26 de mayo de 2023
Romperredes en Brasil y con cifras comparables a Haaland y Benzema, el argentino logró reinventarse a sus 35 años. Juego, golf como hobby y banderas LGBTIQ+.
Maracaná. Celebración del delantero de Fluminense ante River, en el encuentro por Copa Libertadores disputado en mayo.
Foto: NA
Octavio Zambrano, un entrenador que lo dirigió en Independiente Medellín, dijo una vez que Germán Cano trabaja como si estuviese en la oficina: que llega, mete los goles y se vuelve a su casa. La rutina de Cano, a sus 35 años, con partidos cada tres días con Fluminense, es un tanto más compleja: alimentación, descanso, recuperación. En 2022 no solo fue el goleador del Brasileirão (26), también fue el segundo mundial en el año (44), detrás de Kylian Mbappé (56). En 2023, según el enfoque estadístico, su cantidad de gol es comparable a la de Karim Benzema y a Erling Haaland. Antes de emigrar, entre 2008 y 2011, entre Lanús –su club de origen–, Chacarita y Colón, había metido apenas tres goles en 47 partidos en el fútbol argentino. Cuando usted lea esto, seguramente Cano sume algún gol más con Fluminense. Sí: Cano vive de los goles.
–«En Brasil me encontré con el fútbol que se juega cuando sos un niño», dijo Juan Pablo Vojvoda, DT argentino de Fortaleza. ¿Vos?
–Son muy pasionales del fútbol en general. Veo que a las inferiores se les da mucha importancia. Están todo el tiempo mirando partidos, un poco parecido a los argentinos, pero siempre en base a la pelota. Lo que veo son muchas canchitas. Cuando voy al aeropuerto a buscar a algún familiar, por la autopista Linha Amarela, hay muchas comunidades y siempre tienen dos, tres canchitas, y siempre con chicos jugando. Por donde vayas, siempre vas a ver una canchita. Lo llevan en la sangre, lo hace más lindo.
–¿Cuáles son las principales virtudes de un goleador?
–Se encuentran, lleva tiempo. Es un poco de experiencia, otro de trabajo. Muchas veces he visualizado, he atraído para que sucedan. Vos estás pensando «la pelota me va a caer, la pelota me va a caer», y en un momento, te cae. Es creer o reventar. Creo mucho. Visualizar para poder atraer el gol. Un tip es que siempre imagino cada jugada de gol como la última. Pienso que la pelota que me va a caer es la última. Entonces intento hacer lo máximo posible para que vaya adentro del arco. Se trabaja muchísimo la parte mental, es fundamental. Pasa todo por la cabeza. El futbolista es un estado de ánimo todo el tiempo. Es importante, cuando entrás a la cancha, tener esa confianza, mentalidad ganadora, convicción de ir en busca de más. Que si hacés un gol no te tenés que conformar. Que tenés que ayudar a tu equipo, que tenés que mejorar individual y colectivamente. El fútbol, en sí, es un equipo.
–Cuando no hacés gol, ¿hacés golf?
–Me encontré con un hobby que me apasiona. Llevo 13 años jugando al golf, y cada día me gusta más. Lo relaciono mucho con el fútbol, porque te frustra pero a la vez siempre tenés una nueva oportunidad. Por ahí hiciste un buen swing, pero al siguiente golpe no le pegaste a la pelotita. Como en el fútbol: siempre tenés una nueva oportunidad para poder hacerlo mejor, más fácil. Y el golf me ayuda a mantenerme tranquilo, concentrado. Cuando voy al campo de golf, me olvido del mundo. Cierro los ojos, pienso. Solo estoy concentrado en poder hacer un buen swing. Y después, en la cancha, tenés que tomar tu mejor decisión en milésimas de segundo para que se haga una jugada, o definir ante el arquero.
–¿En el fútbol argentino no te quisieron?
–Jugué muy poco. Cuando debuté, en 2008, en Lanús no tenía mucho espacio, y (Luis) Zubeldía y Ramón Cabrero me dijeron que veían muy difícil que pudiera jugar por la cantidad de jugadores que había en ese momento. Ya tenía 21 años y sentía que tenía que jugar. No es que no me querían, sino que las posibilidades eran muy pocas. Lo acepté, les agradecí por decirme la verdad, lo más importante. Me fui a Chacarita un año, jugué varios partidos, pero no me fue como quería. No fue buena mi etapa futbolística en Argentina. Pero se dio en otros países, a los que fui en busca de mi sueño, la mejor elección.
–A la distancia, ¿cómo se juega hoy en Argentina?
–Es un fútbol forzado, muy físico. Cada vez se juega menos, salvo River, que saca una diferencia. Se juega a lo que salga, a ver si se puede hacer un gol de pelota parada. No veo una gestación de un buen fútbol, con salida de abajo, queriendo jugar, no revoleando la pelota, siempre teniendo la movilidad. No veo un equipo con la misma idea de juego o que todos los partidos pueda hacer lo mismo. Veo equipos que revolean la pelota y se la regalan al rival en lugar de tener la posesión o jugar con el arquero. Se perdió eso en la Argentina. Hay un miedo a perder. Dividir la pelota es no arriesgar y uno tiene que tener esa valentía para jugar. Cuando entrenás, en general, no revoleás la pelota, no te la sacás de encima. ¿Por qué no hacer en los partidos lo que se hace en los entrenamientos? Trabajar en la semana para llevarlo al fin de semana es lo que te da más resultado. El jugador tiene que tener el coraje de jugar con la pelota al pie, de salir jugando, tener creación de juego. Eso hace a un equipo.
–En 2021, cuando jugabas en Vasco da Gama, festejaste un gol levantado la bandera del Orgullo LGBTIQ+.
–Fue un mensaje para el mundo entero, espontáneo. Era el día del Orgullo, pusieron las banderitas en los córners y nosotros jugamos con una camiseta con los colores del arcoíris. Todos merecemos respeto, independientemente de lo que a uno le guste. Tenemos que ser todos respetados como seres humanos, que es lo que somos. Cada uno tiene los derechos para poder sentir y hacer lo que quiera. El gesto quedó marcado en la historia de Vasco. El jugador de fútbol puede hacer un montón de cosas en beneficio de la sociedad, dar un mensaje. Me salió y siempre voy a estar orgulloso de ese momento.
–¿Qué otros «mensajes» enviarías desde el fútbol?
–La violencia es algo que vemos seguido en los estadios. Nos tenemos que dar cuenta de que el fútbol es un espectáculo, que hay mucha gente que muere por ir a la cancha. Hace poco mataron a tres hinchas del Fluminense que estaban comiendo una pizza cerca del Maracaná. No le hace bien al fútbol. Sirve un gesto, hacer una campaña para que el fútbol sea en paz. Tenemos que mejorar todos y del todo como sociedad. Los jugadores también nos tenemos que apoyar unos a otros para que pueda cambiar. Mucha gente no va a los estadios por ese miedo que implica, ese peligro, y la policía no hace mucho.
–¿Vas a jugar hasta los 40 años?
–Me tocó todo de grande, cada día estoy mejor, me cuido, soy más «profesional» para jugar en la alta competencia. Me encantaría jugar hasta los 40, aunque es muy difícil. Hasta los 38, por lo menos, tengo contrato con Fluminense. Y empecé a estudiar Gestión Deportiva, pero no sé qué voy a hacer después del fútbol. Técnico, seguro que no. Pero vamos a abrir un poco la cabeza, la mente, que hace bien. Y nunca es tarde.