29 de agosto de 2022
La cantante, que acaba de publicar un nuevo disco, hace un repaso de su notable trayectoria y se aventura por el laberinto de sus emociones.
Siempre con una sonrisa instalada que subraya su rostro de clown, Hilda Lizarazu ha desarrollado –con un perfil modelado por la discreción– una trayectoria notable. Ingresó al rock por la mirada: primero fue fotógrafa. Todavía sus formidables retratos hechos como reportera de revistas como Cerdos & Peces y Humor circulan por internet y en tapas de libros. Un Luca Prodan manso y tranquilo, la serie del triunvirato Poli, Skay & Indio blandiendo un cartel con el mensaje «en contra» y su reverso («a favor»), son algunos de sus registros de la década del 80. No faltaba demasiado tiempo para que la reportera atendiera del otro lado del mostrador, y fuera ella objeto de retratos.
Hija de un militar y de una seguidora de las enseñanzas del místico ruso George Gurdjieff, nacida en uno de los destinos castrenses de su padre (Curuzú Cuatiá, Corrientes), con una adolescencia repartida entre el Colegio Dámaso Centeno de Caballito –en cuyos patios se conocieron Charly García y Nito Mestre– y la ciudad de Nueva York, Hilda es una mujer todo terreno que vive la vida a través del prisma del arte.
Pasaron más de 40 años del trajinar periodístico y, de alguna manera, sigue trabajando con la mirada. Ve donde pocos ven. Como compositora, fue la primera que destacó la diversidad sexual en Sola en los bares. «Me enteré de que la canción es pionera en la visibilización de una trans… En aquel tiempo, todo eso provocaba curiosidad. Una travesti era un varón que daba miedo, misterio. Por suerte cambió esa consideración. Yo la vi desde arriba del colectivo, y me inspiró a escribir la historia», dice, en un bar de Palermo Viejo, enfrente de la casa que habita desde hace décadas.
Da la sensación de que los años le otorgaron cierta sabiduría. No se toma muy en serio. En tiempos de reivindicaciones de género y cambios de paradigmas, fue ubicada también como pionera al haber alzado su voz entonada y dulce en una escena dominada por hombres. De Los Twist a diversas bandas de Charly García, estuvo en el ojo de un huracán de temperamentos fuertes. Su hogar musical, al fin, fue Man Ray: el grupo con el despabiló a varios a través de hits como «Caribe sur». Man Ray fue su gran creación. Ella se desmarca: «No sé. Tampoco creo que el rock haya sido más machista que el resto de la sociedad. He estado rodeada de grandes artistas». La banda que compartió con Tito Losavio desplegó un pop elegante y un sonido que hasta despertó la admiración del Indio Solari. El cantante de los Redonditos había quedado embelesado con el trabajo de mezcla realizado por Mario Breuer en el disco Hombre Rayo, de 1994. Y es que Man Ray sonaba muy bien. «Era una buena banda, sí. La gente por la calle me llamaba Man Ray… ¡No sabían que me llamaba Hilda Lizarazu!», dice ahora.
Acaba de sacar un disco titulado Antigua, en el cual retoma ese fresco groove de los años 90, con algunos toques electrónicos. Hoy su partenaire es Federico Melioli, bajista italiano al que cita una y otra vez. «Es mi compañero musical desde hace muchísimo tiempo… ¡dieciocho años!». Luego de hacer un disco de covers de rock argentino, con Antigua Lizarazu y Melioli presentan una serie de inspiradas composiciones más dos covers: la cumbia «El pescador de Barú», de Isaac Villanueva Mendoza y «Pasajera en trance», de Charly García. Lo realizaron de una manera completamente independiente, a través del sello Díscola, y hasta ahora no tiene formato físico.
–¿Por qué «Antigua»?
–Es una reivindicación de lo antiguo. Traté de sacarle la carga peyorativa que suele tener lo viejo. A ver: puedo ser antigua y moderna a la vez. Soy un oxímoron, una contradicción caminando, lo sé. Soy música de la cultura joven y ¡ya no lo soy! Tampoco soy vieja.
–El corte es «Te reís», una canción totalmente optimista. Sorprende en estos tiempos aciagos, de pospandemia y guerra. El clip, filmado en el Mercado Central, con sus coreografías, es casi un corto.
–¿Viste? Hay en el clip una fuerte presencia de colectivos diversos. Está adecuado a los tiempos. La canción y el video son, sí, una celebración a la alegría. El clip reúne muchos conceptos que me interesan. Para empezar, quería que fuera bailado. Tiene la magia de lo espontáneo. Unos meses antes de la realización el director del Mercado Central me había invitado a dar una charla. Hubo una gran conexión con él y con el lugar. Cuando buscaba la locación para el rodaje de «Te reís» me acordé de la charla y una serie de circunstancias hicieron que se grabara allí. Fue lindo y azaroso.
–También muchas canciones parten de una mirada contemplativa, casi zen.
–Me interesan los paisajes, los animales. Me emociona la naturaleza. Te juro: si me detengo a mirar, me emociona hasta esa palmera que está ahí enfrente. Me gusta expresarme a través de un árbol, de un pájaro. En el arte de tapa hay colibríes, hay una canción con benteveos. Spinetta tenía eso, él lo hacía genial: «sordos tapires», «abejas reinas», «alerces». Siendo yo una poeta menor, me identifico con Luis. Soy urbana, pero podría vivir tranquilamente en el medio de un bosque.
A comienzos del nuevo milenio, Hilda Lizarazu vivió durante cuatro años en una pulpería reacondicionada de Sinsacate, un pueblo en medio del Camino Real cordobés, la ruta que unía el puerto de Buenos Aires con el Alto Perú. Fue una suerte de autoexilio, en el que se dedicó a ser madre y a componer canciones. Hoy la hija –Mía Folino– tiene 21 años, canta y, dice la madre, le enseña. «Es que es así. Siempre los hijos nos enseñan. Creo que nos podemos conocer mejor a través de ellos. A veces nos preocupamos de más, tal vez por una cuestión de sobreprotección. Andamos con la lupa. La naturaleza es tanto más superior a nuestros miedos. Siento que Mía va a ser lo que tenga que ser. Hará su propio camino. Como está en la música, me interesa mucho lo que ella escucha. Somos diferentes, de generaciones diferentes. Vive el arte desde otro lugar. Tiene un oído y un alma nueva. Un montón de grupos que me interesan los conozco por ella.
«Me interesan los paisajes, los animales. Me emociona mucho la naturaleza. Me detengo a mirar. Me gusta expresarme a través de un árbol, de un pájaro.»
–¿Y qué te interesa?
–Uf… No solo cosas que le pispeo a Mía. También tengo mis búsquedas. Tuve un programa con Lito (n. de la r.: Vitale, su pareja), que se llamaba La bella y la bestia, en el que pasaba bandas y solistas mayormente nuevas y de mujeres. Ahí también aprendí. Ahora te puedo mencionar a Wos, que me encanta, Marilina Bertoldi, Bandalos chinos, Eruca Sativa… Hay mucho.
–¿Qué te pasa con el trap? ¿O con lo que ampliamente se denominan «nuevas músicas urbanas»?
–Mirá, yo siento un gran amor por el rock argentino. Toqué con muchísimos grossos, durante más de una década hice Man Ray, fui solista, ahora estoy con Federico… Tengo cierta autoridad. Creo que, si bien cambia la instrumentación, el trap es una nueva forma de expresión que funciona como una continuación del rock. Ellos quieren romper con lo anterior. ¡Como pasaba en los 60 y los 70! Y hay un montón de matices. No todo es lo mismo, como no era lo mismo Pappo y Spinetta o Soda Stereo y Los Violadores. Ahora también hay una paleta de estéticas. Hay que abrirse y mirar para adelante. Escuchar a los pibes y pibas. No soy nostálgica. ¿Se nota?
–Se nota.
–Nada nostálgica. Muchos me vienen a buscar como arqueólogos por mi viejo trabajo como fotógrafa. Y estuvo bueno pero, en fin, tenía 18 años… Era un trabajo. Era normal para mí andar de aquí para allá junto con un cronista y sacarle fotos, no sé, a Luca, muy calmo, sin sus típicos anteojos. Sé que algunos retratos se volvieron icónicos. Pero no añoro. Cuando me pongo a pensar en aquella época, me recuerdo algo solitaria.
–¿Por qué?
–No sé. Es una sensación. Creo que sí, era solitaria. Y de algún modo lo sigo siendo. ¿Sabés cómo me imagino mi vejez? Retirada, haciendo mis cosas, metiendo las manos en la tierra, en una linda casita del Conurbano. Adoro a los viejos y las viejas que andan en bicicleta. ¡Quiero ser así!
«Si bien cambia la instrumentación, el trap es una nueva forma de expresión, una continuación del rock. Ellos quieren romper con lo anterior. ¡Como en los 70!»
–A propósito de la fotografía, le dedicaste un tema de Antigua a Andy Cherniavsky.
–Sí. «X-puesta». Andy es mi hermana.
Con un ritmo de disco de los 80, la letra dice: «Tu mirada/ refleja luces en la madrugada/ Una vida de foto/ X-puesta/ Otro flash/ Otro flash/ Un negativo, una sombra extraña/ Una risa, tu casa/ X-puesta». Junto con Cherniavsky y Nora Lezano hicieron una gran muestra titulada Los ángeles de Charly, que luego reformularon en Cómo conseguir Charlys. Dos títulos inmejorables. «Fue muy emocionante poder honrar a la figura de Charly de esa manera. Cada una lo fotografió en diferentes épocas», dice.
Otra forma que encontró Hilda de homenajear a García es incluir en Antigua una versión de «Pasajera en trance» al final del disco. Un moño, que finaliza con una carcajada que engancha con el inicio del primer tema, «Te reís». Un loop, sutiles cabriolas de una mujer educada sentimentalmente en tiempos de LP. «Es como un círculo, sí. Se darán cuenta los que tengan que darse cuenta. La versión de “Pasajera en trance” surgió con el cumpleaños 70 de Charly, en el medio de todos los tributos preciosos que se hicieron. Federico le metió un toque electrónico medio Morcheeba y hay un sitar. Se lo mostré a Charly y le gustó. Y Charly me hizo escuchar gran parte del disco que va a sacar. Está buenísimo. Hice algunas participaciones ahí».
–Sacaste Antigua por tu propio sello, Díscola… ¿Pensás publicar música de otra gente?
–No sé. Por ahora no. Estoy aprendiendo. Escucho cosas que editaría, pero no sé. Hasta ahora Díscola soy yo, es mi música. No sé en un futuro. Me aburre un poco toda la parte burocrática del asunto.
Si algo no se permite Hilda Lizarazu es el aburrimiento. Es una bola de energía. No para: está leyendo El loco Dorrego de Hernán Brienza y Radiografía de la pampa, el canónico ensayo de Ezequiel Martínez Estrada. «Me agarró un interés grande por la historia. Quiero saber más». Está apurada: debe ultimar detalles de la presentación de Antigua del jueves 1° de setiembre en Niceto Club. «La independencia tiene sus cositas». Guiña un ojo y revisa la agenda en el celular. Y se va: con su carga de historia y su imperiosa necesidad de presente. Antigua y moderna. Dirá que se siente bien, libre y que, como escribió alguien, «cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atada a nada».