27 de julio de 2022
Publicada en 1972, la novela de Enrique Medina marcó un hito en la literatura argentina con la crudeza de su lenguaje. Influencia en el cine y las series.
Fenómeno popular. A pesar de codearse con Borges, Bioy Casares y Manuel Puig, el escritor fue soslayado por la tradición académica.
GENTILEZA TRIANA PENAZA
Publicada por primera vez en julio de 1972, Las tumbas es un clásico perenne de la literatura argentina. Es un relato cruento, contado por el Pollo, un joven que abandona su inocencia en reformatorios. En sus páginas hallamos escenas de bajeza inhumana (asesinatos de animales, violaciones, golpizas) pero también pasajes de solaz y descubrimiento: la novela bien puede considerarse la historia de un muchacho y su introducción a la vida adulta.
«Per aspera ad astra». La máxima de Séneca –por el camino arduo, a las estrellas– puede resumir el tono predominante del libro y, también, de buena parte de la carrera de Enrique Medina. Nacido en un entorno poco favorecido, con un padre boxeador al que no conoció, llegó a ser uno de los máximos exponentes de la literatura argentina. Se codeó con Adolfo Bioy Casares, quien firmó una solicitada en contra de la censura que había sufrido; Jorge Luis Borges, quien le consiguió trabajo en una librería; y Manuel Puig, quien le cedió una foto de Rita Hayworth para la portada de Solo ángeles.
Aún con estos vínculos, Medina representa un caso difícil de encasillar: en su extensa obra, de más de 40 títulos, ha escrito bajo el influjo de las novelas policiales estadounidenses, el desencanto de Céline o el pulp que Bukowski homenajeó en su novela homónima. Todo siguiendo un itinerario personal y honesto que esquivó movimientos, corrientes y modas, a la vez que fue ignorado por la academia y el lector «culto».
Potencia expresiva
El periodista y escritor José María Marcos ha sido editor de Medina en el sello Muerde Muertos. Allí publicó Strip-tease: traducción visual, Sinfonía infernal y el más reciente libro de relatos La ciudad dorada. Marcos señala que «la aparición de Las tumbas es un punto de inflexión en la literatura argentina, porque incorpora un punto de vista y un uso del lenguaje poco frecuentes hasta ese momento». Respecto de los aspectos formales de la novela, el editor opina que todavía «conserva una potencia por el lenguaje desplegado para la reconstrucción de ciertos ambientes y determinados sentires».
Por su parte, Alejo Hernández, responsable de Editorial Catalpa, que acaba de publicar los Relatos breves del autor, observa que «existe cierta incapacidad de encuadrar la obra de Medina dentro del canon literario argentino. Las tumbas fue un fenómeno literario popular, de una masividad inédita, construido a partir del habla y las vivencias de los estratos más relegados. Y eso generó cierta distancia –y hasta un tabú– entre los escritores que se formaron en torno a la academia». A propósito del cincuentenario de Las tumbas, Catalpa ha preparado una edición especial para que una generación de jóvenes lectores pueda descubrir a Medina y su obra.
La influencia del escritor se puede rastrear no solo en la literatura. De una forma u otra, su estilo crudo y directo se vio reflejado en producciones de cine y televisión. Medina es un cinéfilo confeso y, frente a la pregunta de si vio Pizza, birra, faso, Okupas, Tumberos o El marginal, admite que «todos me roban pero nadie se hace cargo». Bruno Stagnaro, director involucrado en las primeras dos producciones mencionadas, al ser consultado niega haber leído la novela. El misterio se hace más denso cuando Medina comenta que trabajó con Juan José «Buby» Stagnaro, tío del director de Okupas, ficción que cuenta con un protagonista llamado «Pollo», igual que el narrador» del libro.