11 de mayo de 2023
Con el cuerpo como protagonista, la cooperativa de trabajo alterna propuestas escénicas con clases y talleres, con la mirada puesta en la pluralidad.
Proyecto. Tanto la danza como la música y el teatro encuentran un espacio escénico en Aquelarre.
Foto: Guadalupe Lombardo
Una casa escénica, un espacio de aprendizaje, un lugar de encuentro donde todo pasa por el cuerpo: danza, música, teatro. Esto es MOVAQ Aquelarre en Movimiento, la cooperativa de trabajo que fundaron Lía Mazza, Julieta Rodríguez Grumberg y Analía Slonimsky, tres bailarinas que transitaron un camino común desde los inicios, cuando fueron compañeras del Conservatorio y de la Escuela de Danzas del IUNA.
La génesis del proyecto fue el Estudio Aquelarre, que durante 10 años se erigió como espacio propulsor de artistas y obras con proyectos vinculados con la «democratización del acceso al movimiento». Frente a la necesidad de ampliarse y sumar un espacio escénico la cooperativa abrió las puertas de su nueva casa en Villa Crespo pocos días antes de que la pandemia la pusiera a prueba. Hoy entre las múltiples propuestas hay funciones regulares de teatro, un patio de encuentro y un bar para compartir en comunidad.
Remos y redes
«En diciembre de 2019 firmamos el contrato de este lugar, invertimos nuestros ahorros, nos prestaron plata y empezó la refacción. El 1 de abril de 2020 nos mudamos, el 3 abrimos y el 18 tuvimos que cerrar por la pandemia». Julieta resume así el debut de MOVAQ y cuenta que esta coyuntura «puso más brazos a remar».
«El mundo de la cultura venía golpeado después de cuatro años de macrismo y los dos años de pandemia fueron un montón, pero hubo una serie de situaciones que hicieron que el lugar sobreviviera», agrega. Apareció la empatía entre el sector y, cuentan las protagonistas, el alumnado ayudó e incluso algunos pagaron sus cuotas durante toda la pandemia aún sin recibir clases por zoom. Usar esa plataforma fue una de las primeras medidas que tomaron «como un instinto de supervivencia». También hubo colegas que cedieron obras grabadas para pasar por el canal virtual.
«Se puso a prueba la red», resume Analía. Adelanta que hoy están buscando darle al espacio un lugar más interdisciplinar y recuerda que cuando abrieron «fue un momento de celebración». «En el sector cultural siempre se festeja cuando se abren espacios independientes; las artes vivas celebran que haya espacios grandes, donde se puedan hacer producciones independientes», añade, e insiste en el concepto de red: «Muchas salas tuvieron que cerrar, entonces esto que tenemos hoy forma parte de un espacio de otros colectivos culturales».
«Hubo múltiples redes que sostuvieron este espacio durante dos años, que comenzó con una sala y hoy hay cuatro en funcionamiento simultáneo», dice Julieta. En tanto que Lía reconoce que MOVAQ venía funcionando en modo cooperativo desde hacía años «por una cuestión ideológica y por nuestra forma de trabajar».
Se van a cumplir dos años desde que se constituyeron formalmente como cooperativa. Las tres coinciden en que el mundo de la cultura no es muy amigo de la burocracia, los papeles y los libros. «La formalidad es necesaria e incluso es la plataforma de posibilidad de un montón de cosas. Es una batalla cultural que tenemos que dar en este camino de aprendizaje», reconoce Julieta.
Actualmente son 13 las personas que conforman la cooperativa de trabajo, que son quienes sostuvieron el espacio durante la pandemia y por eso hoy «esto es de todes».
Sin techo
Todo proyecto necesita un tiempo de despegue y hoy MOVAQ se propone, como cooperativa, «repartir y potenciar». «El espacio no tiene techo» reafirma Julieta, y enumera que hay lugar para la danza, el teatro y las producciones. La idea «es que se abra el juego».
Una de sus consignas, «democratizar el movimiento», propone abarcar un abanico de edades. «Tenemos adultes mayores de 94 años», dice, pero también asisten personas con lesiones o con un vínculo con la corporalidad ligada con el dolor. «Acompañamos el empoderamiento del cuerpo, sin importar edades ni condiciones y es hacia donde queremos ir», resalta Lía.
El último verano MOVAQ armó la primera colonia artística para niñes y hoy cuentan con un mecenazgo para realizar un festival donde las familias acceden sin pagar entrada, hay talleres sobre ESI, feria de libros y de juguetes sustentables, con el objetivo de «empezar a fomentar las primeras infancias y a nutrir ese imaginario desde este espacio».
El año pasado también articularon con la cooperativa Aula Vereda, vecina del barrio de Almagro y con otras agrupaciones, con becas para talleres de infancias libres. «La idea es poner el foco en la posibilidad de armar redes entre cooperativas. De hecho, haber elegido el Banco Credicoop –están vinculadas con la filial Villa Crespo– fue intuitivo», dice Julieta y cuenta que les otorgaron el premio estímulo «y accedimos a un crédito blando que nos ayudó mucho; es una red de contención».
Finalmente, Ana mira un poco más allá y apuesta a la investigación de las artes escénicas. «Empezar a generar formación con otras generaciones para que puedan ser parte de la cooperativa, que siga circulando y se retroalimente con las personas que la van habitando», sueña la artista. Y concluye: «Creemos que es por ahí y el horizonte es infinito».