28 de agosto de 2014
Maestro de la literatura de terror, Stephen King revisa su carrera y describe su experiencia como guionista de una serie. Inspiraciones y miedos de un autor prolífico y exitoso.
Si algo se puede decir de este escritor que está a punto de cumplir 67 años es que se las ha ingeniado para no perder nunca su vigencia desde que en 1973 publicó Carrie, su primera novela, ni siquiera durante la época en la que, tras ser atropellado por una camioneta, luchó durante meses contra un intenso dolor. Sumamente prolífico e inmensamente popular, Stephen King parece escribir imaginando para la pantalla: de hecho, ha probado suerte como guionista de cine y televisión a lo largo de los años. Y ahora lo ha vuelto a hacer para la serie Under the dome, creada a partir de su novela La cúpula, que ya va por su segunda temporada.
Lo cierto es que el célebre autor sigue siendo una fuente inagotable de argumentos, con libros que se han transformado en películas tan diversas como El resplandor, de Stanley Kubrick; Cuenta conmigo y Misery, de Rob Reiner; o Milagros inesperados, de Frank Darabont. Pero no hace falta mirar atrás para comprobar cuán grande será su legado. A lo largo de este año, quien ya le ha puesto su firma a más de 50 novelas habrá publicado 3 nuevos libros: la segunda parte de La cúpula, Mr. Mercedes, que es el primer tomo de una nueva trilogía, y Revival. Además, King ha debutado recientemente como guionista de historietas y su presencia en la pantalla está garantizada hasta bien avanzado 2015: 7 películas para el cine, una para televisión y una miniserie que incluyen su nombre en los créditos se encuentran en diferentes estadios de producción.
–¿Cómo se le ocurrió la idea para La cúpula?
–La idea se me ocurrió a principios de los 70. Debe haber sido por esa época porque yo daba clases en la escuela secundaria, y era un hombre joven que jugaba con la idea de meter a una comunidad bajo una cúpula, para así tener la oportunidad de poder hablar sobre todo lo que estaba pasando en la Tierra. Pensaba en esa cúpula para poder crear un microcosmos, de la misma manera en que el planeta lo es. Me fascinaba la posibilidad de escribir sobre cómo esa comunidad tenía que lidiar con todos los problemas que se avecinaban en la Tierra, cómo la superpoblación, el agotamiento de los recursos naturales, la polución y, también, con todos los conflictos políticos que una situación de aislamiento generaría. Pero en ese momento me di cuenta de que no iba a poder escribir la historia mientras me ganaba la vida como profesor, porque la investigación que iba a necesitar iba a ser enorme. Entonces puse esa historia en segundo plano y la dejé ahí por mucho, mucho tiempo. Pasaron unos cuantos años hasta que un día, en un larguísimo viaje a Australia, me puse a pensar que las condiciones estaban dadas para hacer esa investigación con la ayuda de Internet. Además, como tenía suficiente dinero, podía contratar a alguien para que me ayudara. Y eso fue lo que hice para escribir el libro, tratando de lidiar con todos los temas que quería tratar, incluyendo la estupidez de aquellos políticos que se resisten a reconocer que tenemos problemas. Cuando surgió el proyecto de la serie y me dijeron que querían extender la cantidad de tiempo que la gente se queda debajo de esa cúpula, me pareció una oportunidad buenísima para agregar todo lo que me había quedado afuera. Fue un regalo de Dios.
–¿Por qué aceptó participar como guionista?
–Decidí escribir el primer episodio de la segunda temporada de la serie porque quería participar en la creación de una historia que evolucionara a lo largo de 13 episodios, pero también porque estaba un poco celoso de George R. R. Martin, que escribió varios episodios de Juego de tronos y también de Robert Kirkman, que se puso a escribir los capítulos de The walking dead. Son autores que en un principio escribieron la historia original, pero después se involucraron en las versiones televisivas, y eso me pareció algo muy interesante.
–¿Cuál es la diferencia entre escribir un libro y un guión?
–Los dos procesos son bastante similares y yo no entiendo bien ninguno de los dos, por lo que me resulta un poco difícil hablar del tema, pero lo que puedo decir es que cuando escribís un guión todo pasa por imaginarte quién es la gente que participa de tu historia, qué es lo que están por hacer, cómo suenan cuando hablan. Y así es como cobran vida. Pero aun así, escribir un guión es algo muy raro para mí. Por eso, cuando me siento a hacerlo ya no me quiero levantar. Lo cierto es que hay un momento en que empezás a «ver» la escena en tu cabeza. Y eso es algo que le pasa a la gente que, como yo, creció mirando cine y televisión, por lo cual imaginarse algo a través del lente de una cámara termina siendo muy natural.
–Si pudiera revisitar alguno de sus textos, ¿qué es lo que cambiaría?
–Si lo pudiese hacer, y creo que debería hacerlo, volvería a escribir todos los libros de La torre oscura, porque en realidad era simplemente una larga novella. Casi no tuvieron edición, por lo que a mi juicio les falta mucho trabajo. Me gustaría volver a trabajar en esos libros y resolver todas las inconsistencias, mejorar el ritmo en los momentos de acción, quitar algunas cosas y agregar otras, pero aun así no serían grandes cambios.
–¿Qué papel juega el miedo en la inspiración para sus historias? ¿Había muchas cosas que lo asustaban de chico?
–No le temo a muchas cosas, porque suelo transmitirle esos miedos a la gente que lee mis libros. Por eso, cuando me preguntan sobre mi infancia, creo que en realidad me están preguntando si hubo algo que me trastornó mal en aquella época como para que terminase escribiendo este tipo de historias. Pero la realidad es que tuve una infancia muy normal. Tenía una gran imaginación y eso me generaba muchos miedos. Recuerdo que solía tener muchas pesadillas, pero lo bueno que tiene lo que hago es que es como la otra cara del psicoanálisis. Si tenés miedo, si la ansiedad te invade, vas a un psicoanalista y le pagás por una hora para que te ayude. En cambio, yo pongo todos esos miedos y esa ansiedad en el papel y la gente me paga a mí. Es maravilloso, pero si lo que querés saber es qué fue lo que ocurrió o si hubo un hecho que me cambió la vida, la pura verdad es que simplemente disfruto de darle grandes sustos a la gente.
–¿Siguen las pesadillas?
–No, ahora duermo muy bien, particularmente cuando estoy escribiendo. He ido librándome de las pesadillas, como parte de mi proceso de escritura. Cuando no estoy escribiendo tengo una tendencia a soñar, y algunos de esos sueños pueden ser muy desagradables. Yo tengo la teoría de que una vez que entrenás a tu mente para fantasear, no la podés apagar: está siempre encendida. Y si no la calmás escribiendo o inventando cosas, esas fantasías suelen meterse en tu inconsciente y expresarse a través de los sueños.
–En 2002 dijo que estaba pensando en retirarse y sin embargo, 12 años después, se lo ve más prolífico que nunca. ¿De dónde salen tantas ideas?
–Las ideas aparecen o no aparecen. Y uno espera que nunca falten. Pero como todos saben, sufrí un accidente muy feo en 1999, cuando me atropelló una camioneta. Estuve muy cerca de morir y, obviamente, estoy feliz de haber podido reponerme. Pasé momentos muy difíciles, sobre todo porque me golpeé la cabeza con mucha violencia y en 2002 todavía seguía con un tremendo dolor. Me costaba mucho escribir y no estaba en un buen momento de mi vida, por eso pensé que lo mejor que podía hacer era retirarme. Si algo tengo en claro es que no quiero resultarle pesado a nadie, y yo sentía que ya había dicho todo lo que tenía para decir. Pensé que podía ir desapareciendo sigilosamente. Pero de pronto ocurrió el milagro: empecé a sentirme mejor. El dolor ya no era tan fuerte y, poco a poco, empecé a interesarme en mi oficio otra vez. Las ideas comenzaron a llegar y acá estoy.
–¿Esas ideas vienen con un argumento o tiene que desarrollarlo?
–Generalmente, aparecen de improviso y es como si naciese algo dentro de mí. Recuerdo que en noviembre estaba en Francia, yendo a un evento público en una camioneta 4×4. Había mucho tráfico y todos los autos estaban muy encimados. Llegamos a un semáforo y ahí apareció un colectivo, que se detuvo al lado nuestro. Y observé que en el autobus viajaba un señor que estaba leyendo un diario y que había quedado muy cerca mío. De pronto me puse a pensar que estábamos uno al lado del otro, aunque estuviésemos en dos mundos diferentes, cada uno yendo en una dirección distinta. Me pregunté qué pasaría si en lugar de que hubiese un hombre sentado en el colectivo, fuesen un hombre y una mujer. Y que el hombre le cortase la garganta en el mismo momento en que el colectivo se pusiera en marcha. Me di cuenta de que esa era una historia que me interesaba contar. No tenía la menor idea de qué manera podía llegar a continuar, pero me resultaba muy atractiva. Es como alcanzar el paragolpe de un auto cuando estás andando en skate: todo pasa por tomarte de ese paragolpe y dejarte llevar. Seguramente vas a ir a parar a un lugar completamente inesperado.
–Woody Allen suele contar que tiene un cajón repleto de papelitos en los que ha ido anotando ideas y que, cada vez que tiene que decidir cuál será su siguiente película, lo abre y se pone a revisar. ¿Cómo funciona para usted?
–Puedo decir que hubo una época en la que tenía tantas ideas en mi cabeza, que sentía que iba a explotar en cualquier momento. En ese entonces odiaba tener que trabajar en una sola novela, porque no podía explorar ninguna de las otras historias que me interesaban. Escribir un libro es como estar casado: tenés que ser fiel a un proyecto. Es como cuando sos fiel a tu mujer y salís a caminar por la calle y ves a una mujer muy hermosa. Cuando estás escribiendo una novela solés tener esa misma sensación. Te divertís trabajando, te la pasás muy bien y, de pronto, se te ocurre otra idea. Y te das cuenta de que es maravillosa. Te desesperás por escribirla, pero te das cuenta que tenés que ser fiel a tu mujer. No podés escaparte con tu amante. Lo cierto es que yo no escribo en un papel las ideas que se me ocurren, porque soy un convencido de que si es buena no me la voy a olvidar. Y que si me dedicase a escribir todo lo que se me ocurre, terminaría guardando un montón de malas ideas. Si me preguntabas a los 40 si tenía muchas ideas dando vueltas, te habría dicho que sí. Ahora, a los 66, te puedo decir que todavía se me ocurren. Y estoy muy agradecido por eso, pero no es algo que me pase con la misma frecuencia que antes. Tampoco es que se me aparezcan de la nada, como solía ocurrir antes. Tengo dos hijos que escriben novelas: Joe Hill, que publicó tres, y Owen, que escribió una novela y dos libros de cuentos. Y ellos suelen contarme la frecuencia con la que se les ocurren las ideas. Sería fantástico volver a ser joven.
–Si hubiera empezado a escribir en este momento de la industria editorial, donde Internet ha cambiado las reglas del juego, ¿tendría el mismo éxito que cuando comenzó?
–Yo creo que hay un fenómeno similar al de Stephen King en los 70 en estos tiempos, que está basado en el sexo. Estoy hablando de los libros de Cincuenta sombras, que surgieron de Internet. Y no creo que ningún editor en Estados Unidos los hubiera aceptado, no por la cantidad de sexo que tienen, sino porque no están muy bien escritos. Es un fenómeno generado por Internet, donde de pronto empezaron a circular intensamente. Y sé que hay mucha gente que lee todo lo que aparece en Amazon, y que prefiere el Ipad o el ebook a los libros tradicionales. A mí no me molesta. La verdad, me gusta la tipografía grande y la posibilidad de leer en un cuarto oscuro. En cualquier caso, lo importante es que la gente sigue leyendo, no importa el formato que tengan los libros. De todos modos, me parece interesante que en Francia y en Alemania los ebooks cuesten exactamente lo mismo que los libros en papel, aun cuando no tengan costos de producción. Es que hay una ley que protege a la industria editorial y no me parece una mala idea.
–No mucha gente sabe que escribe una columna sobre cine en la revista Entertainment Weekly. ¿Cómo se le ocurrió hacerlo?
–La verdad es que mi primer trabajo fue escribir una columna sobre espectáculos en el periódico de mi universidad. Y a mí siempre me interesó la cultura popular, en todos sus aspectos, ya sea que hablemos de cine, de libros, de programas de televisión o de música; pero también me interesa cómo se viste la juventud, qué tipo de zapatillas usan o qué pantalones cortos les gustan. Me encantan los anuncios publicitarios: es algo completamente innato en mí. Disfruto de todos los aspectos de la cultura. Me encantan las películas y disfruto de escribir sobre ellas y sobre series de television, de una forma que no puedo hacer si el tema es la música, porque para mí es verdaderamente incomprensible. No puedo explicar por qué un vals no funciona. No sé enumerar las razones por las que detesto a Emerson, Lake & Palmer. En cambio, me encanta poder contarles a los lectores que vi una película que me fascinó. Además, tengo una gran tolerancia: la única vez que me levanté y me retiré de un cine fue unos años atrás, cuando fui al estreno de la primera Transformers. Me pareció lo más ridículo que vi en mi vida; pero, por lo general, siempre encuentro algo que me gusta e intento compartirlo con los demás.
—Gabriel Lerman
Desde Los Ángeles