22 de mayo de 2022
La violencia contra las mujeres, el bullying y la opresión social aparecen reflejados en la trama de películas que abrevan en el cine fantástico o de terror.
Pantalla grande. Escenas de Las noches son de los monstruos y Matar a la bestia, producciones locales que alimentan la tendencia.
El terror sobrenatural ha sabido, a lo largo de la historia del cine, poner en escena los miedos que acongojan al mundo contemporáneo. Pero tal vez hoy más que nunca son evidentes los abusos del hombre hacia la mujer materializados en la pantalla grande. La amenaza de un otro, la invasión del cuerpo, generan un miedo constante que desde Hollywood hasta las producciones nacionales han hecho carne en sus relatos. Según la especialista en cine de género Victoria Duclós Sibue «el género siempre representó problemas sociales. Los elementos fantásticos permiten evitar el panfleto y proponer una metáfora, un proceso de elaboración de la idea que no es tan lineal».
La serie Chucky pone al muñeco maldito ante un giro en su clásico comportamiento. El asesino escondido en un juguete infantil ya no ataca a sus ocasionales dueños, sino que ahora es una suerte de ángel de la guarda que defiende a un adolescente introvertido víctima de bullying. En películas como Huye o Nosotros, el director Jordan Peele ha construido su marca de estilo al representar mediante el género las aberraciones sufridas por los afroamericanos en Estados Unidos. De igual manera, el guatemalteco Jayro Bustamante utiliza en La llorona elementos del cine sobrenatural para reconstruir el genocidio de la población maya-ixil ocurrido en los 80. El mito del hombre-lobo no escapa a esta lógica. La producción francesa Teddy de Ludovic y Zoran Boukherma muestra, desde el sufrido punto de vista de un adolescente, su propia transformación en animal.
Miedos contemporáneos
Colaboradora de la revista Rolling Stone, entre otros medios, la periodista Julieta Bilik explica que «tras la irrupción del Ni una menos las violencias contra las mujeres y disidencias pasaron de ser un tema “de nicho“ a uno masivo. Desde entonces, el cine, así como otras expresiones artísticas y culturales, dan cuenta de ese fenómeno social que sigue profundizándose hasta nuestros días y, si bien no ha logrado erradicar las violencias que padecemos, lo relee y actualiza».
En Argentina los abusos propiciados hacia las mujeres también encuentran en el cine fantástico la forma de ser representados. Ocurre en Los que vuelven de Laura Casabé y en Matar al dragón de Jimena Monteoliva, así como en la más reciente Las noches son de los monstruos de Sebastián Perillo. La última cuenta el miedo de una adolescente a ser «devorada» alegóricamente por su padrastro acosador interpretado por Esteban Lamothe. El actor cuenta que «el novio de la madre es un personaje clásico del cine, un ser que pareciera confundir a su hijastra con su encanto, pero al mismo tiempo es un tipo siniestro, un perverso».
Otro claro exponente es Matar a la bestia, dirigida por Agustina San Martín, que narra en clave de terror el despertar sexual de una adolescente en un contexto machista. «Las bestias que antes atacaban a las mujeres en las películas no estaban cargadas de una simbología patriarcal o machista, pero ahora sí. La diferencia es la sexualidad del cuerpo femenino, que ahora no necesita de la interacción con un otro: cuando es violentado, la construcción narrativa se hace desde otro lugar», dice Duclós-Sibuet. La realizadora agrega que «la película construye esta constante opresión patriarcal en donde distintos hombres siguen a la protagonista por la calle, la silban, la señalan. Este contexto parece querer comérsela constantemente hasta que ella se habite a sí misma y pueda responder».
Quizá sea tiempo de quitarle ese manto de mero entretenimiento al género fantástico y pensar su anclaje directo a los miedos contemporáneos. Después de todo, estos films nos dicen que los monstruos no son otra cosa que seres ambiguos que conviven entre nosotros, que no vienen de otra dimensión sino de nuestra propia sociedad, que cometen todo tipo de abusos y que su rostro es más familiar de lo que imaginábamos.