4 de agosto de 2022
Ricardo Díaz Mourelle y Julieta Díaz concretan el viejo anhelo de hacer teatro juntos con una pieza poética y musical que atraviesa la historia argentina.
Sintonía familiar. A partir de su relación, los intérpretes encontraron una nueva complicidad a la hora de trabajar.
PRENSA/ALEJANDRA LÓPEZ
Son muchas las sensaciones, ilusiones y también temores que procesan padre e hija con el estreno a la vuelta de la esquina. Algo de lo que vienen hablando Ricardo Díaz Mourelle y Julieta Díaz hace años está por cristalizarse, por plasmarse nada menos que en un escenario. El oficio de dar es el espectáculo poético musical que presentan los miércoles de agosto y septiembre en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación.
«A pesar de que cueste creerlo, es la primera vez que nos subimos a un escenario juntos», cuenta el intérprete, que participó en obras como Ricardo III. Tío Vania y Los siete locos y en películas como Nueve reinas y Juan y Eva. «La verdad es que finalmente, después de un sinfín de intentos, pudimos confluir y eso me tiene nervioso, pero también orgulloso de poder encontrarme con mi hija en una obra tan profunda y sentida», expresa.
«Yo era la que estaba con la agenda más ocupada y la que, sin quererlo, postergaba este hermoso proyecto de trabajar no solo con mi papá, sino con el artista que admiro y con el hombre de quien mamé todo lo que rodea a esta profesión», dice la popular actriz, que por estos días incursiona con su flamante proyecto musical y está a pleno con las funciones de Las irresponsables. «Si bien esta vez formalizaremos un encuentro arriba de un escenario, con papá hemos cantado y recitado poesías un montón de veces. Él me enseñó a escuchar al Polaco Goyeneche, a leer a Cortázar o a disfrutar escenas de Marlon Brando. Obvio que esto es diferente, porque ahora tendremos otra mirada, pero no deja de ser la continuidad de algo que nos resulta familiar», destaca.
Escrito y diseñado por Díaz Mourelle, El oficio de dar es una manera de retribuirle a la profesión y al público todo lo brindado «en esta vida de artistas trashumantes», resumen los protagonistas. «Nosotros somos lo que nos dieron porque somos lo que damos. Este oficio de escribir, actuar, cantar o recitar nos formó y construyó. Nos dio pero también contamos con la posibilidad de dar por el solo goce que implica esa acción, sin pretender nada a cambio», señala el hacedor.
Hilo conductor
Si bien la idea de coincidir en un escenario viene de larga data, el parate por la pandemia fue la excusa perfecta para ajustar detalles y agendar fechas posibles. «A fin de 2021 me comuniqué con Juano Villafañe, director artístico del CCC y le comenté lo que estábamos pergeñando. Él se entusiasmó de inmediato y nos pusimos de acuerdo», repasa el padre. «Mi viejo motorizó el proyecto, lo compaginó todo. Yo me sumé, le propuse algunas ideas y él le dio para adelante con el impulso y el entusiasmo de un chico que recién comienza», completa la hija.
En diálogo con Acción, hacen un alto en uno de los últimos ensayos y cuentan que «está todo encaminado, solo falta ensamblar la puesta con los músicos». El oficio de dar tiene poemas de Juan Gelman, Juana Bignozzi y Juan L. Ortíz, además de canciones como «El arriero», «La pobrecita», «Triunfo agrario» y «Zamba de Juan Panadero», entre otras. También incluye poemas del propio Díaz Mourelle y canciones que Julieta compuso con su coequiper Diego Presa.
A lo largo de la pieza «se va construyendo el hilo conductor, que es una mínima porción de la historia de nuestro país, haciendo foco en el trabajo, la pobreza, la abnegación del pueblo y la lucha del argentino, que es su marca registrada», describe Díaz Mourelle. «La obra no tiene un mensaje desesperanzador, sino todo lo contrario: hay luz al final del túnel», aclara.
Los intérpretes se miran con amor y se ríen cuando recuerdan algunos pasajes de los ensayos, que por supuesto tuvieron rabietas propias de la relación. «Papá es un director democrático que escucha y recibe propuestas, pero es el que manda, al menos aquí. El tema es que yo soy exigente conmigo y como me recuerda mi psicóloga, también soy un poco puntillosa, ansiosa y demandante. Entonces, considerando que es el proyecto laboral más emocional de mi vida, se me puede escapar la tortuga», dice ella, mientras le acaricia el rostro. «Somos gallegos discutidores, nos decimos las cosas, nada queda atragantado y después todo fluye, está aceitado: es un placer poder trabajar juntos porque el conocernos tanto hace que no tengamos que caretearla», asegura él con una sonrisa. «Yo sé perfectamente quién es Juli, la he visto en cine, televisión y teatro al cabo de tantos años de trayectoria y, como se lo dije tantas veces a ella, su aura atraviesa la cuarta pared. Pero observarla y disfrutarla en los ensayos no deja de sorprenderme, sobre todo por su fuerza interpretativa: es una leona». Julieta escucha mirando al suelo y se sonroja. Y luego retribuye gentilezas: «Además de mi papá, es mi maestro y es un artista en el que siempre busqué reflejarme. Sintonizo con él instantáneamente».