18 de julio de 2022
Hija y nieta de actores, se crio entre sets con la certeza de que su destino estaba en el cine. «Es una época peculiar», asegura sobre las luchas de las mujeres en Hollywood.
A los 32 años puede decir que ha logrado mantener bien alta la tradición familiar que inició su abuela Tippi Hedren, la protagonista de Los pájaros y Marnie, de Alfred Hitchcock. La misma que luego continuó su madre, Melanie Griffith, quien a su misma edad era una de las actrices más solicitadas de Hollywood. La hija de Griffith y Don Johnson lleva años sin necesitar del apoyo familiar para que se fijen en su trabajo. Y en este 2022 ha presentado al mundo su nueva faceta, la de productora. Dos de las películas que Dakota Johnson ha motorizado y que además ha protagonizado fueron seleccionadas por el Festival de Sundance. Una de ellas, Cha Cha Real Smooth, ganó el Premio de la Audiencia y más tarde fue estrenada en la plataforma de Apple. El año pasado llegó a la pantalla de Netflix con La hija oscura, en la que tuvo un papel clave y compitió por el Oscar a la mejor película. Cuando todavía falta para que se estrene su segunda película como productora, Am I Ok, Johnson vuelve a Netflix con una nueva adaptación de Persuasión, la novela de Jane Austen que habla de las segundas oportunidades. Dirigida por Carrie Cracknell, comparte elenco con figuras como Cosmo Jarvis, Henry Golding y Richard E. Grant.
–Trabajaste sin parar desde que comenzó la pandemia, ¿cómo lo lograste?
–No lo sé, fue todo muy loco. Es cierto, comenzó la pandemia y yo no paré de trabajar. Tal vez tuvo que ver con el haber podido estar en mi casa, lo que me permitió poder hacer muchas cosas. Pero luego filmé cuatro películas el año pasado y fue demasiado. A la vez fue muy divertido, y simplemente me dejé llevar.
–Además fuiste la productora de dos de esas cuatro películas. ¿Por qué decidiste formar la empresa TeaTime junto con tu socia Ro Donnely?
–Ro tiene los pies mucho más en la tierra que yo. Yo suelo decir que tengo una buena idea y que la tenemos que implementar ya. Y ella es la que me responde que vamos a tratar. Pero creo que las dos creemos que hay que mantener la integridad de la historia que queremos contar y que debemos empujar los límites un poquito más. Que nunca nos tenemos que ajustar a lo que está establecido, o a algún modelo de lo que ha sido exitoso en el cine o en el streaming. Mi impresión es que la gente quiere que la desafíen, quieren sentir que están experimentando algo que tal vez exista en su interior pero que no habían descubierto antes.
«Con cada papel aprendo mucho y por esa razón me decido por un proyecto. O bien sé que me va a enseñar algo o me atrae por motivos que no puedo explicar.»
–¿Hay un tema en común en las dos películas que produjiste, Cha Cha Real Smooth y Am I Ok?
–Si, creo que en las dos está la idea de que no tenés que saberlo todo en determinado momento de tu vida, porque de verdad es algo imposible de lograr. Creo que el mundo sería mucho más calmo si la gente se permitiera un poco de espacio para crecer y para cambiar. Siempre vemos arquetipos femeninos que ya lo tienen todo claro, y yo no me identifico con eso. Sé que nunca voy a llegar a ese punto. Lo mismo vale para La hija oscura: muchas mujeres me han dado las gracias por habernos atrevido a decir que es muy difícil ser madre, que no siempre es lindo y que a veces puede ser algo muy incómodo. Pero también me sorprendieron los comentarios de los hombres, que me decían que así era su madre o su pareja. A mí no me interesa mostrar situaciones perfectas que nunca ocurrirían en la vida real. En el caso de Cha Cha Real Smooth y Am I Ok me interesó que mis personajes fueran mujeres reales, que sangran y palpitan, que piensan y que están pasando por un proceso de autodescubrimiento. Yo soy así en mi vida. Cada vez que creo que tengo las cosas resueltas, algo pasa y me doy cuenta de que no sé qué es lo que estoy haciendo.
–¿Cómo fue que te vinculaste con La hija oscura?
–Durante un año fui a un internado católico de señoritas en el norte de California y fue algo horrible. Pero ahí conocí a una chica con la que nos hicimos mejores amigas, Justine. Y ella me dio la primera novela de Elena Ferrante, ya cuando las dos teníamos más de veinte años. Así fue como supe de su existencia, y después miré la serie de televisión que hicieron con La amiga estupenda. Y luego me llegó el guion de Maggie Gyllenhaal. Pero no lo acepté tanto por Ferrante sino por Maggie: ella tiene una gran fuerza y siempre está buscando la verdad. Tiene una mente muy poderosa. Aprendí muchísimo trabajando con ella. Con cada papel aprendo mucho y esa es la razón por la que me decido por un proyecto. O bien sé que me va a enseñar algo o me atrae por motivos que no puedo explicar. Pero tiene que llevarme a las profundidades de mi alma, a los rincones más lejanos de mi corazón o de mi mente, para encontrar allí a una mujer diferente de la que soy.
–¿Cuándo empezó tu romance con la actuación?
–A los nueve años participé de una película que se llamaba Locos en Alabama, que protagonizaba mi mamá y dirigía mi padrastro Antonio Banderas. Y después quise volverlo a hacer, pero mis padres prefirieron que estudiara. Estaba desesperada por volver a un set. Todo lo que quería era hacer películas. Ellos en cambio creían que yo tenía que tener una educación. Mi papá estaba convencido de que yo tenía que ir a la universidad. Creo que me imaginaban como profesora, algo que a mí no me interesaba porque crecí en los sets, viajando, porque los acompañaba todo el tiempo a las locaciones en las que les tocaba filmar. Cuando se divorciaron, yo quedé en el medio. Dos semanas con uno y dos semanas con el otro. Y ellos siempre estaban trabajando por todo el mundo. Nunca fui una buena estudiante, me resultaba muy difícil ir a la escuela. Pero me obsesioné con los libros, con las películas, con el mundo y con la gente. Y cuando me recibí, lo único que me interesaba era trabajar. Me presenté a audiciones y así fue como conseguí mis primeros papeles. Siento que soy muy afortunada de poder tener este trabajo. Y sé que mis padres están orgullosos de mí.
«Hubo etapas de mi vida en las que soñaba con ser veterinaria o sirena. Pero en realidad nunca dudé de que cuando creciera iba a trabajar en el cine.»
–¿Alguna vez dudaste de que lo ibas a conseguir?
–No, siempre supe que en algún momento lo iba a hacer. Además, la verdad es que siento que no tengo talento para ninguna otra cosa, aunque no siempre quise ser actriz. Hubo etapas de mi vida en las que soñaba con ser veterinaria o sirena. Pero en realidad nunca dudé de que cuando creciera iba a trabajar en el cine porque, después de todo, crecí rodeada de gente que siempre estaba filmando. Supongo que de alguna manera me fui convenciendo de que ese también iba a ser mi destino.
–¿Qué heredaste de tu madre y de tu abuela?
–Me gustaría pensar que tengo algo de la fuerza y de la gracia de mi abuela. Ella es la persona con más clase que he conocido en mi vida. Mi madre es muy inteligente y divertida, y yo creo que también puedo llegar a serlo a veces.
–¿Cuál es tu recuerdo más temprano de un set?
–Tengo muchos. Hay una foto que vi hace un tiempo en la que yo tendría tres o cuatro años. Mi abuela había ido a visitar a mi mamá al set de Eligiendo mamá. Mi abuela estaba sentada en la silla de ella y me tenía en su regazo. Yo me acuerdo de haber estado allí. Se filmó en Cincinatti y recuerdo casi todo, aunque mis recuerdos son un poco borrosos. Es que siempre estábamos en los sets como si fuéramos una familia circense.
–¿Y cómo es ahora cuando tu madre te viene a visitar y se sienta en tu silla?
–Es algo muy normal. Yo creo que en el fondo ella estaba convencida de que yo me iba a dedicar a esto, por eso las dos estamos muy preparadas para continuar con la tradición familiar.
«Como mi abuela era una mujer muy valiente y muy segura de sí misma, no quiso tener una relación con Hitchcock. Y él se ocupó de que no tuviera más carrera.»
–¿Qué papel de tu abuela fue el que más te impactó?
–Marnie, por supuesto, es una de las películas más increíbles que se han hecho. Pero mi abuela tenía una relación muy engañosa con Hitchcock. Estamos viviendo en una época en la que las actrices en Hollywood pueden hablar abiertamente si no las tratan de manera ecuánime o si son acosadas sexualmente por hombres que están en una posición de poder. Y lamentablemente esas fueron cosas que mi abuela experimentó con Hitchcock. En aquellos tiempos los estudios te hacían firmar un contrato por siete años que te obligaban a trabajar con determinados directores. Como mi abuela era una mujer muy valiente y muy segura de sí misma, no quiso tener una relación con Hitchcock. Y él se ocupó de que no tuviera más carrera. Fue lo peor que le pudo pasar y recién ahora conocemos esas historias. Es algo que estuvo ocurriendo durante muchísimo tiempo.
–Fuiste una de las primeras en apoyar el movimiento feminista en Hollywood. ¿Qué cosas cambiaron?
–Yo apoyo el movimiento Times Up y el #MeToo ciento por ciento, pero como consecuencia de eso en Hollywood todo el mundo tiene la guardia en alto. Ya no hay calidez en esta industria. Aun así, lo que ocurrió ha sido muy positivo para las mujeres y para la igualdad de géneros en el lugar de trabajo. Creo que es importante para el progreso del desarrollo humano. Es una época tan interesante como peculiar y me siento muy agradecida de que haya tantas mujeres inteligentes en esta industria, que están llevando adelante esto para el beneficio de todo el mundo.
–Teniendo en cuenta cómo funciona la industria del cine, ¿sentís que tenés que aprovechar al máximo estos años?
–Por supuesto. Todo el tiempo me pregunto qué ha pasado con todas esas actrices a las que crecí admirando y deseo poder volver a ver explorando su profesión. Las quiero ver trabajar. Por ejemplo, me interesaría poder ver los proyectos que le gustaría hacer a mi madre en este momento. Poder ver todo lo que tiene para dar, porque eso es lo que admiro en las actrices y también en los actores. Pero esta industria es brutal con las mujeres, que solo tienen un período muy breve que pueden disfrutar. Y eso es algo que me parte el corazón, porque es muy triste pensar que esta industria sobrevive en base a lo que es popular y no en base a lo que es bueno.