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La pantalla grande se puede ver como un puente en el que confluyen las obras de diversos escritores y directores. Las películas argentinas más emblemáticas y las últimas novedades en la materia.

 

Backstage. Taratuto, el director de Papeles en el viento, rodeado por los protagonistas: Diego Torres, Pablo Echarri y Diego Peretti. (Concreto Films)

Vladimir Nabokov, Anthony Burgess, William Thackeray, Stephen King y Arthur Schnitzler son autores de algunas de las obras literarias en las que Stanley Kubrick se basó para filmar sus películas, ya grandes clásicos del cine. En buena parte de los casos, el trabajo del director estadounidense tuvo mucha más repercusión que los textos que le sirvieron como punto de partida. Por ejemplo, al mencionar 2001: una odisea del espacio seguramente venga a la cabeza la música de Richard Strauss con la que empieza el film, antes que el nombre de Arthur C. Clarke, autor de la novela breve en la que Kubrick basó su película.
A lo largo de la historia del cine, incontables veces se ha tomado la literatura como fuente de historias. Llevar un texto al lenguaje audiovisual, desde luego, implica transformaciones complejas. Se debe echar mano a distintos recursos para que lo narrado únicamente con palabras dé lugar a una trama de sonidos e imágenes concretos. Las formas de contar en un universo y en el otro no son las mismas y, si se piensan con ánimo comparativo un texto literario y la correspondiente transposición al cine, casi seguro el efecto será la desilusión. Entonces, conviene entender que se trata de distintas versiones de una historia y no cotejar punto por punto una novela o un cuento con una película. La mejor manera de ser «fiel» a una historia suele implicar cambios, incluso un rearmado del argumento y de la estructura de la narración.
El cine argentino cuenta con una enorme cantidad de películas que tomaron como base obras literarias. Por ejemplo, Leopoldo Torre Nilsson hizo sus versiones de textos de Arlt, Borges, Cortázar, Puig, Ricardo Rojas, Beatriz Guido y Dalmiro Sáenz. Entre 1962 y 1965, Manuel Antín estrenó tres largometrajes basados en obras de Cortázar: La cifra impar, Circe e Intimidad de los parques. Héctor Olivera filmó a partir de libros de Osvaldo Bayer, Borges y Osvaldo Soriano. Sergio Renán… En fin, una lista medianamente completa sería demasiado larga.
En los últimos años, el interés de cineastas por libros de ficción argentinos parece haber cobrado nuevo impulso, acompañado por el Premio Oscar que ganó en 2010 El secreto de sus ojos, película de Juan José Campanella a partir de una novela de Eduardo Sacheri.

 

Círculo virtuoso
En enero de este año se estrenó Papeles en el viento, basada en otro texto de Sacheri, con dirección de Juan Taratuto, y en abril llegó a los cines Tuya, dirigida por Edgardo González Amer. Tuya es la tercera versión cinematográfica de obras literarias de Claudia Piñeiro. Antes se habían filmado Las viudas de los jueves (con dirección de Marcelo Piñeyro) y Betibú (dirigida por Miguel Cohan). Alejandro Doria había querido hacer una versión de Tuya –la primera novela dirigida a lectores adultos que publicó Piñeiro, luego de 2 libros para jóvenes–, pero no llegó a concretarla.
Actualmente están en proceso al menos 8 transposiciones de obras literarias argentinas, basadas en Kryptonita, de Leonardo Oyola, El origen de la tristeza, de Pablo Ramos; Era el cielo, de Sergio Bizzio; El pez rojo, de Leonardo Sabbatella; El limonero real, de Juan José Saer; El viento que arrasa y Ladrilleros, de Selva Almada; y Zama, de Antonio Di Benedetto. La lista incluye, como se ve, el texto de un autor muy joven (Sabbatella nació en 1986 y publicó, hasta ahora, 2 novelas), obras ya ineludibles, como la de Saer o la de Di Benedetto, y libros de escritores establecidos que nacieron entre 1956 y 1973 y cuentan ya con una buena cantidad de trabajos editados.
En el caso de Bizzio, no es la primera vez que un texto suyo se versiona en la pantalla grande. Por ejemplo, la interesante película XXY, dirigida por Lucía Puenzo –su pareja–, se basa en el cuento «Cinismo». Al mismo tiempo, Bizzio ha trabajado como guionista de televisión y ha dirigido sus propios largometrajes.
Sin duda, la industria del cine maneja números muchísimo más fuertes que la industria editorial, no solo en cuanto a inversión y retorno de dinero, sino también en cuanto a cantidad de público. Y, de algún modo, esto puede retroalimentar la venta de libros. Por eso, resulta habitual que las editoriales relancen un título cuando aparece una versión cinematográfica, incluso con una tapa vinculada con la película.
En 2014, el director Juan Pablo Buscarini estrenó El inventor de juegos. Pablo De Santis quedó muy contento con esta transposición de su novela juvenil. Le gustó mucho el trabajo de los actores y le pareció que la película (una superproducción, con un presupuesto de cerca de 6 millones de dólares) mostraba «un derroche de creatividad en todos los campos: la escenografía, los objetos, los trajes…». De Santis comenta que lo más difícil, en cuanto a la estructura narrativa, era replantear las 3 partes bien demarcadas en el libro. «Eso no se podía trasladar al cine como estaba, una película necesita una estructura mucho más centralizada, con un pico de intensidad final», explica.


De Santis, Sabbatella y Oyola señalan que fueron los directores, atraídos por los libros, quienes se acercaron con una propuesta. Dice Sabbatella: «Carlos Wehbi me contactó, nos encontramos y me dijo que ya había leído 2 veces El pez rojo y estaba tomando notas con la idea de una posible adaptación. Para mí, lo más importante es el entusiasmo y la convicción que él tiene con este proyecto».
De los 3, solo De Santis trabajó sobre el guión, pero no mucho, únicamente al principio y al final del proceso. Sin embargo, tanto él como Oyola y Sabbatella entienden que una película basada en un libro es una lectura, una reinterpretación del texto literario. «Tengo muy en claro que soy el autor de la novela», remarca Oyola, «y que la película es algo de Nicanor Loretti, el director, si bien él me mantiene al tanto de todo y hasta me invitó a presenciar los ensayos y el rodaje». Oyola cuenta que había fantaseado con la posibilidad de que alguno de sus textos tuviese una versión en pantalla grande cuando varios lectores le comentaron que su primera novela, Siete & el Tigre Harapiento, les resultaba «muy cinematográfica». Desde luego, no siempre los escritores quedan contentos con las películas. Por ejemplo, a Enrique Medina lo dejó muy satisfecho la versión que hizo Teo Kofman de Perros de la noche, estrenada en 1986, pero se sintió estafado y maltratado con la película Las tumbas, del director Javier Torre. «La considero una falsificación de la novela», dice, «sin el más mínimo respeto por el espíritu del texto».

 

Empatía y resultados
En los últimos 10 años hay un interesante número de películas basadas en textos de escritores argentinos, y esa cantidad parece ir en ascenso. Aballay, dirigida por Fernando Spiner a partir de un cuento de Antonio Di Benedetto; Los crímenes de Oxford, coproducción internacional basada en una novela de Guillermo Martínez, con dirección de Álex de la Iglesia; Dos hermanos, dirigida por Daniel Burman, sobre Villa Laura, de Diego Dubcovsky; El niño pez y Wakolda, versiones cinematográficas que Lucía Puenzo hizo de sus propios libros, son apenas algunos ejemplos para sumar. Edgardo González Amer también es escritor (publicó 3 libros de ficción) y dirigió Tuya, basada en una novela de Claudia Piñeiro. La productora 3Mentes le acercó la propuesta. Él ya conocía bien el trabajo de Piñeiro y pudo dialogar con ella, que, además, hace un gracioso cameo en la película. González Amer remarca que Tuya es una novela que no tiene mucho que ver con Las viudas de los jueves y Betibú, textos que ya habían sido versionados en pantalla grande, y señala, además, que esta transposición contaba con un presupuesto bastante más acotado que las otras 2. La novela Tuya está narrada por Inés, la protagonista, en la mayor parte de los capítulos; esa voz resulta muy potente. El director dice que las primeras anotaciones en los márgenes del libro surgían de cómo replantear esa voz en una película. Lo solucionó usando en algunos pasajes la voz en off (sobre todo, al principio, «para darles fuerza a las actitudes y acciones de Inés»), aunque no es un recurso que le guste demasiado. «Creo que la adaptación de escritores argentinos al cine es un devenir natural», apunta González Amer. «Solo depende de una empatía de los directores con los textos literarios y de productores que apuesten a narraciones sólidas en un momento en que el cine comercial necesita, como pocas veces antes, un buen resultado de taquilla».
Dolores Llosas, socia de Juan Taratuto en Concreto Films, concuerda con lo que dice González Amer sobre la importancia que tiene hoy la taquilla. En este sentido, está muy contenta con lo que logró Papeles en el viento: tuvo 400.000 espectadores en Argentina y está iniciando su camino en el mercado internacional. El proyecto nació después de que le regalaron la novela a Taratuto: él la leyó, le gustó y creyó que podía hacerse una interesante versión cinematográfica. Le pasó el libro a Dolores, su socia, y ella tuvo la misma percepción.
En un principio, creyeron que iba a resultar casi imposible porque El secreto de sus ojos –la película de Campanella basada en otra novela de Eduardo Sacheri– acababa de ganar el Oscar, pero todo fue más simple de lo que imaginaban. Los derechos para cine estaban disponibles y Sacheri se mostró muy interesado. Llosas afirma que, mucho más que el Oscar, influyeron en su apuesta la trayectoria y el reconocimiento que tiene Sacheri como escritor.

Salvador Biedma

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