De cerca

Sana ambición

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Figura central del universo pop, la cantante cumplió su sueño de protagonizar una película con Nace una estrella, un musical que parece evocar sus inicios en los clubes neoyorkinos. La huella que dejó su historia familiar en el desarrollo de su carrera. Orgullo, honestidad y perseverancia.


(MACON / AFP / DACHARY)

En persona no podría ser más diferente a la estrella del pop que todos conocemos. Si bien llega con un color de cabello inusual y ciertamente está vestida como solo Lady Gaga podría hacerlo, en la entrevista se muestra como una mujer humilde que ha pasado por momentos duros en su vida, y no deja de celebrar que finalmente ha podido concretar su sueño de ser la protagonista de una película. A los 32 años, Stefani Joanne Angelina Germanotta puede decir que lo tiene todo, pero sin embargo, en su mirada, recién está comenzando con lo que verdaderamente quería hacer.
Tras llevarse el Globo de Oro por su participación en la serie American Horror Story y obtener una nominación al Oscar por «Til It Happens to You», la canción que compuso junto a Diane Warren para el documental The Hunting Ground, esta chica que cantaba en los clubes under de Nueva York delante de 30 personas está lista para consagrarse como la actual sensación del cine con la nueva versión de Nace una estrella.
–¿Qué cosas te motivaron para participar en esta película?
–Cuando me encontré en mi casa en California con Bradley Cooper, que además de ser el protagonista es el director, tuvimos una conexión instantánea. Y, antes de que me pudiera dar cuenta, le estaba sirviendo un plato de fideos que habían sobrado del día anterior. Él es de origen italiano, igual que yo. Los dos somos de la Costa Este de Estados Unidos, por lo que la conexión fue muy fuerte. No mucho después, me preguntó si podía cantar con él «Midnight Special». Imprimí la partitura, me senté en el piano, bastante nerviosa y, en cuanto me puse a tocar, él se puso a cantar. Tuve que parar porque me conmocionó su voz: es algo que viene de la profundidad de su alma. Me sentí muy inspirada y supe en ese momento que él era el único actor que podía interpretar a una estrella de rock con absoluta verosimilitud. Confié totalmente en él y lo mismo le pasó a él conmigo, así fue como hicimos esta película. No fue una jugada para hacer avanzar mi carrera. No es que hice American Horror Story y ahora necesito hacer una película. Fue simplemente el proyecto apropiado.
–¿Cómo fue interpretar «La vie en rose» en el inicio de la película?
–Fue totalmente diferente a cuando la cantaba con Tony Bennett, algo que hice muchas veces. Con él, era yo la que cantaba esa canción. El desafío fue interpretar «La vie en rose» como Ally, una chica que canta en clubes una vez por semana o quizás menos. Fue como regresar a mis inicios en el Lower East Side de Nueva York, y también tuve que dejar a un lado mi ambición, porque cuando empieza la película Ally no es ambiciosa: está deprimida y no cree en sí misma. Y es el amor que él tiene por ella lo que la devuelve a la vida.


(MACON / AFP / DACHARY)

–Ally cuenta en la película que a los ejecutivos discográficos no les interesa su talento y que quieren cambiar su aspecto. ¿Te ocurrió algo similar?
–Por supuesto. Me sugirieron que me operara la nariz antes de hacer mi primer video musical, cuando no había salido aún mi primer single, y dije que no. Estoy muy orgullosa de ser de origen italiano y me encanta la nariz que tengo. No siempre fue así, pero aprendí a quererme como soy. La forma en la que mantuve mi autenticidad fue muy simple: cada vez que alguien venía y me decía que tratara de bailar de una forma o de mirar de esta otra, yo hacía lo que sentía. Y así fue como logré mantener a quien soy a lo largo de mi carrera. Siempre me aseguré de decir lo que quería y de la manera en que lo quería. Si me pedían que tratara de vestirme como un objeto sexual, hacía exactamente lo contrario. Todo el tiempo trataba de desafiar las normas establecidas de lo que la gente piensa que debe ser una mujer que canta música pop. Y todavía lo sigo haciendo.
–Cuando conocemos a tu personaje, está cantando en un club poco común. ¿Cuál fue el lugar más raro en el que te tocó tocar cuando recién comenzabas?
–Hubo muchos lugares interesantes en los que me tocó cantar, porque lo hice en mil clubes. En mis inicios hacía tres conciertos por noche. Pero recuerdo un momento muy especial, cuando canté en el Rockwood Music Hall de Nueva York. Es un lugar muy pequeño en el que cantaba con Lady Starlight. Ella ponía discos como disc-jockey y yo tocaba el piano y cantaba. Usábamos bikinis del mismo color y bailábamos juntas. Como las paredes eran de vidrio, la gente podía vernos desde la calle. El lugar estaba lleno, había a lo mejor 30 personas. Pero a los quince minutos miré hacía la ventana y había como 100 personas sacando fotos de las dos actuando. Nunca voy a olvidar ese momento, porque en ese entonces no me conocía nadie.
–¿Te quedan sueños por cumplir?
–Sueño con ser mamá. Sueño con tener una familia y con hacer más películas. Quiero seguir haciendo música. Pero estoy muy feliz con lo que tengo, no estoy obsesionada con expandir mi carrera. Simplemente hice la película porque alguien creyó en mí. Puede haber 100 personas en un cuarto y 99 no confían en vos y una sí. Y tu carrera puede despegar por esa persona que tuvo fe en vos. Por eso estoy muy agradecida de poder estar aquí.
–Uno de los momentos más emotivos de la película es cuando Ally recibe el Grammy. Cuando ganaste tu primer premio, ¿desaparecieron las dudas que tenías sobre vos misma?
–No, en absoluto, no te quita las dudas, pero es un gran honor. Yo recuerdo como si fuera hoy la primera vez que recibí un llamado en el que me dijeron que estaba nominada a tres Grammys. Me puse a llorar de la emoción. Pero los premios nunca te quitan la inseguridad, que es moneda corriente entre los artistas. Siempre estamos tratando de ser mejores, de que nuestro trabajo parezca más honesto y de sumergirnos más profundamente en nuestras almas.
–¿En qué medida la ambición ha impulsado tu carrera?
–Creo que la ambición es un fuego que recibe oxígeno constantemente, para que crezca y crezca. Si yo no hubiera tenido ambiciones al principio de mi carrera, no estaría en donde estoy hoy, porque todo el tiempo estás lidiando con el rechazo. Uno comete errores, tropieza, tiene conciertos de los que está orgullosa y otros de los que no. Pero es maravilloso tener ambiciones, aun cuando solo sea para mejorar cómo te sentís, no tiene que pasar por tu carrera, simplemente puede referirse a vos como persona.
–¿Qué es lo que te da la actuación que no te da la música?
–Es difícil de explicar, pero puedo intentarlo diciendo que es bueno que alguien rebelde como yo tenga parámetros. Suelo dejarme llevar muy fácilmente, y todo puede salirse de control. Pero trabajando con un director siento que tengo una red, que puedo dejarme llevar porque se editará todo. Es hermoso no tener que estar a cargo de todo, que se ocupen de mí y me guíen. Además, pude descubrir un millón de cosas sobre mí misma, sobre lo que no quiero y lo que quiero ser, pero aún más importante es que encontré un sitio en el que puedo poner mucho dolor y angustia, que de otro modo no tendría en donde poner. Es cierto, puedo usarlo de vez en cuando en mi música, pero no es lo que la gente espera de mí. Mis fans quieren una chica dulce y encantadora que los ponga a bailar, o «Bad Romance», y está bien que sea así. En canciones como «Dope» o «Art Pop» pude mostrar un lado oscuro, por más que estuviese envuelto en muchos colores. Pero eso no es lo que la gente quiere ver cuando va a mis conciertos: les interesa más la perfección. Y en el cine puedo mostrar la imperfección, algo que es muy liberador.


(MACON / AFP / DACHARY)

–Sos una de las mujeres más famosas del mundo, ¿cómo lidiás con la celebridad?
–Supongo que ese es uno de los mayores interrogantes de la fama. ¿Qué es lo que uno puede hacer con ella? En mi vida, desde el principio, me propuse que, si iba a estar en un escenario, ya fuera frente a cinco o 50.000 personas, iba a tratar de ser honesta con respecto a mis convicciones. Por eso puedo decir con orgullo que nunca hice algo que no quisiera hacer y siempre traté de transmitir un mensaje poderoso para la juventud, aun cuando fuese velado, retorcido e incluso irónico. Siempre traté de ayudar a la gente que se siente diferente, para que no se sientan solos. Es que yo crecí sintiéndome sola.
–¿No eras feliz cuando eras chica?
–No, me sentía muy sola cuando era chica. Y no porque lo estuviera de verdad, o porque me hubiesen abandonado: es una cuestión química con la que nacen algunos chicos, no hay una razón para que se sientan solos, pero eso es lo que les pasa. Insisto, no es que no me hayan prestado atención de chica. Abusaron de mí cuando ya era más grande, pero no fue mi familia, eso fue algo que ocurrió después. De lo que estoy hablando es de depresión.
–¿Cómo era el hogar en el que te criaste?
–Era una familia muy sufrida. La hermana de mi padre falleció cuando tenía 19 años. Ella tenía lupus, pero él no sabía que estaba enferma. Fue algo que afectó mucho a mi padre y también a mis abuelos. Ellos vinieron en un barco desde Sicilia. Mi abuelo era zapatero y mi abuela lo ayudaba. Luego él se dedicó a trabajar en una empresa de seguros y las cosas fueron mejor. Por eso siempre hubo una ambición muy fuerte en mí de tratar de superar mi situación económica, de ir mucho más lejos de lo que te permite el lugar en el que naciste. Mi padre es de Nueva Jersey, yo crecí en Nueva York. Desde que escuché siendo chica la historia de lo que ocurrió con mi tía, y que mis abuelos lograron llegar más lejos de lo que se suponía que podían llegar con el sudor de su frente, supe que todo iba a salir bien, porque en definitiva, triunfara o no en el mundo de la música, siempre nos íbamos a tener los unos a los otros.
–¿Cómo apareció la música?
–Empecé a tocar el piano cuando tenía 4 años. Me senté frente al instrumento y empecé a tocar. Mis padres vieron mi entusiasmo y me mandaron a tomar lecciones. En cierta ocasión, decidí que no quería seguir tocando. Y entonces me dijeron que me podía sentar frente al piano durante una hora y practicar, o quedarme frente al piano durante dos horas y no practicar. Crecí en un hogar muy disciplinado.
–¿Sentiste en algún momento que la forma extravagante de vestir por la que te hiciste conocida se había vuelto una especie de jaula?
–Absolutamente. La ropa solía ser, y todavía es, algo muy conectado con la libertad, una expresión de cómo me siento. Y si lo que me pongo es delirante, es porque me siento bastante delirante. Si me pongo algo clásico, es porque me siento muy centrada. Es algo bastante literal, por eso me resulta muy gracioso que haya gente que no entienda mi forma de vestir. Si se me ve ridícula, es porque me siento ridícula: es simple. Pero ese estilo de vestir se convirtió en una jaula cuando la gente dejó de poder verme detrás de mi vestuario. Pensaban que lo único que me definía era mi forma de vestir, o que era un show, o que era una expresión artística. Lo cierto es que cuando ves a otros artistas vestirse para un evento, estoy segura de que no es lo mismo que lo que ocurre conmigo, porque en mi caso hay toda una explicación. Hay un estilo de vida, me he vestido como una groupie glamorosa de la década del 70 desde que tenía 18 años, y ya es parte de mí. Pero es cierto, se convirtió en una jaula y por eso la tuve que romper. Y es algo en lo que soy muy eficiente. He tenido que romper la jaula ya varias veces. Me han contratado y me han despedido; me han usado y me han poseído. Y, sin embargo, sobreviví a todo.

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