14 de diciembre de 2015
Tuvo que insistir para obtener su papel en «Steve Jobs». Kate Winslet describe la naturaleza de su trabajo detrás de escena y relativiza la importancia de los premios en su carrera.
Ha llegado a los 40 años sin tener que demostrar nada, gracias a un Oscar, tres Globos de Oro y un papel protagónico en Titanic, el mayor éxito de la década del 90, que la convirtió instantáneamente en una gran estrella. Aunque hoy en día está más preocupada en criar a sus tres hijos que en mantener su posición en Hollywood, Kate Winslet sigue sorprendiendo cada vez que se para frente a las cámaras. Y son fuertes los rumores que señalan que su papel en Steve Jobs, encarnando a la mano derecha del fundador de Apple, la volverá a poner en camino a la estatuilla dorada. Winslet, quien también fue vista recientemente en la franquicia juvenil Insurgente, un papel que aceptó para entusiasmar a sus hijos, brilla además en El poder de la moda como una exitosa diseñadora de ropa que regresa a su pueblo en Australia para llevar a cabo una inusual venganza.
–Se te ve muy diferente en tu papel en Steve Jobs. ¿Fue algo deliberado?
–Por supuesto. Admito que tuve que luchar para que me dieran el papel, porque originalmente los realizadores no me vinieron a buscar para que participara. Por eso me interesaba que se me viera muy distinta en la película. No me mandaron el guión y tuve que postularme yo, porque quería participar en una película que estuviera escrita por Aaron Sorkin, que fuera dirigida por Danny Boyle y que tuviera a Michael Fassbender en el papel principal. ¿A quién no le gustaría participar en un proyecto así? Tuve la suerte de que me tuvieran en cuenta cuando les hice saber que me interesaba sumarme, y soy consciente de que era imposible que pensaran en mí porque no me parezco en nada a Joanna Hoffman. Físicamente somos el día y la noche: ella es mucho más baja y tiene pelo muy negro, porque es de Europa Oriental. Así que decidí sacarme una foto con una peluca negra que mi marido me compró ese día y se la mandé a Scott Rudin, sin ninguna indicación en el correo electrónico. Aparentemente funcionó, porque al día siguiente me mandaron el guión. Y luego Danny vino a verme a Melbourne, adonde estaba filmando El poder de la moda. La reunión duró exactamente una hora y le dije que, si me daba el papel, tenía que lucir completamente diferente. Me miró y me dijo que quería que yo hiciese la película. Entonces me dio un ataque de pánico, porque teníamos apenas tres semanas antes de que empezáramos con los ensayos en San Francisco. Era justo antes de Navidad y yo todavía estaba filmando en Australia, así que sabía que organizarme iba a ser un dolor de cabeza. Pero si uno tiene ganas, siempre hay una forma de hacer las cosas. Lo cierto es que cuando llegó el momento de crear a la Joanna Hoffman de la película, ella misma me ayudó muchísimo, porque me dio fotos suyas de esa época que la gente nunca ha visto y también me mostró la ropa que usaba mientras trabajaba en Apple. Me explicó cómo le gustaba vestirse, me contó que odiaba la simetría, y yo decidí inspirarme en todo eso, pero además los 80 eran una época en la que se podía experimentar. Yo quería que se la viera muy diferente en cada parte de la película, porque 4 años de diferencia entre una escena y otra en los 80 implicaban muchos cambios en la forma de vestir.
–¿Llegaste a dudar de si te iban a aceptar o no en la película?
–No sé. En Hollywood no podés tener ego. Y la verdad es que el hecho de tratar de involucrarme de alguna forma siguió la historia de la película, porque Steve Jobs cambió de estudio, cambió de director, pasó de un actor al siguiente, todo lo cual fue muy publicitado. Lo cierto es que no me importó, yo sentí que no tenía nada que perder si lo intentaba. Sabía que no habían contratado a nadie. Yo creo que uno tiene que mantener la humildad y no dar nada por sentado. Y como tenía la suerte de tener la dirección de correo electrónico de Scott Rudin, porque había trabajado con él antes, no iba a desperdiciar la oportunidad.
–¿Cómo fue la experiencia con Michael Fassbender?
–Debo confesar que al principio me sentí un poco intimidada por él. Antes de conocerlo pensé que iba a encontrarme con una persona un poco excéntrica, un fanático de la Teoría del Método. Me imaginaba a alguien como Daniel Day Lewis, al que no conozco personalmente. Pero lo cierto es que este no fue el caso. Es como yo, viene de una familia como la mía, que no tenía mucho dinero cuando éramos chicos, y de joven tuvo que ganarse la vida trabajando en pubs. Nos entendimos muy bien enseguida. Nos llevamos maravillosamente bien y de verdad disfruté de ser una especie de asistente, aunque él no me necesitara. Para él fue como hacer tres veces de Hamlet por la cantidad de diálogo que tenía, porque estaba en básicamente todas las escenas. Creo que de alguna manera repliqué el comportamiento que tenía Joanna con respecto a Steve. Y me quedé asombrada por su trabajo: es un actor espectacular.
–¿Por qué creés que Joanna se quedó con Jobs a pesar de los problemas que ese trabajo le ocasionaba?
–La verdad es que pasé bastante tiempo con ella y creo que la razón es muy simple: ella y Steve eran grandes amigos y ella le tenía mucho respeto y también afecto. Creo que se quedó a su lado porque sabía que la necesitaba y que ella era capaz de sacar cosas de él como persona que no cualquiera podía lograr. Además, creo que le gustaba el trabajo. Estaba muy feliz con su papel en la empresa. Disfrutó del tiempo que pasó en Apple y era una persona muy leal. Si bien la película cubre muchos más años de los que ella trabajó en la vida real para Steve, porque solo estuvo durante 5 años, permaneció en la vida de Jobs como una amiga. Se mantuvo muy cerca suyo hasta que él falleció. De alguna manera, tuvieron una especie de matrimonio intelectual.
–¿A qué atribuís que el guionista Aaron Sorkin decidiera darle tanta importante a Joanna dentro de la película?
–Es lo mismo que me preguntó Joanna cuando le conté que su personaje era el segundo en importancia en nuestra historia. Y yo también se lo pregunté a Aaron y él me dijo que sabía que no podía incluir a toda la gente que había conocido en su investigación. Si lo hubiese hecho, se habría convertido en una biografía y eso no era lo que él quería hacer. Aaron se quedó fascinado con Joanna, y por eso decidió usarla como un instrumento creativo. Incluso, cuando hablaba con la verdadera Joanna, siempre estaba muy en claro entre nosotras que quien aparece en el film es un personaje y no ella. Nuestra Joanna Hoffman es, en realidad, una suma de varias mujeres importantes en la vida de Steve. La verdadera se fue de Apple con Steve y trabajó con él en Next, pero luego se marchó, hizo otras cosas, tuvo hijos y su vida fue completamente diferente a la que tenía mientras estuvo en Apple. En cualquier caso, creo que esta Joanna funciona en la ficción como un vehículo para mostrarle a la audiencia otras facetas de Steve, como padre y como hombre. Pero lo que sí es realista es la relación física que tenían ellos dos: eran como esos amigos del sexo opuesto que, sin darse cuenta, se abrazan y se toman de las manos, solo porque se quieren y sin que exista una relación sentimental. Y eso era algo que yo quería mostrar.
–Si pudieras hablar con Steve Jobs, ¿qué le preguntarías?
–No sé si le preguntaría algo específicamente. Tal vez preferiría hacer alguna cosa diferente con él. Me parece que pertenecía a la clase de persona que siempre está buscando nuevas experiencias. No es ningún secreto que probó LSD y muchas cosas más. Me hubiera encantado invitarlo a hacer algo inesperado que lo sacara de su rutina, como salir a pasear en lancha por la costa inglesa o algo parecido.
–¿Qué podés contar sobre El poder de la moda?
–Que tuve mucha suerte, porque Jocelyn Moorhouse me había pedido que trabajara en su película y yo había aceptado, pero después me embaracé de mi tercer hijo, Bear, y tuve que llamarla para pedirle disculpas porque no iba a poder participar. Pero ella optó por esperarme. La rodamos un año después para que yo pudiera estar, lo cual no suele ser muy habitual en esta industria. Eso me puso muy contenta, porque para mí fue como revisitar territorios por los que transité cuando tenía veintipico, en la época en la que podía hacer mis valijas e irme a filmar a otro país. Por suerte esta vez lo pudimos hacer, mi marido pudo venir y quedarse en Australia mientras filmamos y ocuparse de los chicos. Fue una forma de viajar en familia y tener una aventura creativa. Interpreté a la hija de Judy Davis, una actriz a la que admiro mucho. El día en que la conocí yo estaba nerviosa, pero ella enseguida se puso a hacer bromas y todo se relajó mucho. Fue una colaboración maravillosa.
–¿En qué punto de tu carrera sentís que estás?
–Lo único que sé es que cuando sos actriz no te interesa parar, hayas llegado adonde hayas llegado. Y ese es mi caso. Por otro lado, no me detengo a pensar mucho en qué lugar estoy en mi carrera. He sido muy afortunada de haber podido interpretar tantos personajes maravillosos, y haber podido colaborar con tan buenos directores, que son la máxima atracción para mí, y sigo teniendo la suerte de que me sigan invitando algunos de los realizadores más talentosos de la industria.
–¿Qué significan para vos los premios?
–Los premios y los reconocimientos son extraordinarios, y estoy orgullosa de cada uno. Pero, por otro lado, sería un error pensar que tengo que tratar de superar lo que ya logré, o que tengo que ganarme otro Oscar. Para mí lo que marca la calidad es mi propio trabajo, por eso siempre quiero que tenga tanta calidad como yo sea capaz de darle. Todo sigue pasando por trabajar muy duro y tratar de darle algo especial a mi personaje, para que sea sincero. El nivel de profesionalismo que le doy a mi trabajo también es fundamental. Me interesa formar parte de un equipo, y además tengo una serie de reglas que siempre me guiaron. Nunca me olvido de lo afortunada que soy de tener opciones, y trato de honrar las decisiones que tomo. Por eso para mí también es esencial no trabajar demasiado: es importante para darle un ritmo tranquilo a mi carrera.
–¿Cuánto influye cada candidatura al Oscar?
–La verdad es que no es algo que esté buscando cuando decido hacer un papel. Ganar el Oscar no es un objetivo en mi vida. Me siento muy afortunada de que hayan reconocido mi trabajo, y con eso me alcanza. Si uno tiene mucha, pero mucha suerte consigue que le den la palmadita en la espalda que representa una nominación. Es increíble y maravilloso a la vez, pero la verdad es que cada vez que he sido nominada y que he ido a la entrega del Oscar, sabía instintivamente que no iba a ganar. Eso estuvo muy bien, porque pude ir y disfrutar de la experiencia sin tener demasiadas expectativas.
–¿Sentís que el éxito te ha cambiado?
–No. Yo creo que sigo siendo la misma persona de siempre, al menos eso es lo que siento en mi interior. A los veintipico pensamos que sabemos exactamente quiénes somos, y que ya hemos madurado lo suficiente. Pero a medida que pasan los años, te vas entendiendo más profundamente. Luego, además, la maternidad te transforma radicalmente como ser humano. Todo esto es un proceso interno en el que el éxito o el fracaso no tienen ninguna influencia. Yo sigo guiándome por la misma ética de siempre, sigo opinando lo mismo sobre la vida y la maternidad. De todos modos, no soy la mejor persona para juzgar si he cambiado. Deberías preguntárselo a mi familia.
–¿Cómo hacés para relajarte cuando no estás trabajando?
–Tengo que aprender a tomarme tiempo para mí, pero cada vez hago mejor lo de sentarme unos minutos a no hacer nada. Muchas veces me siento y digo qué bonito que es poder sentarse un rato, es algo que uno se olvida. Sobre todo cuando sos mamá. Siempre te sentís culpable de que podrías estar mirando algo con tus hijos o buscando una receta para la cena. Poder aprender a tomarte tiempo libre sin sentirte culpable es todo un aprendizaje.
–¿Qué lugar ocupa la maternidad en tu vida?
–Mis hijos son todo para mí. Para cualquier padre, a partir del momento en que un hijo llega a este mundo, se convierte en lo primero en lo que uno piensa cuando se despierta a la mañana. Como madre, soy de ocuparme de todo.
–Con tantos actores en tu familia, ¿era obvio para vos que ibas a seguir los pasos de tus parientes?
–Sí, yo creo que lo llevaba en la sangre. Nunca tuve dudas de que esto era lo que quería hacer. Sin embargo, nunca pensé que iba a trabajar en el cine, porque lo que yo sabía de la actuación a través de mi familia pasaba por la lucha constante, en el teatro o, como mucho, conseguir un papel de reparto en un episodio de una serie de televisión. Eso ya hubiese sido un trabajo muy importante para mis ambiciones, lo hubiésemos celebrado con gusto. El hecho de que haya terminado trabajando en el cine es algo que aún hoy me sigue sorprendiendo. No dejo de preguntarme cómo es que ha ocurrido. No era algo que me resultara familiar cuando era chica. Siempre supe que quería actuar, pero nunca en el cine. Mis padres siempre me estimularon de la manera correcta y también en forma práctica. Nunca me dijeron que yo era maravillosa. Y mucho menos que cuando creciera me iba a convertir en una gran estrella. Me dijeron que tenía que trabajar duro en esto si era lo que yo quería y que la vida iba ir mostrándome el camino. Siempre me dijeron que tenía que poner lo mejor de mí, porque esa era la única manera de concretar mis sueños. Eso es lo mismo que hoy les digo a mis hijos, porque creo que es válido en todos los ámbitos. Me parece muy importante inculcar en ellos la confianza en sí mismos. Mi hija me lo repite todo el tiempo: «Estoy dando lo mejor de mí, porque con eso es suficiente».
–¿El éxito influyó en tu entusiasmo a la hora de buscar nuevos papeles?
–Sí. Mi amor por la actuación fue aumentando con el correr de los años. Me siento tanto una privilegiada por poder seguir haciéndolo ahora como cuando tenía 17 años e interpreté a Juliet Hulme en Criaturas celestiales. Hace algún tiempo lo vi a Peter Jackson en Nueva Zelanda y hablamos sobre cómo mantenemos la pasión por lo que hacemos después de tantos años. Yo estoy muy feliz de no haber perdido la pasión, y creo que eso tiene que ver con que no trabajo muy a menudo. Cuando no estoy trabajando, a veces extraño actuar. Espero ansiosamente que llegue el día en que pueda hacer mi siguiente película. Es un poco como Navidad para mí. Y cuando llega el momento y vamos a rodar la primera escena, me siento como si fuera mi primer día de escuela. Me pongo nerviosa y siento que no voy a poder dar lo que se espera de mí. Pienso que todos van a pensar que soy un desastre y que se van a preguntar por qué no contrataron a otra actriz. Es muy bueno que me sienta así, es muy saludable, porque eso es lo que me obliga a esforzarme, me fuerza a que nunca me duerma en mis laureles. Es espectacular que pueda ganarme la vida haciendo esto, y nunca pienso que va a ser así para siempre.
—Gabriel Lerman
Desde Nueva York