Cultura | PAULA RANSENBERG

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Javier Firpo

Después de dos décadas de incesante labor docente, la directora e intérprete dejó las clases para dedicarse de lleno a la actuación en teatro, cine y televisión.

Todos los frentes. La actriz se luce en la serie de Sandro, en la película Argentina 1985 y en obras como Laponia y Para mí, para vos. (Fotos: Kala Moreno Parra)

Cada vez con mayor prestancia y autoridad, Paula Ransenberg se hace un lugar en la escena artística, sobre todo en la teatral, gracias a su versatilidad e histrionismo, virtudes que la posicionan como una de las actrices más convocadas de la escena actual. Su largo apellido puede resultar familiar porque se lució en la popular serie Sandro de América personificando a la mamá del Gitano, y en Argentina 1985, la película nacional más taquillera y premiada del último año, donde encarnó a la secretaria del fiscal Julio Strassera. Y eso se suma a su destacada labor en la obra Laponia, de Nelson Valente, y en Para mí, para vos, la pieza del estadounidense Christopher Durang, dirigida por Héctor Díaz, en la que se apropia del papel más hilarante.
Debido a su ajetreada e «inesperada» –enfatiza– agenda, la actriz y directora debió tomar una decisión que no le resultó para nada sencilla: dejar la docencia, la actividad que resultaba su principal sostén económico desde hacía 23 años. «Se me juntaron ensayos, con grabaciones de una serie, más las jornadas de filmación de la película y empecé a faltar seguido al aula de Timbre 4, algo que me incomodaba. Yo nunca había incumplido, pero no podía dejar pasar este tren y, si bien no dejé la escuela, porque ahora superviso los cursos, sí me ausenté físicamente de las clases. Es un alivio, pero también me dio temor, porque con este oficio nunca se sabe», confiesa.
Cuando se le pregunta a qué atribuye el repentino interés por tenerla en cuenta en distintos proyectos, ella mira fijo, sonríe y desliza: «Años de remo». Tiene los pies sobre la tierra, no se la cree ni un poco. «Esto es una racha, y por qué no un premio a mi constancia y perseverancia, pero lo vivo como algo momentáneo. Yo hago teatro desde los 12, estudié con Alejandra Boero. Alguna vez se me tenía que dar esta posibilidad de tener mayor visibilidad», explica, cafecito mediante, en el patio de su luminoso PH en Boedo.
«Hay una cuota importante de suerte en este oficio y, si eso acompaña, lo restante es contar con herramientas. Hace unos años estaba haciendo la obra Dínamo en una salita del off y justo había una jefa de casting de la serie de Sandro entre el público. Y le llamó la atención mi laburo y me convocó para ser Doña Nina, la mamá de Sandro. Eso se llama tarro. Y otra vez la suerte: estaba previsto que grabara un mes, a lo sumo dos, y el personaje se extendió durante casi un año. ¡Era como sacarme la grande! Después tuve mala suerte, porque Adrián Caetano, el director de la serie, me cortó el rostro las primeras dos semanas, tuvo una actitud distante y algo seca. Hasta que pude conquistarlo a fuerza de laburo. Es bravo el uruguayo», cuenta entre risas.

Personaje rupturista
En Para mí, para vos, un homenaje al universo chejoviano que hace foco en el vínculo enfermo de tres hermanos, Ransenberg se pone en la piel de Casandra, la empleada doméstica, una suerte de pitonisa que practica vudú. «Apenas leí la obra, no lo dudé, me pareció un hallazgo. Normalmente no sucede con el primer vistazo y tuve suerte. Recuerdo que estábamos con Héctor Díaz haciendo Laponia en Mar del Plata y una noche, después de una función, me comentó sobre su proyecto y me ofreció este personaje tan diferente. Y estamos muy satisfechos por cómo le está yendo, porque claramente es una obra que podría estar en el circuito off y Tomás Rottemberg, el productor, decidió jugársela por un teatro de la calle Corrientes», destaca.
El rol de Casandra, que mezcla ironía y humor negro, es agorero respecto de los tiempos que se avecinan en la casa de sus patrones. «Hay una referencia al Julio César de Shakespeare, que decía: “Cuidado con los idus de marzo”. Y yo entro al escenario con esa primera frase, que de alguna manera enmarca mi personaje, que juega con los vaticinios griegos trágicos, pero con acento gauchesco uruguayo, al estilo Zitarrosa. Le propuse la idea a Héctor Díaz, le encantó y me dio rienda suelta. Cuando hago mi ingreso al escenario advierto que el público pone cara de “¿de dónde salió esta loca?”, porque mi Casandra, por el contexto que venía teniendo la historia, no encaja: es un personaje rupturista».
Directora de La suerte de la fea, que lleva diez años en escena en Timbre 4, y de Mucho corazón, musical protagonizado por Ligia Piro en El Picadero, además de protagonizar Para mí sos hermosa, también en la factoría de la calle Boedo, Ransenberg se define como «una chica Andamio», por el teatro fundado por Alejandra Boero. «Yo respiré teatro por primera vez gracias a la Boero, una militante voraz de las tablas, algo que no dejaba de tener una connotación política. Heredé ese compromiso con una actividad que es absolutamente profesional sin serlo, porque en el teatro independiente uno labura de otra cosa. ¿Cómo era Boero? Un animal de escena. Era muy exigente, tenía claro lo que quería y lo que pedía como maestra, más allá de que era dura y hasta autoritaria. Pero eso no importaba mucho, porque había un empuje por hacer, un fervor por querer pertenecer y eso derribaba cualquier obstáculo. Hoy hay más desencantos, más peros, pero yo a mis alumnos les insuflo el ir para adelante, porque agradezco haber tenido aquella formación».

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