28 de mayo de 2015
Gracias al trabajo de actores y directores de distintas localidades, el público ya no tiene que movilizarse hasta las salas porteñas para asistir a una función de calidad. El testimonio de sus hacedores.
Durante un largo tiempo, quienes vivían en el Conurbano bonaerense y se querían formar como actores o asistir a una función de calidad, escuchaban que lo indicado era «ir a Capital». Casi como un axioma, la idea del traslado parecía inevitable: no existía ni buena formación ni una gran oferta teatral en provincia. Sin embargo, siempre hubo espacios consagrados a las artes escénicas por fuera de la Ciudad de Buenos Aires. Y un pantallazo a la actual cartografía teatral revela que se han ido multiplicando, al menos, desde la última década.
Da cuenta de ello Federico Picasso, joven teatrista e investigador del Área de Investigaciones en Ciencias del Arte (AICA, Centro Cultural de la Cooperación), formado en San Antonio de Padua. Para él, aquel axioma reflejaba la realidad: «En menor medida, eso era así. Hasta el año 2000, sí o sí, si te querías dedicar seriamente al teatro era necesario ir a Capital. Porque no teníamos grandes maestros, quizás el espacio más interesante fue Terrafirme, que estaba en Moreno. En Merlo estaba Mónica Cabrera, una gran docente».
A diferencia de lo que ocurría por entonces, dice Picasso, actualmente «en Morón tenemos el profesorado de teatro, en donde además tenés la tecnicatura en actuación. Pero también hay un factor crítico, porque los que se forman como docentes y no como actores en general son gente que no ve teatro, que no actúa. O sea, gente que no sabe de teatro ni desde la práctica ni desde la mirada. El teatro, para ellos, es una abstracción. Los que hacen la tecnicatura a lo mejor están más interesados en hacer, producir y ver teatro. También hay muchos chicos que pasan por esa escuela y terminan su formación en el IUNA o en la EMAD. La formación de Morón es necesaria y buena, pero todavía está en desarrollo», concluye.
Hoy en día, las posibilidades han ido creciendo merced al trabajo de las nuevas generaciones, capaces de generar espacios no solo formativos, sino también de exhibición. Tan solo como marco de referencia, el sitio de la Red Teatral Sur ofrece una lista de 60 teatros en actividad. Uno de los más emblemáticos es el Banfield Teatro Ensamble. Su director, Nelson Valente, presentó recientemente el espectáculo El loco y la camisa, éxito de público primero en su propia sala y luego en Buenos Aires, además de haber sido programado en festivales internacionales. Para Valente, «hay un teatro del Conurbano en la manera de trabajar. Se trata de un grupo de compañías que se autogestionan y que sostienen salas en la forma de laburar: podemos actuar, dirigir, estar en la boletería, limpiar los baños. Y eso nos aúna. Después, cada uno tiene su línea: no se podría hablar de una sola estética».
En sintonía con lo que sostiene Valente, Picasso enfatiza el sentido autogestivo y considera que la itinerancia es otro rasgo que define al espíritu del teatrista independiente del Oeste bonaerense, su zona de pertenencia. «Una puesta está armada para ser metida en un auto y ser trasladada con facilidad, y eso incide. Incluso, la obra se adapta a cada lugar», amplía.
según el Banfield Teatro Ensamble.
(Prensa Banfield Teatro Ensamble)
Autogestión, multiplicidad de roles y proliferación de estéticas: así se configura el perfil de un teatrista/gestor. Es válido preguntarse qué aporte hace el Estado provincial a los teatristas del Conurbano. «Existe el Consejo del Teatro, que cuenta con un consejero para cada zona. Lo que debés hacer es completar una serie de formularios que llegan al Instituto Cultural de la provincia, la institución que da los subsidios. Todos los años varían según el presupuesto, pero en un “año bueno” puede dar 200 para cada región. Pero un subsidio es de 5.000 a 8.000 pesos: un incentivo», apunta Picasso. Valente comenta el aporte del Consejo a su región: «Armamos la Red Teatral del Sur. Cuando apareció la Ley del Consejo Provincial, fuimos la única región que se juntó para ver qué hacíamos con ese dinero. En general, todos los años se invierte en proyectos de bien común, como capacitación o formación de espectadores».
En la amplia mayoría de los casos, los actores tienen trabajos por fuera del teatro para poder vivir y continuar con sus proyectos creativos. Laura Sánchez, docente ya jubilada, es una cara conocida para todos los que ven las obras del Elenco Municipal Luz y Sombra de Quilmes, inicialmente concebido de forma independiente y, más tarde, subsumido a la estructura municipal. «La elaboración de la escenografía, vestuario, utilería, está a cargo del elenco. Hubo ocasiones en que, a pesar de ser municipal, todos los gastos salían de nuestros bolsillos. Cabe recordar que las funciones son con entrada libre y gratuita», aclara la actriz.
Tanto Sánchez como Picasso y Valente ponen en evidencia que las ganas de hacer superan toda carencia material. «Creo en la existencia de un público del Conurbano, que está ávido no solo de teatro, sino de diversas expresiones culturales. Esto se percibió con mayor claridad luego de la apertura del Teatro Municipal de Quilmes, cómo la gente se acerca a consultar la programación y asiste a las funciones. Existe un permanente movimiento de público, abierto a los diferentes géneros», afirma Sánchez. Los asistentes aumentan, merced a propuestas como las del Banfield Teatro Ensamble o los ciclos que agrupan a los propios artistas, que sirven no solo para aunar criterios y ponerlos en contacto, sino también como espacios donde se modela una propuesta teatral accesible y cercana.
—Ezequiel Obregón