismo paralelo que sube a los rings a boxeadores retirados o sin licencia».
El caso de Castaño puede utilizarse a modo de introducción a la problemática. Un boxeador que obtiene la licencia profesional paga 349 pesos por mes, ya que debe inscribirse en el Monotributo. Si consigue una pelea, recibirá 1.000 pesos por round. Los debutantes combaten a cuatro asaltos, por lo que cobran 4.000 pesos. Si llega a seis peleas por año, obtendrá 24.000 pesos brutos, menos el descuento de 4.188 pesos del monotributo. Entonces embolsará 19.812 anuales, es decir, un sueldo de 1.651 pesos por mes. El ejemplo fue dado en una investigación del diario Tiempo Argentino titulada «Los puños obreros del boxeo argentino». De ahí que muchos boxeadores nacionales, una vez que superan el inicio con ayuda, emigran. Un púgil que sale del país para afrontar una pelea a diez rounds sin título en juego puede cobrar entre 15.000 y 30.000 dólares, diez veces más que en la Argentina. Y más de 100.000 si es por título. Aunque no se radicó, Castaño, como antes Maravilla Martínez, Maidana y Matthysse, viaja a pelear en EE.UU.
«Hay que salir a buscar la suerte afuera, donde están los dólares, los rivales importantes y las mejores posibilidades. Por eso, promesas como los hermanos Brian y Alan Castaño, y Fabián Maidana, el hermano del Chino, se han ido a Estados Unidos», aporta Guiñazú. «No son tantos los campeones que tuvieron que irse al exterior. El caso paradigmático es Maravilla. Reveco y Narváez no necesitaron de eso. Pero sí es cierto que de una década a esta parte se abrieron las puertas de Estados Unidos y es allá, en la meca de capa caída, pero meca al fin, donde hay mayores posibilidades: de fogueo, de inserción y de bolsas. Porque la vida útil de un boxeador profesional es corta y cada paga en dólares es la consumación de un paso hacia la consolidación económica que goza una ínfima minoría», redondea Vargas. Si la consagración en otras décadas era llegar a pelear en el Luna Park –Castaño directamente debutó como profesional en el estadio de Corrientes y Bouchard en 2012–, ahora es ingresar y mantenerse en las carteleras de Estados Unidos. Festivales organizados sin las medidas de seguridad y con promotores estafadores en connivencia con la Federación Argentina que presidió durante 25 años Osvaldo Bisbal precipitaron la creación de ADEBOAR, una asociación civil integrada por campeones mundiales argentinos que lucha por los derechos de los boxeadores y que incluso impulsó un proyecto de ley para regularizar el trabajo de boxeador. El boxeo argentino, más allá de las luces tenues de los campeones, respira. Da pelea.
—Roberto Parrottino