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Aguas literarias

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A cinco años de su primer número, la publicación dirigida por Alejandra Laurencich se consolidó como manual de consulta para las nuevas generaciones de escritores. Secretos del oficio, debates actuales y el ejemplo de los autores consagrados.


Dedidcación. Laurencich encabeza el proyecto. (Jorge Aloy)

La Balandra puede inscribirse en la fecunda y arraigada tradición de las revistas culturales y literarias argentinas. Es larguísima la lista de aquellas cuyo rol fue hacerse eco de gran parte del pulso cultural, e incluso político, de la sociedad en distintas épocas. Solo citar algunos ejemplos: Martín Fierro, Sur, Contorno, El Grillo de Papel, El Ornitorrinco y Puro Cuento. Dirigida por la escritora Alejandra Laurencich, la publicación cumplió 5 años de vida en noviembre pasado.    
«Uno de los autores que yo supervisaba, Carlos Costa, me dijo que tenía ganas de financiar una revista literaria y que yo fuera su directora», recuerda Laurencich. «No lo tomé muy en serio, porque además yo no tenía ninguna formación en periodismo ni en la edición. Pero él insistió y, de a poco, lo tomé como algo posible. Y me pregunté qué revista me gustaría a mí», agrega. Entonces pensó que debía ser algo distinto a todo y que no fuera «descartable, que tuviera presencia en las bibliotecas, que impactara visualmente». Y la encaró con un cuidado estético y su formación de tantos años en Bellas Artes. «Más que nada, La Balandra apunta a hablarle al escritor que se inicia, a abrirle las puertas de esta profesión, no solo en cuanto a escritura, sino también respecto a toda la industria que lo acompaña. Y a indicarle cómo moverse en este ámbito, para que no quede circunscripto a una élite», describe.  
Si bien las revistas suelen entrar en el orden de lo efímero tal como los diarios, La Balandra constituye un objeto digno de colección y de consulta permanente: sus artículos y secciones apuntan a reflejar debates actuales, dar cabida a escritores consagrados y, especialmente, habilitar un espacio para dar a conocer los nuevos talentos. Una de sus particularidades a lo largo de los 12 números que ya se encuentran en circulación está en haber logrado abordar los temas desde un lenguaje accesible, siguiendo la propuesta fundacional de su directora.
«Por los comentarios que recibimos de los lectores, podría decir que el mayor mérito de la revista es que ellos la consideran indispensable. En sus primeros años como escritores, se sienten comprendidos, acompañados, identificados con la revista. Y ahí está cumplida con creces la idea básica: compartir el oficio con los que recién empiezan», señala Laurencich.

Elaboración artesanal
Si bien su especialidad es la narrativa, el número 9 estuvo dedicado a la poesía. «Yo puedo enseñar narrativa y me gusta la poesía, pero no me sentiría capaz de enseñarla y tampoco determinar “esto sí y esto no”, en cuanto a valoración. Me falta mucho para saber de ese mundo y, por otro lado, es tan enorme el universo de la poesía, que ya solo con la narrativa tenemos mucho para explorar. Por eso pensé que nos íbamos a volver locos si nos ocupábamos de este campo, debido a su riqueza», explica, para dejar en claro la naturaleza de aquella edición especial.


La Balandra ya es un referente para quienes desean orientarse en el ámbito literario. «La mayor dificultad que encontramos es el tema de la distribución», agrega la directora. «Sé que necesitaríamos una distribución mucho más amplia, pero eso también implicaría hacer una tirada mayor. Y la revista es tan costosa por su cuidado en la elaboración, es tan artesanal porque incluso la encuadernación se termina a mano, que no se puede alcanzar este nivel de producción. Si contratamos una distribuidora, nos pide una cierta cantidad de ejemplares como para dejar. Pero nosotros nos manejamos así, poniendo toda nuestra dedicación».
El recorrido por sus páginas no solo conlleva un deleite estético por su bello diseño, sino también da cuenta de los pilares en los que se cimentan su valor y su singularidad. Cada vez que Laurencich termina un número dice sentir una felicidad muy extraña, como cuando ella misma termina de escribir: la sensación «de que todas las piezas encajaron, de que ya tienen su propia forma. La obra ya pertenece a los demás, ya está ahí. Todo lo que uno quiso hacer, mostrar y se logró, ahora ya está afuera de uno».

 

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