Surgidas a partir de historias originales que resultaron exitosas, las series derivadas son moneda corriente en la televisión actual. Entre la intención de darles nueva vida a los personajes y la apuesta a lo seguro, fortalezas y debilidades de la tendencia.
26 de julio de 2017
Hombre de ley. Bob Odenkirk interpreta al popular abogado de Better call Saul.
En 1967 Julia Kristeva, en su intento por incorporar el pensamiento de Mijaíl Bajtín al campo académico francés, acuñó el ahora reconocido término «intertextualidad». Retomando el dialogismo bajtiniano, el concepto se proponía señalar que todo texto se construye a base de un mosaico de citas, que es la transformación de otro texto. Un ejemplo contemporáneo y extremo de lo antedicho lo constituyen las series spin-off o, como se las denomina en castellano, series derivadas.
Si bien no es cosa nueva –de los 90 son Xena, Frasier y Angel–, es indudable que en los últimos tiempos esta variante experimentó un crecimiento imparable e invadió las pantallas. Basta pensar en Better call Saul, Fear the walking dead, Legion, Agents of S.H.I.E.L.D., The good fight, Torchwood, Velvet collection y la próxima a estrenarse Young Sheldon.
¿Cómo se explica la tendencia televisiva? Nos encontramos en una época privilegiada para las ficciones seriadas en general, de la cual el cada día más poderoso Netflix sabe sacar el máximo provecho. Los revivals de Gilmore girls, Prison break y Twin Peaks son otras muestras palpables de esta era dorada. En un contexto que reclama en dosis iguales la originalidad y el factor nostalgia, el terreno es propicio para que los spin-off se desarrollen a gran escala. Es que se sitúan a medio camino entre la pura novedad y el revival, entre la creatividad y la apuesta a lo seguro.
«El spin-off suele estar protagonizado por un personaje que en la serie original era secundario, y que tuvo una recepción tan positiva en los espectadores que le da a los autores la pauta de que, en principio, le van a dar una chance porque ese personaje es como “un viejo amigo” al que tiene ganas de seguir viendo. Se trata de un piso envidiable que una serie nueva no tiene», explica Nicolás Zalcman, guionista de series infantiles emitidas por Pakapaka y Disney Channel.
En términos comerciales, esto se podría traducir como reducción de riesgos y aumento de ganancias. «Venís a caballito de otro éxito. Entonces, en base a los resultados previos, podés calcular cuánto invertir en el nuevo producto. En contraste, una idea original es cara y riesgosa», sostiene Florencia Gasparini Rey, diseñadora de imagen y sonido de la UBA, especializada en marketing audiovisual. «Además, el spin-off implica menos trabajo. A nivel narrativo, tenés una buena parte de la tarea resuelta: el universo y los personajes están creados», añade.
Ritmo propio
«Cuando se hace una serie derivada ocurre una situación maravillosa: el personaje que en la serie original era plano, ¡ahora debe tener profundidad! Es el protagonista, debe tener un conflicto interno, la vida lo pondrá en un lugar donde vivirá su propia aventura transformadora. En este sentido, creo que lo más atractivo y desafiante en un spin-off es el trabajo del autor de darle una “vida” al personaje, antes ausente», opina Zalcman.
Aunque el piso del spin-off sea mucho más firme que el de una serie que parte de cero, también hay riesgos, como «estar demasiado ceñido a la serie madre, no permitirse correrse de ese lugar y abusar de los guiños al espectador», apunta Milagros Amondaray, crítica de cine y series de La Nación y creadora del blog Cinescalas.
Para Amondaray, Better call Saul es una de las mejores series actuales, al nivel de Breaking Bad: a diferencia de la acción de su predecesora, su ritmo pausado prioriza la construcción de personajes. «En los dos últimos capítulos de la tercera temporada aparecieron dos personajes de Breaking Bad. No me di cuenta hasta leer los foros. Así de imperceptibles son las referencias», agrega. Con respecto a si la serie derivada puede igualar o superar a la original, también hay debate. Para Zalcman, la primera vive a la sombra de la segunda: «Saul me emociona, pero Walter White… es Walter White».