4 de febrero de 2023
Tres emprendedores del partido bonaerense de Mar Chiquita fusionaron trabajo y experiencia para crear Humel, una cooperativa que elabora la bebida en forma artesanal.
Foto: Nicolás Fogolini
A principios de 2020 –a las puertas de la pandemia de COVID-19– tres productores cerveceros de Mar Chiquita se unieron para redoblar esfuerzos, bajar costos y vender su elaboración por el Partido de la Costa y alrededores. De esa alianza comercial nació la cooperativa Humel, que refiere con su nombre a un vocablo que se usaba en la antigua Mesopotamia para describir a los lúpulos, esas partes secas y con flores de la planta del mismo nombre, de donde se extrae la lupulina, un elemento esencial que aporta el sabor amargo y el aroma característicos de la popular bebida.
La cooperativa está conformada por tres PUPAS (Pequeñas Unidades Productoras de Alimentos) del partido de Mar Chiquita: una de Camet Norte, otra de Atlántida y la tercera de la ciudad de Mar Chiquita, una zona costera donde el empleo y el movimiento comercial se reduce a la temporada de verano, mientras que el resto del año suelen ser meses duros para gran parte de la población.
Roberto Furlan, presidente de la cooperativa, cuenta que «el embrión del movimiento cervecero en la zona se remonta a los años 90 y a la figura de Juacho Orensanz, quien movió toda la cerveza artesanal en el partido».
El titular de la entidad detalla que Orensanz «viajó a la ciudad norteamericana de Seattle y de allí trajo a un maestro cervecero, pero hacían una cerveza que –según ellos mismos– era “intomable”». Con pocos recursos, cuenta que «no había manera de controlar las temperaturas, todo era muy artesanal, pero fue quien plantó la semilla». A partir de entonces, comenzaron a crecer los emprendimientos locales.
Fue a comienzos del siglo XXI que floreció en la región una nueva generación de productores. «Los que estamos fuimos conformando esta camaradería, juntando un poco la experiencia de los antiguos con los nuevos» señala Furlan. Hoy el espíritu cervecero reúne gente de La Caleta, Mar de Cobo y Vidal y además de la pata administrativa y de comercialización, los cooperativistas se ocupan de su verdadera pasión: la producción de cerveza.
En equipo
El síndico de la cooperativa, Andrés Ersinger, comenzó a fabricar cerveza en su casa en 2014 hasta que tomó conocimiento de lo que eran las PUPAS. La posibilidad de estar en regla y el crecimiento del proyecto lo llevó a renunciar a su trabajo en obras de construcción para concentrarse en la fabricación de cerveza. En ese camino se cruzó con Humel y entendió que si trabajaban juntos podían llegar más lejos.
«Hay mucho equipamiento que se puede compartir, como las ollas, los mecheros, el equipo de ósmosis. Vimos que podíamos hacer una inversión entre los tres y hacer rendir más frutos, como invertir en la cámara y el alquiler» dice Ersinger y resalta que «sin dudas, juntos es más fácil y llevadero».
Para el proceso de elaboración son necesarias tres ollas. «En una se calienta el agua, en la segunda se agrega la malta, donde se macera con el objetivo de sacar azúcares fermentables por un determinado tiempo y a una determinada temperatura; finalmente pasa a un bloque de cocción que es la tercera olla», explica Furlan. Luego de la cocción y el filtrado, el líquido pasa al fermentador por siete días y de allí al madurador por entre siete y diez días más «y ya tenemos una birra terminada».
Todos para todos
Sebastián Eduardo Ramírez vive en Camet Norte, es el tercer integrante de la cooperativa Humel y cumple el rol de secretario y, al igual que sus compañeros, se encarga de remarcar que «todos hacemos todo».
«La cooperativa nació de casualidad, estábamos trabajando en cooperativismo sin saberlo. Somos tres cerveceros del mismo partido pero de diferentes pueblos que siempre estuvimos haciendo cosas similares», sintetiza. Y agrega un dato: «En el año 2016 empezamos a trabajar sin querer en diferentes actividades y nos fuimos juntando para distintos eventos locales, hasta que llegó la pandemia y armamos este proyecto de tres». A partir de entonces, el trabajo cooperativo les permitió mejorar los tiempos, la cantidad de producción y disponer de espacios más amplios para avanzar.
Sebastián mira hacia atrás y recuerda que cuando arrancó «tenía un garaje de cinco por cinco, 20 metros cuadrados donde producía 500 u 800 litros de cerveza al mes». «Hoy movemos cerca de 10.000 litros, estamos a otro nivel» reconoce y concluye: «A mí solo se me hubiese complicado crecer por los costos, pero entre los tres es mucho más fácil».
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