De cerca | ENTREVISTA A JULIETA DÍAZ

Otros caminos

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Javier Firpo

La actriz protagoniza una serie, arriesga con un fuerte rol en el teatro independiente y planea la presentación del disco que marca su debut como cantante.

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Tiempo de cambio? ¿Momento para rearmarse y buscar otras herramientas? «Todo eso mezclado en una coctelera», ilustra Julieta Díaz. «Estoy en una etapa en la que quiero ser protagonista, ser yo, pero la de ahora, la Julieta madura, la que toma riesgos, la que busca otros caminos», agrega. Es la primera vez que se expone a un papel jugado en una sala de teatro independiente, ámbito en el que la popular actriz no es habitué. En Precoz, la obra dirigida por su amiga Lorena Vega, interpreta a una madre caída del sistema, al borde del abismo, con un hijo adolescente con el que mantiene una relación tóxica, entre el amor edípico y el rechazo visceral.
La intérprete logra una veracidad, unos matices y una entrega admirables, cualidades no tan conocidas en su vasta carrera televisiva. «Hay papeles que son para un determinado momento de la vida, que implican tomar decisiones jugadas, que los prejuicios y el qué dirán ya te importan poco y nada y que las chances de perder no afectan más allá de la cuestión personal. Yo tengo una carrera extensa, desde 1995 casi que no paré nunca, pero a veces me han tocado trabajos que con poner el piloto automático alcanzaba. Esta obra, en cambio, me zamarrea, me emociona y me interpela como actriz. Es uno de esos desafíos que siempre quise tener porque parte de un texto poético potente, físicamente me exige hasta el agotamiento, pero ese esfuerzo me resulta placentero», reflexiona sobre Precoz, que por estos días reanuda sus funciones en la sala Dumont 4040.
Pasaron siete años desde Los Locos Addams, ¿la obra tenía que tener esos ingredientes para que decidieras volver a las tablas?
–Algo de eso hay, porque yo dejé de hacer teatro cuando quedé embarazada de mi hija Elena, que tiene seis años. Cuando me convertí en madre aposté a tener solo un trabajo fuerte, que siempre fue alguna tira o serie televisiva, mi principal fuente laboral. Mientras que el teatro, que amo, siempre resultó una suerte de complemento, que en todo este tiempo decidí postergar en pos de mi vínculo con mi niña. Pero siempre estuvieron las ganas de pegar la vuelta cuando apareciera una oportunidad como esta, que no podía desperdiciar.
–Tu versión artística actual también sorprende con un incipiente pero sólido trabajo como cantautora.
–Creo que la pandemia permitió a muchos artistas escarbar en otros rubros, con creatividad e imaginación. Y yo me zambullí en la música, con la que tuve algún vínculo en el pasado por mis trabajos en Soy gitano, Los Locos Addams o en Coronados de Gloria, la banda de Gloria Carrá. Siempre lo hice junto a otros artistas, nunca sola. Me fui animando a subir en las redes textos míos, poemas y, a partir de amigos en común, me comuniqué con el cantautor uruguayo Diego Presa, con quien conectamos de inmediato. Es más, me propuso enviarle un poema y él lo musicalizó.
–Pocos meses después ya tenían el primer disco, El revés de la sombra.
–Así de simple fue, resultó una iniciativa inocente, casual de una relación laboral que tomó forma de manera remota y en apenas un mes ya teníamos listas ocho canciones con letras mías y música de Diego, a quien vi sinceramente interesado y hasta me propuso juntarnos en Bizarro, el sello discográfico uruguayo que lo edita. Yo no lo podía creer, cuando se abrieron las fronteras viajé a Montevideo y le dimos rienda suelta al EP de seis canciones. Y ahora estamos con un embale tremendo. De hecho, tenemos cinco canciones más para grabar y no veo la hora de presentarme a tocar en vivo en algún lugar chiquito, íntimo.
–Antes escribías poemas que terminaban en un cajón, ahora tus nuevos textos tienen otro destino. ¿Cómo lo vas manejando?
–Desde mi adolescencia siempre escribí prosa poética y cuentos, algunos autobiográficos, pero para mí eran como una catarsis, una descarga emocional, nunca pensaba en una obra de teatro, canción o novela, porque si bien me encantaba esa faceta, íntimamente sabía que para tomármelo en serio tenía que estudiar y profundizar.
–¿Y estudiaste, profundizaste?
–No, solo tomé coraje en la cuarentena y me animé a publicarlos con timidez, no lo voy a negar, en mi Instagram. Y ahora a todo lo que escribo le voy buscando otra sonoridad, imaginando que será una canción que escuchará gente fuera de mi entorno.
–¿Cuánto ayuda la actriz experimentada a la novel cantautora?
–Muchísimo. Creo que la Julieta musical tuvo esta facilidad gracias al respaldo de la Julieta actriz. Por eso voy a aprovechar esta posibilidad para tomármelo en serio, estudiar, ensayar, estar preparada para lo que pueda venir.

Roles femeninos
La intérprete protagoniza la segunda temporada de Pequeñas Victorias, la serie que se puede ver en la plataforma Amazon Prime. «Esta continuidad de la historia sucede seis años después del último episodio de la etapa inicial, con la pequeña Victoria ya ingresando a la escuela primaria, con tres mamás: Natalie Pérez, Mariana Genesio Peña y yo. Mi personaje es Jazmín, una ejecutiva que trabaja en una empresa, pero que a la vez es una madre resolutiva, la más expeditiva, responsable y puntual de las tres. Pero también es la más estructurada, la menos flexible a la hora de compartir una crianza y la más cerrada a la hora de pensar en entablar una relación», describe.

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–¿Qué te atrajo de tu personaje?
–Desde el vamos me sedujo que fuera una mujer bien del siglo XXI, que pretende hacer algo que es muy difícil hoy: estudiar, trabajar y ser una madre comprometida, involucrada, presente, en un mundo acostumbrado a ver que el que sale de la casa es el hombre, que ya tiene la vida configurada para disfrutarla.
–¿Por qué Jazmín alquila un vientre subrogado para ser madre?
–Para no perder pisada en un trabajo competitivo, en el cual se le puede presentar la posibilidad que estaba esperando hace mucho. Y así elige esta forma nueva de maternidad, que representa todo un cambio de paradigma.
–¿Encontrás algún parecido con tu forma de ser madre?
–Yo tengo bastante similitud con Jazmín, ya que soy una madre estructurada y puntillosa con los horarios, las comidas, la hora de dormir y el uso del celular. Pero también tengo otra parte en la que soy más relajada con Elena.
–Pensar que hace unos años en la película No soy tu mami interpretaste a Paula, una periodista independiente, feminista, que no quiere saber nada con la maternidad.
–Sí, es muy loco el contrapunto entre Paula y Jazmín, dos mujeres que me encantan y que construí en tiempos no tan lejanos. A priori parecería que poco tienen que ver, pero de verdad cuentan con muchos denominadores comunes, más allá de que Paula, definitivamente, no quiere tener hijos, pero se enamora de un hombre separado y con una hija.
–¿Te incomodaría ponerte en la piel de una mujer por la que sintieras rechazo?
–Supongo que sí, tendría que ver qué es lo que rechazo. Lo más atractivo e interesante como actriz es poder encarnar a un personaje que escuche todas las voces, que es lo que me pasa en la vida. Tengo mis valores, mis pensamientos, mis deseos, pero siempre fui una persona muy abierta y creo que escuchar y entender al otro es imprescindible.
–¿Cuál fue el papel más importante o significativo que hiciste en televisión?
–Creo que fue en Campeones de la vida, donde interpreté a Carla D’Alessandro, la hija de los personajes que hacían Cacho Santoro y Betiana Blum. Después de hacer bolos durante años, esta fue la primera tira en la que me convocaron para hacer parte del elenco estable. Y tuve la suerte de tener un personaje versátil, que pude componer con amplia libertad. Además de ser mi bautismo formal, tuve la suerte de que Campeones fue una tira muy vista, con mucha repercusión, lo que me sirvió de trampolín para otros laburos.
–¿Y qué otra experiencia en ese ámbito destacarías?|
–Elegiría Locas de amor, mi primera experiencia en un unitario después de hacer un montón de tiras. Y fue también un punto de inflexión, porque fui una de las tres protagonistas, lo que me permitió lucirme junto a Leticia Bredice y Soledad Villamil: encarnamos a tres mujeres que salen de un neuropsiquiátrico, se reinsertan en la sociedad y se van a vivir a un departamento. Fue un programa distinto, un salto de calidad respecto de lo que venía haciendo.
¿Cómo es tu relación con el trabajo?
–Tengo una relación de amor, pasión, locura y obsesión con el trabajo. Soy una bendecida por haber sido tenida en cuenta y no tengo más que palabras de agradecimiento para un rubro del que solo un círculo privilegiado tiene continuidad. Igual creo que los primeros cinco años fueron a pleno y, cuando pude hacerme un lugarcito, empecé a ser más selectiva, sin perder esa continuidad.
–¿Rechazaste muchas propuestas?
–Lamentablemente, sí, porque como decía antes, tuve la dicha de ser muy convocada, con muchas propuestas y no había manera de desdoblarme tanto. Acepté hasta tres trabajos simultáneamente, pero quedé enloquecida y tuve que aprender a no sentirme culpable por decir «te agradezco, pero no puedo». Y ahora con el agregado de la música, el espectro se amplía, las opciones se multiplican y por suerte puedo seguir eligiendo.
–¿Sos consciente de ese privilegio?
–Claro, yo vengo de una familia muy trabajadora. Mi viejo, Ricardo Díaz Mourelle, es actor y él padeció mucho la inconstancia de este oficio, por lo cual tengo en claro la realidad general y la mía en particular. A veces me quejo porque mi día no alcanza, porque corro de un lado para el otro, pero cuando puedo hacer una pausa me planteo lo que me pasa y, si protesto por alguna estupidez, me miro al espejo y me digo: «¿De qué estás hablando? Relajate y disfrutá». Tengo los pies sobre la tierra y soy consciente de lo difícil de la situación de los actores y actrices en general.
–¿Tenés una estrategia para planificar tu agenda?
–Más que estrategia, tiene que ver con mis obligaciones personales, por eso me armé el plan de un trabajo fuerte de cuatro, cinco meses por año, después me tomo dos meses sin hacer absolutamente nada y el resto encaro trabajos más flexibles, sin esa exigencia del día a día. Y entré en esa rueda que me funciona bien: si no es tele, es una película o una temporada de teatro, pero desde que soy mamá no hice más esas tiras maratónicas de ocho meses, ya no estoy para esos trotes.

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–¿En algún momento la profesión te hizo sufrir?
–Y, como toda relación de amor, sí, mi profesión me hizo sufrir. Diría que lo peor que tiene la actuación es que trabajamos con nuestras emociones y nuestros estados de ánimo a flor de piel. Somos un poco sensibles a enojarnos, a reírnos, a llorar. A veces me gustaría estar un poco más distante de mis roles.
–¿Cuánto te guio la intuición a la hora de aceptar un papel?
–Muchas veces ante una disyuntiva terminé haciendo lo que decía mi intuición, mi cuerpo, por más que las evidencias me dijeran lo contrario. Yo sabía que tenía que ser fiel a mi verdad, más allá del resultado comercial.

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