De cerca

Arte de la incomodidad

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A 30 años de la muerte de Copi, el reconocido dramaturgo y escritor argentino radicado en París, el Teatro Cervantes lo homenajea con dos obras en una: «Eva Perón» - «El homosexual o la dificultad de expresarse». Los protagonistas describen los desafíos de este nuevo proyecto.

Estamos en el camarín de Juan Gil Navarro, en el Teatro Cervantes, a dos horas del estreno de Eva Perón – El homosexual o la dificultad de expresarse, un díptico de Copi, el polémico y transgresor dramaturgo, escritor e historietista argentino, que debió exiliarse en Francia, donde murió en 1987. A 30 años de su desaparición física el Teatro Cervantes, dirigido por Alejandro Tantanián, en coproducción con el Centre Dramatique National de Normandie-Rouen, han decidido recordar a Raúl Natalio Damonte Taborda, tal su verdadero nombre, con estas dos piezas protagonizadas por Gil Navarro y Benjamín Vicuña.
Mientras esperamos a Vicuña, Gil Navarro recibe a Acción y, de inmediato, habla de «viaje lisérgico», «locura» y «prueba de destreza interpretativa» para referirse al desafío asumido. A diferencia de Vicuña, Gil Navarro integra ambos elencos. «En Eva Perón soy Ibiza, una suerte de ministro, mano derecha de Evita; mientras que en El homosexual… estoy travestido pero mi rol no es nada femenino, más bien encarno a un cavernícola desencajado, desfigurado, lleno de una violencia punk, que intenta sobrevivir en una Siberia polar».
–¿Cuánto te ayudó para este trabajo haber hecho recientemente Shakespeare todos y ninguno?
–Sin duda fue una experiencia importante, logré un manejo que me sirvió para resolver problemáticas que no solía frecuentar. Pensá que Copi es lo más distinto que hice en mi carrera. Hasta me cuesta describirlo: es un jeroglífico fascinante, con un estilo distinto, de otro color, delirante, con mucho travestismo. Por lo que averigüé, tiene el sello de aquellos tiempos del Parakultural.
–¿Qué sabías de Copi?
–Muy poco. Solo tenía un libro en la biblioteca de mi vieja, que era muy lectora: Los pollos no tienen sillas, un libro de historietas editado en la Argentina en 1968. Lo recuerdo bien porque el título me hacía ruido, pero no lo leí. Ahora, con estas obras, sentí la necesidad y curiosidad de saber quién era y me impresionó descubrir que fue nieto de Natalio Botana, el fundador del diario Crítica. Un artista que actuaba, dirigía, escribía, fotografiaba, pero todo con un sello excéntrico, corrosivo y explícito.
Tocan a la puerta. Y el que entra, tímidamente, es Vicuña. Arrastra su glamour y su flamante y muy comentado pelo amarillo-dorado. «Me llevó cinco horas de tintura», se queja sonriente. Se disculpa por la demora y se estrecha en un abrazo fraternal con su compañero. Falta cada vez menos para salir a escena y ellos se miran con la emoción y los nervios de estar ante uno de sus mayores desafíos artísticos. «Vamos, carajo», exclaman a dúo, como si fuera un grito cabulero. Reconocen que hay «tensión contenida», pero a la vez, apelando a una metáfora futbolera, «muchas ganas de salir a la cancha y trabar con la cabeza». Gil Navarro y Vicuña integraron una lista original de casi 60 nombres, que Tantanián le aportó a Marcial di Fonzo Bo, director argentino radicado en Francia, quien fue llamando, convocando y testeando uno por uno.
–¿Cómo aparecen ustedes en el elenco?
–Vicuña: Por casting, como todos.
–Gil Navarro: La prueba nos la tomó Marcial, el director, que no nos conocía. Por lo que tuvimos que empezar de cero. Fue movilizante.
Vicuña: Acá no estamos acostumbrados a hacer castings, sobre todo si ya tenés cierto recorrido. No importa quién sos, lo que se está buscando es un color, una tonalidad determinada. No se saca la conclusión de si sos buen o mal actor. Y lo veo súper sano.


–¿Sirve el casting?
–Gil Navarro: Mucho, porque el actor desconoce si es capaz de alcanzar una exigencia puntual.
–Vicuña: En lo personal he realizado varios, y hace poco para distintos países, y entiendo que quedar afuera puede ser frustrante, pero son necesarios para el actor, no tengo dudas.Lo valioso es que Marcial hizo una selección amplia y variada, con actores de televisión, como en mi caso, también del teatro comercial, del circuito off. Es decir que se tomó su tiempo, sin juicios previos por la procedencia de cada uno.
–Arrancaron todos sin privilegios.
–Gil Navarro: Da gusto trabajar así, con tiempo, para lograr un equipo con una paleta heterogénea y atractiva, pensando en que esto es una puesta en escena larga, que incluyó un mes de ensayos en Caen, Normandía, en el norte de Francia, estos dos meses de funciones en el Cervantes y una gira por Europa para octubre y noviembre.
–¿Cómo fue ensayar un mes en Europa?
–Vicuña: Fue importante para conocernos, para interactuar. Es algo impensado dentro del contexto latinoamericano. Que nos convoquen para una puesta con semejante posibilidad te invita, te obliga a que extremes responsabilidad y recaudos. No solo han confiado en nuestras aptitudes artísticas, sino que han invertido dinero en cada uno.
–Gil Navarro: Para mí fue una experiencia soñada. Nunca imaginé que viviría una situación semejante. Tuve el privilegio de vivir un mes en un lugar tan bello como pleno de civilidad.

Desafío compartido
«Estamos acostumbrados a que el teatro, el “hermanito menor”, tenga que pedirle permiso a grandotes como la televisión o el cine, para disponer de los actores», afirma Vicuña, a la hora de referirse a la particular forma de trabajo que rodea este tributo a Copi. «Suele ser el teatro quien debe mendigar, quien debe esperar a que el actor pida permiso para que el rodaje, las grabaciones o las clases de actuación terminen un rato antes», completa el chileno. Gil Navarro agrega que «esta vez al teatro le dimos la prioridad que se merece, con arduas jornadas de diez horas de ensayos».


–¿Qué recuerdos o pensamientos aparecen cuando se está frente a estos desafíos?
–Vicuña: Yo sentí como si volviera a mis comienzos, a mi etapa universitaria, a vivir aquella pasión adolescente por el teatro, cuando mi cabeza estaba depositada solo en ensayar y subir a un escenario.
–Gil Navarro: A veces está tan contaminada la forma de trabajo, que zambullirse en un proyecto como este es sentirse parte de otra sociedad.
–Vicuña: Además de la pasión por lo que se hace, hay una dedicación full time.
–¿Tuvieron que postergar o cancelar otras propuestas?
–Gil Navarro: Cuando Marcial me contó cómo venía la mano, decidí que mi cabeza solo tenía que estar puesta aquí.
–Vicuña: Digamos que él sugirió disponibilidad y responsabilidad, lo que de alguna manera dio a entender que «los necesito ciento por ciento».
–¿Por dónde pasó la dificultad del texto de Copi? ¿Es para todo tipo de público?
–Vicuña: En primera medida, entendimos que para el director estas obras eran como partituras, por lo que nos pidió respeto por cada palabra y cada coma. El texto es sencillo, lo que complica es explicar cómo escribe Copi, a quien Marcial, hay que decirlo, le ofrece una conmovedora y cariñosa reverencia.
–Gil Navarro: Copi es sencillo, directo y monstruoso, pero nada esnob. Y no hay lugar para las improvisaciones: es lo que nos repitieron una y otra vez.
–Vicuña: La dificultad podría pasar por la exactitud que requiere el texto, que tiene una rítmica puntual, pero es una obra apta para todo público.
–¿Cómo fue el vínculo entre ustedes, que no tenía antecedentes?
–Gil Navarro: Es cierto, nunca habíamos trabajado juntos. Nos cruzábamos, un «hola, ¿qué tal?», pero nada más. Hasta que nos conocimos en Francia, donde tuvimos el primer mes de ensayo. Y ese espacio en el que compartíamos almuerzos y charlas fue fundamental para empatizar.
–Vicuña: Estoy agradecido de estar compartiendo esta experiencia con Juan, con quien pegamos la mejor. Y vivimos un mes en Caen, con una disponibilidad de vestuario y escenografía a la altura de una coproducción entre dos potencias. Solo teníamos que preocuparnos por ensayar arduamente.
–¿Y cómo fue el trabajo con el director Marcial di Fonzo Bo?
–Gil Navarro: Ante todo, Marcial es una persona que sabe lo que quiere: dice las cosas claramente y sin vacilar. Tiene una autoridad que tranquiliza.
–Vicuña: Se nota que es un director que conoce los procesos de creación de un actor. Tiene una energía envolvente, que no baja nunca.
–Gil Navarro: Y tiene una obsesión tolerable, que cae bien, no abruma.
–Vicuña: Te va convenciendo, tiene un poder de persuasión que hace que termines haciendo con convicción lo que al principio te generaba dudas.
–¿Hacer Copi los evade de la realidad?
–Gil Navarro: Copi es la posibilidad de ser políticamente incorrecto. Ojo con lo que decís, ¡minga! Si tengo diferencias políticas con mi familia, ¡cómo no voy a tener diferencias ideológicas con los funcionarios! Ese es Copi.
–Vicuña: La política necesita tipos como Copi, que se la jueguen, que rompan los moldes, que sean valientes y sin caretas.


–¿Prestigia trabajar en el Cervantes?
–Vicuña: El prestigio no te lo brinda un edificio, más allá de que el Cervantes es palabra mayor. Pero también puede haber malas actuaciones, obras inconsistentes: es lo que sucede en los mejores teatros del mundo. El prestigio es algo que se logra con el tiempo y te lo terminan dando los demás.
–Gil Navarro: Coincido y sumaría que tomar riesgos también prestigia. Cuando conocí a Alfredo Alcón haciendo Rey Lear, mi parámetro sobre el teatro cambió radicalmente. Me sorprendió su sacerdocio por el oficio. Era el más estudioso de los actores aún siendo Alfredo Alcón, pero a él no le importaba el prestigio, sino la calidad de lo que hacía.
–Cada uno con su rasgo personal, ambos han encarnado a pintones exitosos. Aquí lucen como garabatos desfigurados. ¿Corre algún riesgo esa estampa de galán?
–Vicuña: Yo hablaré por mí y por Juan, a quien conozco poco, pero sé con quién trabajo. Creo que ambos buscamos riesgos y en ese sentido nos sentimos vivos en este oficio. En lo particular no especulo con ir a lo seguro y a lo que le gusta a la dueña de casa. Sabemos que es audaz un trabajo como este, que puede significar un cambio para quien nos ve, pero hacia allá vamos.
–Gil Navarro: No es mi manera de ser hacer la plancha y también me animo a hablar por Benjamín: no nos va la cómoda, la de poner piloto automático. Somos lo suficientemente obsesivos, torturados y neuróticos como para no permitir relajarnos.


–Generó cierta polémica en las redes sociales que a Eva Perón la hiciera un hombre y, «encima», un extranjero.
–Vicuña: Siempre hay comentarios, opiniones, pero no me puedo hacer cargo del prejuicio de la gente. En todas partes hay gente que no piensa, que no sueña, que no vuela.
–Gil Navarro: A veces las redes sociales se convierten en una cloaca y se opina sin tener idea. En la obra no se habla ni de Eva Perón como figura política, ni del peronismo, ni de temas sensibles, pero el twittero toma la palabra porque en la Argentina es mejor decir que callar. La estupidez del fanatismo trasciende las fronteras. Copi enfatiza lo farsesco, lo monstruoso y tanto Eva Perón como El homosexual… tienen protagonistas travestidos.
–¿Cómo se atraviesa esa franja que orilla con lo grostesco?
–Gil Navarro: Ambas obras arrancan como si alguien tocara un diapasón, como sucede con los directores de coro. Ese sonido es tan fuerte en ambas piezas que no hay posibilidad de que haya un resbalón. La gente no se va a matar de risa por ver a Benjamín caracterizando a Evita o mí en la piel de una mujer monstruosa.
–Vicuña: Rápidamente se establece con claridad el tono de lo que se va a ver: se instala de entrada un ambiente siniestro y un estado de cierta peligrosidad. Por supuesto que también se respira humor y sarcasmo, esencias de Copi, pero la gente no va a asociarnos con la Tota y la Porota.
–¿No hay caricaturas, ni burlas?
–Vicuña: Hay criaturas. Que seamos caras conocidas y estemos vestidos de mujer pasa a un segundo plano, a otra dimensión. Desde el vamos también queda claro que yo no estoy interpretando a Eva Perón. En mi caso se trata de una versión libre, irreverente: la Evita que compongo es un fantasma punk que está lejos del mito.
–¿Esa fue la bajada de línea? ¿Que no haya solemnidad?
–Vicuña: Así es el texto: fuerte, contundente, con puteadas, con agresiones ficticias, que habla nada más ni nada menos que de la condición humana.
–Gil Navarro: Es una puesta sin ideologías políticas que puede montarse en cualquier ciudad del mundo, como de hecho se hará.
–Vicuña: Está claro que Eva Perón es una mujer icónica y nosotros lo tomamos con la responsabilidad del caso, pero también hay que entender que parte de la magia que tiene Copi es incomodar.
–Gil Navarro: Y a partir de esa incomodidad, introducir su mensaje.

 

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