2 de enero de 2022
Con Riquelme en el Consejo de Fútbol, el club ganó tres torneos y apuesta a un trabajo integral con juveniles. La disputa con River y la deuda del juego.
Santiago del Estero. Festejo del plantel boquense con la Copa Argentina, tras su triunfo ante Talleres de Córdoba, en diciembre.
TÉLAM
Boca abrió el año 2021 con la conquista de la Copa Diego Maradona y lo cerró con otro logro de relieve al obtener la Copa Argentina. El 7 de marzo de 2020, días antes de que se frenase el mundo por la pandemia, había ganado la Superliga, el primer título ya con la nueva dirigencia, encabezada por el presidente Jorge Amor Ameal y liderada en lo futbolístico por el vice Juan Román Riquelme. De modo que, recién ahora, corrió el agua bajo el puente después de 24 años de macrismo. Los dos títulos de 2021 dejaron un sabor agridulce: los destiñeron la eliminación en la Copa Libertadores y la Liga que ganó River con fútbol de alto vuelo, aunque Boca lo eliminó por penales tanto en la Copa Maradona como en la Copa Argentina. Siempre en el centro de la escena, ocurrió que Boca no encontró su norte en la cancha, ese nivel de juego que entusiasmase a los hinchas. Sin embargo, promocionó juveniles y profundizó el trabajo en el predio de Ezeiza, un centro de entrenamiento que reúne desde la categoría más chica de inferiores hasta la Primera, el gran punto de partida para mejorar en 2022. Las intervenciones del Consejo de Fútbol en la confección del equipo hicieron ruido durante todo el año. Riquelme, se sabe, siempre fue un animal duro de domar por los medios, esquivo. Entonces, el Centro de Entrenamiento de Ezeiza pasó a ser el «búnker» de Riquelme y sus «talibanes», como se leyó en algunos diarios, ahora críticos, antes amables –y socios– con el macrismo. Las piñas de Rául Cascini en la eliminación de la Copa Libertadores ante Atlético Mineiro en Brasil y las incorporaciones que aún no son refuerzos, como la de los delanteros Nicolás Orsini y Norberto Briasco, empantanaron el rumbo. «El fútbol lo maneja íntegramente Román. Esa es la política. Y cada vez amplía más sus pretensiones. Ameal no se mete, va poco al predio», cuenta a Acción el dirigente Matías Daglio, que hace equilibrio entre Ezeiza y Casa Amarilla, donde se entrena el plantel femenino (ver recuadro) y se concentran los deportes amateurs. «Al predio lo mejoraron, pusieron voluntad y dinero, cambiaron el sintético por el césped –agrega–. Y, sobre todo, ahí se trabaja en la identidad, que los más chiquitos tiren paredes con los jugadores de Primera. Falta un montón, la vara está altísima, pero se mejoró mucho en la pertenencia y la mística. A todas las categorías las dirige un campeón del mundo en Japón. Es todo una gran idea».
Otra identidad
El plan de construir en el tiempo un Boca con mayoría de jugadores de la casa y con futbolistas de jerarquía recibió un espaldarazo con la Reserva, que ganó el Trofeo de Campeones, el título N° 20 en la categoría, que no lo ganaba desde la temporada 2011/2012. Los equipos de Reserva despertaron más interés en los hinchas del fútbol argentino porque cada vez se acorta más la diferencia con los de Primera.
El 2 de junio, Boca perdió 2-1 la final de la Copa de la Liga de Reserva ante Sarmiento en la cancha de Banfield. Battaglia era el entrenador. Eros Mancuso, Agustín Sández, Rodrigo Montes, Aaron Molinas, Exequiel Zeballos y Luis Vázquez jugaron de titulares. Seis meses después, son parte del plantel de Primera que dirige el propio Battaglia. Cuando Mauricio Macri asumió como presidente de Boca en 1995, prometió que «nueve de once» de los titulares serían de inferiores. Nunca sucedió. Por ahí pasa ese cambio en la identidad. Y también por fuera de la cancha, con reivindicaciones a socios y a futbolistas de la historia, con políticas de género y derechos humanos, con el acercamiento del barrio al club.
De cara al futuro, Sebastián Battaglia será el entrenador de Boca que comenzará 2022, después de que dejara la Reserva y se hiciera cargo de la Primera tras la salida de Miguel Ángel Russo. El ciclo de 23 partidos con Battaglia como DT arrancó bien arriba, zigzagueó, bajó a pozos profundos de mal juego y levantó sobre el final con el título de la Copa Argentina. En sus primeros ochos partidos, Boca ganó cinco, empató dos y logró la clasificación por penales a la semifinal de la Copa Argentina ante Patronato. La idea ofensiva se rompió en la derrota en el superclásico ante River en el Monumental, y aparecieron dudas y críticas, sumado a los casos de indisciplina de Sebastián Villa y Edwin Cardona. La clasificación directa a la zona de grupos de la Libertadores 2022 se terminó de sellar con la Copa Argentina. Había terminado la Liga con el acceso a través de las fases preliminares. River ganó tres torneos en 2021: Liga Profesional, Supercopa Argentina (5-0 ante Racing) y Trofeo de Campeones (4-0 ante Colón). La diferencia, el quid de la cuestión, radica en el cómo: Boca no juega bien, no mantiene una línea, busca todavía mirarse en el espejo. «Van dos años de gestión. En ese tiempo ningún otro equipo ganó más que nosotros, que salimos tres veces campeones –dijo Riquelme, y apuró–. Es extraño haber conseguido todo eso y no jugar las finales que sí juegan otros». Como ganador de la Copa Argentina, deberá jugar la Supercopa Argentina 2022 ante River.
Será el tercer duelo eliminatorio ante el equipo millonario. Hasta ahora, desde que asumió la comisión directiva en 2019, se enfrentaron dos veces en este tipo de instancias: en ambas se impuso el cuadro xeneize por definición por penales (Copa de La Liga Profesional y Copa Argentina, ambas en 2021).
Lo concreto es que Riquelme piensa a futuro, y no solo en el año que viene, sino en 2023, cuando el oficialismo tendrá que revalidar los cargos en las elecciones. Riquelme podría ir directamente como candidato a presidente. Enfrente, en el macrismo, la carta es Carlos Tevez. El plan es extremar con éxitos la política de juveniles, terminar el hotel-concentración en el predio de Ezeiza y hasta inaugurar el colegio de Boca, como tienen clubes grandes como Independiente y River. El partido de despedida de Riquelme, eternamente postergado, puede ser un instrumento de campaña. «Me voy a quedar muchos años en el club. Todo el tiempo que la gente quiera. Amo a mi club, lo voy a cuidar como a mi familia», dijo Riquelme. Los resultados –siempre el objetivo final en el fútbol profesional–, ese anhelo de volver a ganar la Copa Libertadores después de ya 15 años, y el barómetro de River, el eterno rival, perfilarán el camino. De momento, el 3 de enero, en el «Boca Predio», el plantel de Primera comenzará una nueva pretemporada. Detrás del fútbol, las diferencias empiezan a verse.