3 de diciembre de 2021
Campeón con la selección por primera vez, el astro futbolero selló el idilio con los hinchas argentinos. Barcelona y PSG, en la ruta de un 2021 histórico.
Monumental. Ante Uruguay, por las eliminatorias sudamericanas, el rosarino convirtió un gol e hizo delirar al público con su talento.
TÉLAM
Hay imágenes de Lionel Messi en este 2021 que son parte de una nueva historia para el fútbol argentino, una nueva vida para el crack. El año, que comenzó con su permanencia –a desgano– en el Barcelona más flojo de los últimos años, entregó la instantánea que más esperó desde el día en que debutó con la camiseta celeste y blanca. Se puede elegir la foto del póster, levantando la Copa América en el Maracaná después de la final con Brasil, pero también el momento en que se desploma sobre el césped, abre su celular y hace una videollamada con su familia. Era, al fin, campeón. Y esa era la imagen de la felicidad en un año en que, por séptima vez, conquistó el balón de oro que entrega la revista France Football.
Pero hay otra foto de Messi que muestra una revolución interior y es la que lo muestra en la llegada a su nueva ciudad, en el aeropuerto de Le Bourget, asomado ante los fans que lo saludaban. La remera lo ubicaba en su nueva geografía: «ICI C’EST PARIS» (Esto es París). Su salida del Barcelona, la ciudad que lo formó después de Rosario, el lugar que parecía no iba a abandonar jamás, fue una sacudida para su mundo, su carrera futbolística y también su vida familiar. Su rutina con la pelota ahora está en el París Saint Germain, la liga francesa, rodeado de un plantel de playstation.
El impacto de su pase se midió en millones de euros, en piezas de marketing, en interacciones de redes y en el poder de la familia real catarí, que agrega su nueva estrella a la que ya tenía, Kylian Mbappé. Messi era parte del circuito turístico de Barcelona. Para los visitantes, ver al equipo en el Camp Nou era, sobre todo, ver a Messi. Un pase más. El rosarino es ahora parte de una escenografía que tiene a la Torre Eiffel, al Arco del Triunfo y al Museo del Louvre, metáfora de lo que encuentra en la cancha cuando sale con sus compañeros. Él es Messi.
Tres meses después de su desembarco a París, dijo que se sentía totalmente adaptado al PSG. Eran días en los que su director deportivo, el brasileño Leonardo, reprochaba sus viajes para jugar con la Argentina. «Pasó más tiempo con su selección que con el PSG», se quejó el directivo. Se venía la doble fecha por eliminatorias: Uruguay en Montevideo y Brasil en San Juan, la oportunidad para encontrar la clasificación a Catar. Messi viajó lesionado después de haber estado ausente con su equipo en dos partidos (Leipzig por Champions y Bourdeaux por la Ligue 1). Mientras Leonardo lanzaba misiles a la FIFA por los calendarios, el rosarino se entrenaba en Ezeiza para ponerse la celeste y blanca. Lo hizo en los últimos minutos frente a Uruguay y todo el partido con Brasil, el que por una carambola de otros resultados permitió la confirmación de una plaza en el Mundial.
Esas decisiones de Messi –la sensación de que su prioridad está en la selección, de que su gran objetivo está ahí– termina de sellar el vínculo con los hinchas argentinos, al menos con los que más le desconfiaban cuando la historia parecía dictarse al revés: esa idea –distorsionada– de que Messi era el crack del Barcelona y un futbolista terrenal en la Argentina. Detrás de esa lógica siempre estaban las derrotas en las finales del Mundial 2014 y las copas América 2015 y 2016. El título en el Maracaná desarmó esas miradas de reojo. Y terminó de conformar un vínculo exclusivo entre la estrella y su gente.
En busca del tesoro
Ahora Messi es el que todavía no pisa firme en su club (al cierre de esta edición, recién había logrado su primer gol en la Ligue 1, donde el PSG marcha primero muy cómodo), pero se mueve a sus anchas en la selección. Ejerce el liderazgo del equipo afuera y adentro de la cancha. Tiene al lado a viejos socios, como Ángel Di María, pero también a los nuevos, como Rodrigo De Paul, su sombra. El grupo que moldeó Lionel Scaloni le sienta bien, le entregó el mejor contexto posible. Messi es el líder, la superestrella, pero el resto siempre está al servicio. No se gira alrededor de Messi, no se juega para Messi: se juega con Messi. Al ídolo también hay que darle aire, dejarlo respirar, y que la aceleración vaya por otro lado.
Pero cada vez que la tuvo Messi, el Monumental –o el estadio de San Juan– se vino abajo. El 9 de septiembre, cuando el público volvió a los estadios después de un año y medio, la noche se convirtió en una fiesta. La pandemia había impedido esa cercanía. Incluso, la Copa América que se iba a jugar en la Argentina terminó en Brasil. Esa noche en la que se volvía a las canchas, además volvía Messi campeón. Y más allá de los recitales del final, con los fuegos artificiales, el concierto estuvo adentro de la cancha. Tres goles y una actuación para enmarcar. Siempre con algún récord en la mano. Esa noche superó largamente a Pelé como máximo goleador de una selección sudamericana. El brasileño tenía 77 goles con Brasil, Messi llegó esa vez a los 79. También pasó a Luis Suárez como goleador en eliminatorias sudamericanas. El uruguayo tenía 25, Messi alcanzó esa vez las 26. Pero después le vendría otro partidazo –y otro gol, para ampliar la marca– con Uruguay en el Monumental.
La clasificación a Catar 2022 cerró un año perfecto; para la Argentina y para Messi. Un pasaje conseguido con tanto oxígeno (cuatro fechas por jugarse, más el partido suspendido con Brasil) y además después de un título continental permiten encarar el último camino hacia el Mundial con mucha tranquilidad. «Y ahora tengo ganas de ir por más, la ilusión y el sueño de estar en una nueva final siempre está», le dijo Messi al diario Marca. Ya comenzaron a hacerse las primeras cuentas: si nada pasa y llega sin problemas, será el jugador argentino con más mundiales disputados (cinco) por encima de Diego Maradona y Javier Mascherano (cuatro). Pero si además jugara los tres partidos de la fase de grupos, será el futbolista que más encuentros haya jugado con la celeste y blanca en mundiales. Y si incluso llegara a semifinales alcanzaría al alemán Lothar Matthaus (25 partidos) como el hombre con más partidos mundialistas.
Son números que están en los márgenes, que en todo caso llegarán solos entre la búsqueda del verdadero tesoro. El 21 de noviembre de 2022, cuando comience a moverse Catar 2022, Messi tendrá 35 años. Quiere la Champions con el PSG, pero su mira está en el Mundial. Falta mucho todavía y el mundo va a grandes velocidades, pero en este año que termina el rosarino que ya puede tener su póster con una copa y la camiseta argentina, armó su base. Su mudanza a París supuso un torbellino para él y su familia, pero encontró tranquilidad. Sus viajes a la Argentina también le entregan paz. Esa fue su revolución.