7 de diciembre de 2021
Desde ahora, el estadio de Independiente de Avellaneda lleva el nombre de su máximo ídolo. Repaso por la carrera de una leyenda del fútbol argentino.
Idilio. El Bocha saluda a los hinchas, en el reconocimiento celebrado en el templos de Los Rojos, el 5 de diciembre.
TÉLAM
«Me fallaron muy feo dos veces: una cuando se hizo mi partido homenaje, en el que me robaron mínimo 20.000 entradas; y otra cuando la gente votó mi nombre para ponerle al estadio y manipularon la votación a último momento para que perdiera», lamentó Ricardo Enrique Bochini en su muy buena biografía Yo, El Bocha, escrita por el periodista Jorge Barraza. Lo primero ocurrió en los 90 y pasó a incobrables. Lo segundo fue reparado con una fiesta que tuvo lugar el pasado domingo 5 de diciembre, a poco más de 30 años de su retiro profesional. Bochini jugó un partido entre viejas glorias de Independiente y San Lorenzo en la previa al clásico entre ambos por el torneo de Primera. Desde ahora el estadio del Rojo se llama Libertadores de América – Ricardo Enrique Bochini.
El homenaje sirve para dimensionar la figura del 10 de Independiente. Ningún jugador le dio tanto a Independiente como el Bocha. 714 partidos oficiales y 108 goles. Nadie jugó tantos partidos en el club ni conquistó más títulos: 5 Copas Libertadores (1972, 1973, 1974, 1975 y 1984), 3 Interamericanas (1973, 1974 y 1976), 2 Intercontinentales (1973 y 1984), 2 torneos de Primera División (1983 y 1989) y 2 Nacionales (1977 y 1978). En 19 años de carrera, el Rojo fue su único equipo oficial. Y fue el ídolo de Diego Maradona, quien contó que cuando era pibe iba a la cancha a verlo jugar. Es que el Bocha es símbolo de tiempos triunfales para los de Avellaneda. Cuando se retiró, en 1991, los Diablos apenas conquistaron solo dos títulos en el ámbito local; el del 94/95 de la mano de Miguel Ángel Brindisi y el de 2002, con Américo Gallego como conductor. Se ganaron copas internacionales pero escasearon las locales y se terminaron las Libertadores, trofeo del que Independiente sigue siendo el máximo ganador, con siete.
La historia del 10 Rojo dentro de la cancha exhibe momentos que quedaron marcados a fuego entre los hinchas y se transmite de generación en generación. Debutó en primera en 1972 y al año siguiente le hizo el gol a la Juventus, de Italia, para que Independiente obtuviera su primera Copa Intercontinental. Los 70 fueron años del Diablo. Bochini se terminó de meter al público en el bolsillo cuando le hizo tres goles a Racing, en 1974. Sus paredes con Daniel Bertoni fueron ícono no solo del club sino del fútbol argentino. Justamente, ambos pasaron a la historia cuando el Bocha hizo el inolvidable gol del empate en la final del Nacional 77 frente a Talleres, en Córdoba, con 8 futbolistas en el campo de juego y selló el campeonato para los de Avellaneda. Un dato no menor: el Gobierno militar pugnaba por el triunfo de los locales y, por eso, además, ese logro de Los Diablos es considerado como una las más grandes hazañas del fútbol argentino.
Todo Rojo
Pero el Bocha diría, años después, que su gran noche fue una de enero del 79, en Avellaneda, cuando le hizo dos tantos a Ubaldo Fillol en la final del Nacional 78, pospuesta por el Mundial. Fue 2 a 0 que decretó el campeonato de Independiente frente a un River muy poderoso. Eran tiempos dichosos de la institución. Bochini formó parte del equipo que, dirigido por Nito Veiga, jugaba vistoso pero que fue dos veces seguidas subcampeón del Estudiantes de Carlos Bilardo, hasta que en el 83, de nuevo con José Omar Pastoriza como DT, saldría campeón del Metropolitano. Al año siguiente ganaría su última Libertadores hasta el momento y la Intercontinental ante el Liverpool, en Japón.
Bochini no era goleador pero definía en partidos clave. Basta recordar un clásico ante Racing, en el 86, con un gol hermoso desde afuera del área, o sus definiciones ante Boca, en la pelea por el título de la temporada 1988-1989. Tuvo socios de gran nivel y les hacía las jugadas sencillas a sus compañeros. Norberto Outes, Alejandro Alfaro Moreno, Marcelo Reggiardo, Alejandro Barberón y José Percudani le deben muchos de sus gritos de gol.
El domingo 5 de diciembre, emocionado por el reconocimiento de que el estadio del Rojo lleve su nombre, se permitió llorar en público y hasta hizo dos goles. El primero sintetizó su estilo de hacer simple lo difícil. Al cabo, Bochini juega para siempre.