Cultura | HUELGA DE GUIONISTAS

Temporada de protesta

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Alejandro Lingenti

El paro del sindicato que nuclea a los escritores pone en jaque el estreno de las series producidas en los Estados Unidos. Causas y consecuencias del conflicto.

Pancartas ingeniosas. Una de las particularidades del reclamo del sindicato de guionistas es el ingenio de los mensajes que portan en sus carteles.

Foto: Getty images

Los que están esperando ansiosamente las nuevas temporadas de series exitosas como Stranger Things, The Last of Us o Cobra Kai deberán armarse de paciencia. Los estrenos de las nuevas temporadas de estas ficciones que son seguidas palmo a palmo por millones de fans en todo el mundo ya se ven condicionados por la potente huelga de guionistas que está afectando a la industria audiovisual de Estados Unidos, un sector muy importante de la economía que emplea, en sus diversas ramificaciones, a cerca de dos millones y medio de personas. 
Hacía quince años que no ocurría, y será recordada como la primera medida de fuerza tomada en la era del streaming, señalado habitualmente como un negocio floreciente, pero con unos cuantos problemas concretos que plantean dudas sobre su consistencia real. 
Los guionistas agrupados en el Writers Guild of America siempre han sido combativos: esta es la sexta ocasión en la que han dejado sus puestos de trabajo desde que existen como organización. En noviembre de 2007 arrancaron una huelga de cien días; en 1988 hubo un conflicto todavía más prolongado, de cinco meses. Y en esta oportunidad todo pinta como para que la resolución se demore aún más, porque los reclamos son muchos y la primera reacción de los ejecutivos no fue del todo alentadora.
De los 10.000 miembros que tiene el sindicato, más del 95% está de acuerdo y participa activamente en la protesta, expresando su apoyo en redes sociales y manifestándose con carteles que revelan una lógica creatividad y que incluso generan noticias. Un ejemplo concreto es la repercusión de la pancarta que llevó a una manifestación callejera Brandon Cohen: «Sin guionistas, Jenna Ortega no tendría a nadie a quien pasarle por encima», escribió con un grueso marcador negro este profesional que colabora habitualmente con Disney para salir al cruce de una declaración inoportuna de la joven protagonista de Merlina, la venerada serie de Tim Burton, que se quejó de los guiones y dijo abiertamente que cambiaba muchas de sus líneas de diálogo y hasta modificaba actitudes del personaje. La reacción general, incluso de muchos de sus colegas, le hizo saber a Ortega que no es buen momento para discutir esos detalles.

Diferencias básicas
Los pedidos de los guionistas, decíamos, son numerosos. Y variados. Por ejemplo, que los estudios acepten un mínimo de seis guionistas para el desarrollo temprano de los proyectos en los mini rooms (una versión reducida del cuarto de escritores), todos con un contrato de al menos diez semanas consecutivas de trabajo. Los estudios no quieren esa cifra obligatoria de empleados ni esa duración del contrato. Las distancias hoy son de esa magnitud: lo que quieren unos es casi el reverso exacto de lo que pretenden otros. Y las diferencias llegan a temas tan específicos como la regulación del uso de la inteligencia artificial en la escritura de guiones.
Del lado de los que deben tomar decisiones importantes para evitar la debacle hay conglomerados muy poderosos como Netflix, Amazon y Apple. Es legítimo preguntarse por qué una industria de cuyo apogeo estas mismas empresas presumen todo el tiempo permite que le explote en la cara un conflicto de trabajadores de un área que necesitan imperiosamente: sin guiones no hay historias que contar, se muere la ficción. Y más aún si se consideran las inversiones que arriesgan en marketing, con campañas muchas veces fastuosas que incluyen grandes intervenciones urbanas.
Los estudios creen que unas seiscientas producciones pueden quedar completamente paralizadas por la huelga. Algunas son series de gran éxito, como Hacks, comedia de HBO Max ganadora de siete premios Emmy que ya ha anunciado que frenará el rodaje de su tercera temporada. Lo mismo ha sucedido con Yellowjackets, de Showtime.
De las plataformas afectadas, Netflix es la que está mejor preparada para aguantar el chubasco porque suele grabar cada temporada que produce con meses de antelación para estrenarla completa en un solo día. Este año ha venido estrenando una serie hecha en Estados Unidos por semana, cada jueves, y es de esperar que tenga suficientes temporadas escritas y/o grabadas para continuar con ese ritmo, a pesar de la huelga. También cuenta en su catálogo con otro tipo de propuestas que seguirán desarrollándose normalmente: reality shows, documentales y toda la producción hecha fuera de los Estados Unidos, dado que la huelga es exclusivamente de autores que trabajan en la industria norteamericana.
Pero es precisamente ahí, en el corazón de un negocio que ha tenido una importancia clave para un país usualmente preocupado por mantener su hegemonía cultural, donde asoman más nubarrones: tanto los contratos de la DGA –el sindicato de directores– como los de SAG-AFTRA –la asociación que nuclea a los actores– con la alianza de las grandes productoras –la AMPTP– concluyen en junio próximo, y se sabe que ambos sectores también tienen planteos y reivindicaciones pendientes. Los guionistas observan el escenario de reojo: muchos entienden que, de hecho, una posición unificada podría favorecer la solución de todos los reclamos. Así arranca la atrapante temporada de una guerra que promete ser espectacular, pero no tiene nada de ficción.

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